Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La muerte de Perón

    » Infobae

    Fecha: 30/06/2024 03:12

    Funeral de Juan Domingo Perón en 1974 Ya medio siglo. Lo escuché por radio, estaba en una oficina, salí a la calle llorando y vi que éramos muchos los que teníamos el rostro lavado por las lágrimas mientras muchos otros guardaban un respetuoso silencio. Ya medio siglo de aquel día que se vivió como un duelo colectivo. Mi amigo Héctor Tristán me pidió que lo llevara a Olivos, quería velarlo. Subimos a mi pequeño Fiat de chapas blancas. Así, entré fácilmente a la residencia y a la sala mortuoria, donde no había casi nadie. Cuatro conscriptos jóvenes temblando en los extremos de esa enorme persona, ese infinito pedazo de historia que yacía entre ellos. La sociedad conmovida y el velatorio solitario, una imagen del poder de los entornos. Nos quedamos largo rato y salimos. Luego, varios jóvenes diputados organizamos las honras fúnebres, con esas colas infinitas, ese pasar por delante del féretro en silencio, ese homenaje de un pueblo a quien le habían devuelto su dignidad. Los del otro lado no estaban, no podían estar, casi diría que ese día no había otro lado. La historia era demasiado fuerte para que los odiadores de entonces y de siempre se asomaran de sus cuevas. Me acerqué a una puerta para avisar que esa larga cola no tenía acceso porque era una de las que no iban a habilitar. Un morocho me dijo: “Nos tocó aquí” y volvió a bajar la cabeza. No esperaba entrar, simplemente le había tocado ahí. Fue un día de asombros, de un dolor desgarrador, pero también de una conciencia viva de que se acababa un pedazo de historia, con un pueblo que no tenía subsidiados -no los necesitaba-, una nación que apenas tenía deuda externa. Un país cuyo Parlamento se caracterizaba por su grandeza, su madurez y su capacidad de convivencia. Estuve a pocos metros de aquel viejo adversario que vino a despedir al amigo. Esa patria que nos dejaba el General debería haber sido definitiva. Los violentos de ambos signos, en su mediocridad, lo impidieron y en el 76, la sociedad argentina integrada, tocaba a su fin. Siempre siento que ellos, la minoría de los bancos y los negocios, esperaba la muerte de Perón, del Líder, para iniciar la decadencia que llevaría exitosamente a cabo. Ahí terminó la epopeya llamada “peronismo”: revolución industrial con integración social y un Estado sólido sin que hubiera estatismo. El peronismo no multiplicó el número de empleados del Estado, multiplicó la cantidad de obreros industriales, y es por eso que sus supuestos herederos no fueron tales. Ni el menemismo, al vender y destruir el ferrocarril legado por el General ni el kirchnerismo, al reivindicar a la guerrilla expulsada de la Plaza por Perón. En su nombre, se traicionó su pensamiento. Perón muere en una sociedad desarrollada y pacificada en lo político. Obviamente, estaban la guerrilla y López Rega, también los militares y algunos diarios y personajes influyentes de la economía concentrada que buscaban la instalación de una sociedad injusta. Hasta ese momento la integración social era total. Es cierto que había villas y pobres, pero no había ni caídos ni marginados, no existían las familias durmiendo en la calle, esos que se quedaron sin techo, en muchos casos, de un momento para el otro porque no pueden seguir alquilando ni siquiera una pieza en una pensión. Es muy difícil explicar lo que era la Argentina de ese momento, el Buenos Aires de aquellos días. Después vendrán los liberales con su inveterado racismo. Como siempre, primero asesinan y luego dan su explicación sobre el destino colectivo, es decir, el suyo. Perón les había devuelto a los humildes la dignidad, los había igualado. Suelo repetir lo que me dijo aquel morocho: “Después de Perón y Evita, ya nunca más debí bajar la vista frente al patrón o al policía”. Medio siglo ha transcurrido y poco de democracia, de voluntad de trascender. Poco de política con grandeza. Poco y nada, desde el 83 para aquí, apenas unos esbozos de recuperación de la dignidad, que no es el peronismo, es la patria. Es ese amor que sienten los ciudadanos por su identidad en los países vecinos y que nosotros no somos capaces de expresar en la política, aunque sí en el fútbol. Hace medio siglo, la historia se quebró y aquel Perón que se fue representaba el mayor nivel de conciencia del pueblo trabajador, todo lo demás se dio y se sigue dando entre minorías. La conciencia colectiva se agobió y se agotó aquel día, aquel 1 de julio de 1974 del que queda el extraordinario registro fotográfico de Sara Facio, artista que acaba de dejarnos. Sin ser peronista, ella supo capturar el alma de los humildes que lloraban desconsolada e incesantemente mientras esperaban a la intemperie y bajo la lluvia para ingresar en la capilla ardiente. Era el pueblo. Supongo que muchos de nosotros hemos visto y recordamos esas conmovedoras imágenes que revelan lo innecesario de compartir una ideología política cuando se tiene una visión del mundo humanista, amplia, sensible, inteligente. ¿Cómo olvidar a Sara Facio cuya muestra dedicada a la muerte de Perón me invitó a presentar en el Malba, hecho que me honra y enorgullece? Mi recuerdo y mi homenaje también para ella en este día.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por