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  • El espectro de rojo en la Casa de Gobierno

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 25/06/2024 21:17

    Bueno chamigo, de nuevo la Casa de Gobierno. Dirán algunos que nos les caigo simpático, ni me va ni me viene, mientras me haga feliz narrarles a ustedes las voces del pueblo, esas que se arrastran por los tiempos en conversaciones familiares, tertulias, en las solitarias esquinas en grupos de amigos bebiendo un carlón. “Me dijo mi abuela, que le dijo la bisabuela, porque ella sabe de esto…” continúa la retahíla que va tejiendo el mito, la leyenda y la historia. Contradecirle a una persona que trae una narración, es faltarle el respeto, por algo perduran algunos recuerdos del tiempo viejo de la ciudad Corrientes Soñadora, cantada por los poetas, locales y foráneos, la de las calles empedradas, de hoteles y cines, fondas y tabernas, locales bailables. Entre la siesta y la tarde misma estábamos por entrar a Radio Dos 99.3 con Majuma, nos esperaban Coco y Antonella, mientras subíamos al ascensor Majuma me avisa que tenemos una visita. “Te va sorprender Kito, hoy viene un conocido periodista de Corrientes medio de tu edad a visitarnos, va a relatar una experiencia paranormal que vivió”. “No sabía, pero bienvenido sea”. Entramos a la sala de transmisión, procedí como siempre producto de la pandemia del maldito virus Covid-19, me saqué el barbijo, limpié el sitio con alcohol con alcanfor, rocié el micrófono como de costumbre y cerré el acto con el líquido en mis manos. En un momento dado en plena producción apareció el señor C, que vive a la vuelta de mi casa, por Quintana frente al ex cementerio Franciscano casi Mendoza, hoy cubierto por una cancha de básquet y el nuevo edificio de la Iglesia que antes se ubicaba en la esquina de Avenida Italia y Plácido Martínez con sus túneles hacia el río, que quedaba allí nomás, en la barranca. Luego de las presentaciones, los recuerdos afloraron de las épocas del básquet, Regatas, los fantasmas del Parque Mitre, los recuerdos históricos de su madre que vive con los años a cuesta, memoria prodigiosa. En el aire narró que en la década de 1990 estando en su trabajo de Información pública, cuando se grababa y luego debía procesarse el material, quedaban hasta entrada la madrugada con algunos compañeros, tan solos como el silencio del desierto, los guardias policiales ni por asomo se animaban a quedarse. “Chaque las ánimas don C. y a volar se ha dicho”. Una noche en que el viento jugaba con la veleta, haciéndole girar en diversas direcciones de pronto el señor C levanta la vista frente a sí estaba parada una mujer de rojo, vestido del siglo XIX. No se le podía ver la cara porque la luz cortaba la figura dejando observar solo el cuello y el comienzo de la cabeza, una mujer hermosa estaba frente a ellos, las formas dibujadas del vestido rojo se apreciaban a simple vista. Con cuidado le avisó a su compañero que estaba de espaldas manipulando la cinta, éste al darse vuelta quedó helado en una noche tibia correntina, la mujer estuvo unos diez minutos frente a ellos, no hacía movimiento alguno. El temor lentamente comenzó a subir desde los pies hacia la cabeza, se atenazaron los músculos, el miedo natural cumplía sus efectos. “¿Qué hacemos señor C?. “Recemos…” Comenzaron con el Padre Nuestro, el Rosario etc. Los minutos pasaban lentamente, acudieron en ayuda de una vela que usaban con los cortes de luz, la encendieron, colocaron un vaso de agua. Como si fuera un bálsamo la figura del submundo, habitante del antiguo cementerio de la Iglesia de la Virgen del Rosario se fue diluyendo ante los asombrados ojos de los espectadores. Les costó recobrar el ánimo para terminar la tarea, el gobernador T. era bravo y madrugaba mucho. Terminaron el trabajo, salieron pálidos del lugar. Comentaron con los guardias del primer mandatario, éstos respondieron con cara de turbación: “¿Por qué creen ustedes que nosotros no nos movemos nunca del lugar asignado, la calle, sólo la calle?” Ante las preguntas formuladas, la respuesta no se hizo esperar por parte del señor C. “Varias veces volvió a aparecer, nos sonreía, se iluminaba con una luz que traspasaba paz”. Seguramente después de muchos años de estar sola y olvidada, salió de paseo por estos lares, según dicen los sabios en estos menesteres buscaba algún pariente, seguramente no estaban en este portal, murieron como ella. Ahora esperamos conversar con la mamá del señor C que tiene un cofre de secretos bien guardados, porque en las iglesias, dentro de las mismas solo se enterraban a la gente caté, los porihajú (pobres) afuera, los medio pelo cerca de las paredes, ni en la muerte había igualdad.

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