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  • Las canciones, una herramienta contra el Alzheimer | El curioso efecto de las letras en el cerebro

    » Pagina 12

    Fecha: 24/06/2024 07:01

    Al echar un vistazo al cartel de Glastonbury de este año, dos cosas llaman la atención. En primer lugar, el gran número de actuaciones nostálgicas, desde Avril Lavigne y Keane hasta Sugababes y Corinne Bailey Rae. En segundo lugar, el hecho de que puedo cantar de memoria cada letra de cada uno de sus grandes éxitos, a pesar de no haber escuchado ninguno de ellos en años. Debo decir que tengo una pésima afinación y una memoria pésima. Mis recuerdos de vacaciones enteras, de libros que he leído e incluso de conversaciones de ruptura se han colado por el tamiz de mi cerebro en un sumidero sin fondo de olvido, para no volver a ser encontrados jamás. Por supuesto, no es un caso único que puede recordar la música por encima de muchas otras cosas. Al día de hoy, mis amigos son capaces de cantar cada palabra de "Unwritten" de Natasha Bedingfield en un largo viaje en coche. Y a mi abuela, que padece Alzheimer, se la puede oír canturrear canciones de amor de los años cincuenta, aunque le cueste identificar a sus nietos. ¿Qué tiene de especial la música? En parte se debe a la "pura familiaridad", explica Kelly Jakubowski, profesora asociada del departamento de música de la Universidad de Durham. "Escuchamos la misma música una y otra vez, muchas más veces de las que leemos el mismo libro o vemos la misma película. Esta sobreexposición extrema a la misma canción muchas veces puede reforzar el rastro en la memoria". Y aunque hayamos escuchado una canción por última vez hace 20 años, probablemente la pusimos en repeat en su momento. Este efecto de repetición también se aplica, por desgracia, a equivocarse con la letra. Otro factor que explica por qué las canciones son tan memorables es la "emotividad" de la música. "Las investigaciones psicológicas demuestran que las cosas emocionales se recuerdan mejor que las no emocionales", afirma Jakubowski. No se trata sólo de las emociones que expresa la propia música -desde la melancolía doliente de Jeff Buckley hasta la energía galvanizadora de Aretha Franklin-, sino también de las emociones profundas que tenemos en respuesta a la música, o a las situaciones que la rodean, como un funeral o una fiesta. "Un procesamiento emocional más profundo de un estímulo también facilita una codificación más profunda en la mente", agrega Jakubowski. Con esto quiere decir que cuanto más memorable sea la situación, más probabilidades hay de recordar la canción que sonaba de fondo. El último factor, relacionado con la emotividad, es que al escuchar música se enciende más de una parte del cerebro. "No se trata sólo del córtex auditivo", dice Jakubowski, "también se activan estas áreas del cerebro relacionadas con la emoción". También se encienden las regiones motoras. "La gente recuerda los movimientos y quiere bailar con ellos", explica. "La música activa una amplia gama de regiones cerebrales implicadas en la memoria, pero también en la emoción, el movimiento, la sensibilidad a la recompensa." Gracias a esta "codificación profunda", algunas personas con demencia son extraordinariamente capaces de recordar una melodía incluso cuando todo lo demás parece haberse esfumado. En 2020, se hizo viral un video de una antigua bailarina que se iluminaba y agitaba los brazos al oír una melodía de El lago de los cisnes. A principios de este año, mi abuela me cogió de la mano y cantó suavemente cada palabra de "Someone to Watch Over Me" de Ella Fitzgerald mientras sonaba en el funeral de mi abuelo. Pero al salir de la ceremonia, se sintió confusa al ver que su marido, con el que llevaba seis décadas, no caminaba a su lado, y miró hacia atrás a través de las puertas, preguntando dónde estaba. Sarah Metcalfe, que dirige la campaña Música para la Demencia, ha sido testigo de muchos momentos como éste con enfermos de demencia. "Para las personas que llevan mucho tiempo sin hablar, semanas o meses, podés encontrar la canción adecuada y de repente se ponen a cantar", dice, "y eso puede ser realmente poderoso para las familias, porque las habilidades que creían perdidas de repente vuelven". La música no sólo es importante para los que padecen demencia, dice, "también puede transformar la vida de los cuidadores y de las familias que piensan que han perdido a la persona". Metcalfe conoce a personas que han empezado a ir a la iglesia por primera vez en su vida porque es el único momento en el que oyen la voz de sus padres. "Puede que no hablen durante la semana, pero llévelos a la iglesia y un viejo himno está profundamente arraigado en ellos", dice. "Es muy poderoso poder devolverle la voz a alguien". Y también recuperar sus movimientos. Metcalfe ha visto varias veces el impacto de la música en la corteza motora del cerebro. "Para algunas personas con demencia, el movimiento se vuelve muy difícil", dice, recordando la historia de un hombre al que normalmente le costaba andar, pero que, cuando escuchaba música, podía bailar en su salón sobre una sola pierna. "Era cautivador ver la expresión de su cara, la libertad y la sensación de alegría que tenía en ese momento", dice. No vale cualquier canción. Jakubowski explica que los recuerdos más intensos de la música -y de todo lo demás- proceden de un determinado periodo de la vida, apodado el bache de la reminiscencia. "Va de los 10 a los 30 años, según el estudio que se cite", explica. Si se pregunta a un adulto mayor "¿Cuáles son los recuerdos más importantes de tu vida?", o se le dan pistas aleatorias, como "manzana", "médico", "mesa", y se le pide que piense en un recuerdo, recordará de forma desproporcionada los recuerdos de ese bache de reminiscencia. En parte, podría tratarse de algo biológico, ya que codificamos mejor los recuerdos durante ese período, que es el óptimo para el funcionamiento de nuestro cerebro. Pero también es un momento clave en la formación de nuestra identidad, cuando nos convertimos en las personas que somos". Hace referencia a Playlist for Life, una organización benéfica que ayuda a familiares y cuidadores no sólo a encontrar la música adecuada para una persona con demencia, sino también a aprender a aprovechar sus efectos. Un hombre con demencia, recuerda Metcalfe, empezó de repente a contar a su hijo historias de su juventud tras escuchar la música de un grupo al que había visto en concierto cuando era adolescente. "Mucha gente no sabe que la música puede ayudar, y luego se queda deslumbrada cuando lo hace", afirma. No sólo es probable que recordemos la música de nuestra adolescencia y primeros años de adultez, sino también la de nuestros padres. "Existe la idea de la reminiscencia intergeneracional de la música", dice Jakubowski, "en la que la gente también tiene un pequeño recuerdo secundario de la música de la adolescencia de sus padres, lo que sugiere que sus padres les han transmitido la importancia de un tipo concreto de música. Así, se observa este efecto secundario de que a la gente le gusta la música que se publicó antes de que nacieran, pero tienen recuerdos asociados a ella". La música es realmente magistral para desbloquear otros recuerdos, por pequeños que sean. Desde que éramos niños, hemos utilizado la música como recurso mnemotécnico: para aprender el alfabeto, enumerar capitales o recordar cuántos días tiene cada mes del año. Al final de nuestras vidas, si perdemos la memoria, es posible que volvamos a utilizar estas técnicas: a las personas con demencia a veces se les pone música con la melodía de una canción conocida como "Twinkle, Twinkle, Little Star", sólo que con una letra nueva que trata específicamente de su rutina matutina: lavarse el pelo, cepillarse los dientes, vestirse. * De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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