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  • Los hábitos que dejamos atrás cuando la crisis golpea el bolsillo: salud mental y física

    » Mdzol

    Fecha: 24/06/2024 07:33

    La actual crisis económica en Argentina, donde más del 50% de la población vive en la pobreza, ha tenido un impacto devastador en múltiples aspectos de la vida cotidiana. Con una inflación interanual que alcanzó el 270% y salarios que no logran cubrir la canasta básica, fijada en $275.518 para un adulto del Gran Buenos Aires y en $245.478,90 para Mendoza según la DEIE, los argentinos se ven obligados a priorizar sus gastos, dejando de lado actividades esenciales como el cuidado de la salud física y la salud mental. Este abandono no solo refleja la crisis económica, sino también una profunda crisis social y de bienestar. De acuerdo a un estudio epidemiológico de salud mental en Argentina, 1 de cada 3 personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años. Las problemáticas más frecuentes son los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y los problemas por consumo de sustancias. Así como la pandemia afectó a la vida de millones en todo el mundo, la crisis ecónomica también es un factor actuante en el bienestar emocional y social de miles de argentinos expresada, también, en la migración del sistema privado al público en relación a la atención de la salud mental, tal como explicó Manuel Vilapriño a MDZ en esta nota. En este contexto, la psicóloga mendocina Carolina Sosa explicó a MDZ que, aunque “la demanda de atención en el consultorio particularmente se ha incrementado”, hay una modificación notable en la modalidad de las consultas debido a las restricciones económicas. “Es cierto que la modalidad suele modificarse porque semanalmente no se hace posible por cuestiones económicas”, indicó. Foot: Freepik. Esta situación es preocupante, ya que muchos casos requieren una continuidad en el tratamiento para ser efectivos. “Con algunos casos es necesaria cierta continuidad”, señaló Sosa, subrayando la dificultad de mantener tratamientos adecuados bajo presión financiera. Por otro lado, en algunos gimnasios de Mendoza también se refleja esta tendencia, aunque otros no observan una baja en el número de socios o en la frecuencia de asistencia semanal. Si bien, algunos atribuyen esta disminución a la situación de crisis económica, otros mencionan que el frío también juega un papel en la decisión de reducir o abandonar la actividad física. Sin embargo, todos coinciden en que hay un cambio de conciencia al considerar a la actividad física como esencial para la salud y estabilidad emocional en tiempos de crisis económica. Matías Montané, profesor de Educación Física del Cirse de Mendoza, compartió su perspectiva con MDZ. “La gente puede dejar un tiempo o darle mayor significado a la hora de buscar precios sobre una actividad puntual, pero el que deja al tiempo vuelve o busca alternativas en actividades y espacios más económicos”, aseguró. Montané enfatizó que la actividad física tiene múltiples beneficios. “Favorece la autoestima, es clave para el desarrollo integral de la persona, previene ansiedad, depresión, estrés y ayuda a regular el descanso. Es la mejor medicina”, afirmó. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ En el mismo sentido, el profesor de Educación Física Pablo Stahringer, manifestó que “la gente al no salir de vacaciones, sigue manteniendo la actividad física diaria, sigue manteniendo el gimnasio por una cuestión de que ha entendido -sobre todo luego la pandemia- de que es una herramienta importante para estar bien con uno mismo. Es más, hemos charlado con algunos y te dicen ‘lo último que dejaría es la actividad física’”. Desde el punto de vista del entrenador la actividad física no se ha visto afectada por la crisis económica. "Al contrario, la gente busca estar bien consigo misma, con su cuerpo, con la actividad física, conectarse un poquito para el día a día”, agregó Stahringer. Los testimonios dan cuenta de una realidad difícil y contradictoria: cada vez hay mayor conciencia de que realizar terapia y actividad física está relacionado directamente con mantener el equilibrio emocional en un contexto económico que no ayuda a mantener ni la estabilidad material ni la psíquica. La inflación y los salarios insuficientes obligan, muchas veces, a priorizar los alimentos, el pago de los servicios y diversos gastos de la vida cotidiana mientras que las actividades esenciales para el bienestar integral, como la salud física y la salud mental, son las primeras en ser sacrificadas.

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