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  • Liderazgo profético o sacerdotal: su aplicación política

    » Infobae

    Fecha: 29/06/2024 04:43

    Moisés En el discurso sobre liderazgo, el enfoque bíblico ofrece una rica fuente de inspiración y reflexión. Dos figuras prominentes dentro de este contexto son los líderes proféticos y sacerdotales, cada uno con sus propias características y roles distintivos. Por un lado, el liderazgo profético se caracteriza por su soledad e intransigencia frente a la injusticia y la corrupción. Los profetas se alzaron como voces solitarias en medio de un mar de complacencia y desviación moral. Su llamado era claro e innegociable: denunciar el mal, la corrupción, proclamar la justicia y convocar al arrepentimiento para rectificar el curso de acción. Esta naturaleza solitaria del liderazgo profético se refleja en su separación de las estructuras de poder establecidas. Los profetas no eran nombrados por reyes ni funcionarios de instituciones, sino que recibían su autoridad directamente de Dios y oficiaban de crítica crónica a todo tipo de gobierno. Esta independencia les permitía hablar sin temor a las represalias y desafiar incluso a los líderes más poderosos de la sociedad. Así, en medio de la decadencia moral y política, el profeta era llamado por Dios para denunciar y advertir sobre las consecuencias catastróficas que enfrentaría la nación, de no cambiar. Su mensaje, a menudo impopular y confrontativo, lo llevaba a ser despreciado y perseguido por las autoridades de su tiempo. Por otro lado, el liderazgo sacerdotal se caracteriza por su papel mediador y conciliador entre el deber ser y el ser real. Los sacerdotes, desde Aarón, hermano de Moisés y su descendencia, actuaban a modo de intermediarios entre Dios y el pueblo, ofreciendo sacrificios por los pecados de la nación e impartiendo enseñanzas religiosas. A diferencia de los profetas, cuya voz a menudo resonaba con una claridad inquebrantable, los sacerdotes se encontraban en una función más reconciliadora entre las demandas de la ley divina con las realidades y necesidades prácticas de la vida cotidiana del pueblo. Esto implicaba no sólo ofrecer aquellos sacrificios expiatorios por las transgresiones del pueblo más la guía en asuntos de culto y liturgia, sino también actuar como jueces y consejeros, interpretando la ley y resolviendo disputas dentro de la comunidad. En el contexto político contemporáneo, estas dos perspectivas de liderazgo pueden ofrecer ideas valiosas para abordar los desafíos complejos y multifacéticos que enfrentan nuestras sociedades. El ejemplo profético resalta la importancia del coraje moral y la integridad en el liderazgo, centrado en la ética y la moral, a menudo desafiando el statu quo y llamando a la sociedad a un estándar más alto de justicia. Los líderes políticos pueden aprender del profeta la necesidad de confrontar la desigualdad y la corrupción, incluso cuando esto signifique enfrentar la oposición y el rechazo. Frecuentemente al alzarse como voces solitarias en defensa de la verdad y la justicia, los líderes pueden inspirar un cambio positivo en la sociedad. Al mismo tiempo, los líderes políticos pueden aprender del modelo sacerdotal al actuar como mediadores y conciliadores en un mundo polarizado y confrontativo. Esto implica buscar el diálogo y el compromiso, trabajar para encontrar soluciones que reconcilien los ideales con las realidades y construir puentes entre diferentes grupos y perspectivas dentro de la sociedad bajo el entendimiento mutuo. trabajando para encontrar soluciones que promuevan la unidad y la estabilidad en la sociedad. Este tipo de liderazgo es vital en contextos donde la unificación y la cohesión social son necesarias. Martin Buber exploró la naturaleza del liderazgo cuyas ideas sobre la relación dialógica entre personas propone una distinción fundamental entre dos tipos: “Yo-Tú” y “Yo-Ello”. En la relación “Yo-Tú”, las personas se encuentran en una conexión auténtica y directa, reconociendo y respetando la singularidad del otro. Esta relación es caracterizada por la reciprocidad, la apertura y la responsabilidad mutua. En contraste con la relación “Yo-Ello”, donde las personas se ven a sí mismas y a los demás de forma objetivada para satisfacer necesidades o alcanzar fines. Aplicando