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  • Tres axiomas del encuentro en mediación

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 27/06/2024 23:26

    Por Matías Maccio * exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA El término “axioma” proviene de un sustantivo griego que significa «lo que parece justo» o se considera evidente y verdadero (sin necesidad de demostración). También deriva del verbo griego axioein, que significa «valorar». En este sentido llamaré “axiomas del encuentro” tres palabras, ideas o categorías que adquieren valor en el encuentro de mediación: la preparación, la confianza y la ecuanimidad. La práctica de estas “verdades” no garantiza resultados (acuerdo, reparaciones restaurativas o recomposición de vínculos) y tampoco son recetas para un diálogo ideal. Sin embargo, en mi experiencia, dichas categorías participan en un encuentro de mediación en el que se produce un diálogo propiamente dicho. Preparación El sentido de la preparación tiene que ver con reunir las cuestiones necesarias para realizar algo o para un fin determinado. Esto no nos garantiza el resultado, en tanto y además intervienen condiciones contingentes, aleatorias o imprevisibles, propias de un sistema complejo. Se dice que hay condiciones necesarias cuando éstas no pueden dejar de concurrir o de participar para que algo “sea”. Son aquellas variables que hacen que el encuentro de mediación sea lo que es y no otro tipo de reunión. En el otro costado están las condiciones contingentes. Antes de un encuentro considero necesaria la preparación, esto es, preparar -al menos- las siguientes cuestiones: el espacio, los participantes, la persona facilitadora y las pautas para cuidar el diálogo. El espacio. Adquieren una importancia significativa las coordenadas de tiempo y lugar. Recuerdo un caso en el que una de las partes estaba enfrentada a un funcionario judicial y solicitó que el lugar de la reunión fuera cualquier otro menos el juzgado. Esto implicó para mí buscar un espacio que representara la imparcialidad que investía el espacio de mediación y así ambas partes aceptaron llevar adelante el encuentro. En otra oportunidad, el uso del espacio virtual implicó un obstáculo para el encuentro, mientras que, en otros casos, lo facilitó. Los participantes del diálogo deben estar previamente acordados; es decir, todas las personas deben saber quién se va a sentar -o no- a la mesa. Por tanto, antes del encuentro es recomendable chequear si los intervinientes concurren y quién no lo hará; si vienen solos, acompañados y quiénes serían éstos y para qué se necesitan. Esto nos permite trabajar en forma anticipada con el otro participante y establecer algún acuerdo antes de ingresar al encuentro. En otro aspecto es relevante que los dialoguistas estén “chipiados” respecto a lo que se espera de ellos como participantes en el espacio de diálogo. A tal fin suelo conversar con ellos que el encuentro se equipara a ser escuchado y también a estar para escuchar, tal como ha sido comentado en más profundidad en columnas anteriores. Éstas y otras referencias, conversadas con cada parte en forma individual, permiten construir el encuadre del encuentro, el que luego se repasará el día de la reunión conjunta como mero recordatorio. Con relación al/ a la facilitador/a, considero primordial repasar ciertas habilidades que concurren en el ejercicio del rol y establecer algunas estrategias de intervención para iniciar o gestionar el diálogo en los primeros momentos de la reunión, por ejemplo: imaginar algunas preguntas generadoras, recordar con qué enfoque se hace la reunión o considerar algunas alertas para reencuadrar la conversación. Por último, relacionado a las pautas para cuidar el diálogo, invito a las partes a interiorizar cuatro tips que -en mi experiencia- sirven de ayuda-memoria y de compromiso con un modo valioso de conversar. Éstos son: respetar el turno de la palabra, escuchar y registrar cómo uno se siente con lo que escucha; expresarse de manera adecuada y pedir una pausa si necesita tomar un respiro o hacer una consulta. Confianza El aspecto de la confianza tiene para mí una doble dimensión: 1) la confianza del facilitador en la técnica, las habilidades y las potencialidades del espacio de diálogo y 2) la confianza en las partes. Haré foco en la segunda. En ocasiones, al hacer el encuadre de la reunión de encuentro repaso con ellas las pautas del diálogo (los cuatro tips) y algunos de los principios básicos de mediación. Hago especial énfasis en que he considerado confiar en que ellas podrán sostener y cuidar el diálogo para que lo hagamos posible. Con esta referencia hago explícito mi pensar y además las hago copartícipes y corresponsables de cuidar el espacio de conversación -o, al menos, es lo que les propongo-. En mi práctica, cuando una persona percibe que es confiable y que es capaz de brindar alguna tranquilidad a otra, suele potenciar su sentido del cuidado. Dialogar sobre la confianza en uno mismo y respecto de las partes nos alivia de tener que aferrarnos a un control hegemónico del espacio y de las intervenciones de las personas. En mediación siempre tenemos alguna estructura que nos sirve de encuadre y guía. Sin embargo, ser más o menos conductistas de la conversación está condicionado por el nivel de conciencia propia y de confianza que tengamos en las capacidades de las personas para dialogar. Sabemos que el facilitador desaparece delante de las partes, cuando ellas ingresan en un diálogo propiamente dicho. Ecuanimidad Entendida como balance mental, la ecuanimidad abarca estar libre de parcialidad, aceptar que las situaciones son como son, las personas son como son, yo soy como soy y que todo está atravesado por la impermanencia. “Aceptar” no quiere decir “coincidir” ni “resignar”. Lo que se quiere decir es ser consciente de que las cosas, las personas, yo y el otro es o soy en forma condicionada por variables que, en ocasiones, están fuera de lo que cada uno pueda hacer, pensar o decir. Esta idea está familiarizada con la categoría de la incertidumbre y la complejidad. Ser ecuánimes implica asumir que podemos fluir con las certezas y las adversidades que se nos presenten en un encuentro de mediación. Asumo que no podemos controlar las reacciones de las personas, sus gestos y tampoco lo que están pensando ni interpretando. Sí podemos ofrecer intervenciones que faciliten el diálogo y que ayuden a que éste sea adecuado a ciertas pautas; asimismo, aquellas pueden funcionar o no. No podemos reemplazar la habilidad de las partes para escuchar, pero podemos ofrecer espacio de tiempo y ciertas técnicas para que las partes hagan escuchables sus mensajes o que se digan de un cierto modo. La ecuanimidad nos interpela a trabajar con lo que hay y con las potencialidades que cada persona trae consigo, hoy, en este espacio y con esta circunstancia. Esto nos libera de aferrarnos a un ideal o de reaccionar rechazando situaciones que no se adecuan a un marco referencial. Como tal, es decir axiomas, puedo afirmar que en los encuentros en los que las partes producen un diálogo propiamente dicho participan la preparación, la confianza y la ecuanimidad. (*) Mediador

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