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  • Entre Ríos, Argentina

  • Aquella ciudad bravía de 300 tabernas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 30/06/2024 02:50

    La calle Judíos –estrecha, larga, de silencio, soledad, sombra y frescor- es el paradigma de lo que en su día hubo de ser la judería, el lugar donde los hebreos cordobeses hubieron de recluirse en un barrio cerrado huyendo de la persecución cristiana, que nada entendía de tolerancia. En tiempos de omeyas, sin embargo, los sefardíes ocupaban zonas más al aire libre, al norte de la ciudad, por el Campo de la Merced y Santa Marina. La paradoja católica, tan dada al ecumenismo, hizo de los judíos un gueto parapetado por murallas y refugiado entre las umbrías de calles sinuosas y estrechas. Como la calle Judíos. Es esta vía una estrechez donde la historia ha dejado sus huellas que sólo son apreciables desde una cierta disposición de ánimo. A esta calle hay que ir como se va a una iglesia o a una mezquita, con ese recogimiento que recomiendan las religiones para llegar a la trascendencia. Quizá por eso aquí, en 1315, los judíos construyeron su casa de oración, la sinagoga; y también, quizá a propósito, de tan reducidas dimensiones como para que sus oraciones pasasen desapercibidas y sus rollos del Pentatéuco, en el tabernáculo, a salvo de profanaciones. Aunque sea calle de paso obligado para los turistas, este espacio conserva intacto ese toque de eternidad que lo hace distinto. Uno se puede abstraer tanto del mundo y sumergirse en su soledad que hasta se siente el retumbar de los pasos al caminar, como si debajo de guijarros y losas hubiese un secreto laberinto en el que morasen las almas de los antepasados. Por la calle Judíos, a pesar de los turistas, se puede sentir tanto la soledad que hasta los pasos retumban al caminar como si debajo de guijarros y losas hubiese un secreto laberinto en el que viviesen, ya por los siglos de los siglos, aquellos habitantes de la Córdoba del esplendor. Siempre hemos sufrido en Córdoba esa negra leyenda que en el siglo XIX se cantaba por las calles: «Córdoba, ciudad bravía, que entre antiguas y modernas tiene trescientas tabernas y una sola librería». A quien se le ocurrió esta especie de maldición contra la posible intelectualidad de Córdoba es que nunca había visitado la taberna Bodega Guzmán, en la misma calle de la Sinagoga, el templo donde escritores e intelectuales han gozado del privilegio de la sacra sabiduría que penetra en los sentidos al tomar una copa de vino y luego transmitirla a través de libros. Porque las tabernas son recintos festivos donde el vino, la tapa y el estar adquieren ribetes de filosofía clásica. Afortunadamente, la tabernas son parte de la esencia de Córdoba, cultura diaria donde, además de mirar el móvil -después de la casi desaparición de los periódicos de papel- se discute de la filosofía de la vida y todavía afortunadamente algún que otro poeta perdido se sienta en sus mesas de mármol a escribir los poemas que le sugiere el Montilla-Moriles, un vino con tanta distinción que se viste de color oro y se deja beber en copas-catavinos con forma de mujer. Las tabernas son el corazón doméstico de Córdoba. Por eso ahora el Ayuntamiento está recopilando estos establecimientos con más de 75 años de historia. Este histórico sello lo han logrado Bodegas Campos, las tabernas Regina, El Pisto, Santa Marina, Fuenseca y Salinas, las sociedades de plateros Séneca, El Abuelo, María Auxiliadora y San Francisco, y las casas Pepe de la Judería y Rubio. Hemos rescatado hoy Bodega Guzmán porque pensamos que es el santuario del vino, un templo laico que te acerca a sus dioses ocultos que están en los barriles de la bodega, una catedral donde reza la globalidad con imaginación. Y que Córdoba no puede olvidar. Como tampoco debe hacerlo con las tabernas Góngora, San Miguel, El Puerto, La Gloria, El Gallo, La Cazuela de la Espartería, Las Beatillas, La Sacristía, Los Mosquitos, El Tablón, Santos, Rafaé, Deanes, Casa Bravo, Casa el Viejo, Bodega San Basilio... Parte de las vivencias periodísticas que conforman nuestra experiencia que, afortunadamente, conjuga tabernas y librerías, donde se encuentra la sabiduría, el placer y la trascendencia. Suscríbete para seguir leyendo

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