estas ideas al liderazgo, podríamos interpretar que el liderazgo profético y sacerdotal poseen una combinación de ambas relaciones dialógicas, pero en proporciones contrarias. El profeta, prioritariamente para con Dios se asemeja a la relación “Yo-Tú”, y para con el pueblo al “Yo-Ello”; mientras que el sacerdote se relaciona eminentemente con el pueblo en un “Yo-Tú” y el “Yo-Ello”, entre él y Dios. En términos políticos, el líder y el pueblo deben estar en una relación directa e íntima, un “Yo-Tú”, comprometidos con un propósito común y una visión compartida, escuchando sus necesidades, desafíos y aspiraciones, y actuando como un agente de cambio y guía. Pero por otro lado, el líder debe también tener una relación “Yo-Tú” para con el ideal de forma innegociable e inquebrantable, frecuentemente en soledad, a modo de celoso intransigente en favor de la verdad y la justicia, contra la corrupción, sin ceder ante la presión o la intimidación. Y por lo tanto demanda a su vez, la misma combinada relación “Yo-Ello” para con el pueblo y los ideales. La correcta proporción se dará en función del discernimiento entre interés y valor, su dinámica para la consecución de fines, sabiendo qué es lo negociable y qué no y cuáles son los límites en la acción política acorde a la circunstancia. No huelga mencionar en este sentido que el líder profético, al estar en una relación “Yo-Tú” con Dios, puede recurrir a la guía y dirección divina para abordar los problemas y desafíos que enfrenta. Esta conexión le otorga una ventaja significativa en la búsqueda de soluciones, ya que puede confiar en la sabiduría y el poder de lo divino para superar obstáculos aparentemente insuperables. En contraste, el líder sacerdotal depende frecuentemente de sus propias habilidades y dotes para resolver los problemas que enfrenta. Su capacidad para resolver conflictos y dilemas está limitada por su juicio y discernimiento para interpretar la ley divina y tomar las decisiones correctas. Ejemplos históricos mundiales y contemporáneos de inspiración en liderazgos bíblicos pueden verse reflejados en el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, donde Martin Luther King Jr. comparó su lucha con la de Moisés, viéndose a sí mismo como un líder que guiaba a su pueblo hacia la “Tierra Prometida” de igualdad y justicia. Winston Churchill, durante la Segunda Guerra Mundial, evocó la gesta militar y política del rey David en su lucha contra el “Goliat” del nazismo, posicionando a Gran Bretaña como el defensor de la libertad. En la América colonial, los padres fundadores a menudo se referían al rey Salomón para diseñar un gobierno basado en principios de sabiduría y justicia. La figura de Nehemías, conocido por su liderazgo en la reconstrucción de Jerusalem tras el exilio babilónico, ha sido utilizada para simbolizar la renovación y la reconstrucción nacional por líderes europeos en la posguerra. Así, la utilización de liderazgos bíblicos en contextos políticos demuestra cómo las narrativas religiosas pueden ser adaptadas para servir a objetivos contemporáneos. Estas figuras no sólo inspiran a los líderes, sino que también ofrecen un marco moral y ético que legitima sus acciones ante sus seguidores. En el mundo contemporáneo, marcado por las crisis políticas, de representación, más incertidumbre y polarización, los líderes políticos deben combinar el modelo profético con el sacerdotal. Priorizando la justicia y la rectitud del deber ser sobre el interés propio y la ganancia personal, manteniéndose fieles a sus convicciones y principios, incluso en medio de la adversidad. Pero enfatizando el servicio público desinteresado y el sacrificio personal en aras del bien común, poniendo las necesidades de la comunidad por encima de las suyas propias desempeñando un papel crucial como mediadores y conciliadores. La implementación política actual de los liderazgos profético y sacerdotal demuestra cómo estos modelos bíblicos continúan influyendo en la política moderna. Los líderes que encarnan estos tipos de liderazgo en su correcta proporción y circunstancia no sólo abogan por el cambio social y la justicia, sino que también trabajan para unir y reconciliar a las comunidades, proporcionando una guía ética y moral en tiempos de incertidumbre.

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