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  • Entre Ríos, Argentina

  • Recuerdos de infancia

    » Clarin

    Fecha: 23/06/2024 06:12

    La casa con su enorme portón de doble hoja de vidrio y hierro hermosamente trabajado. La casa de mi infancia, ese petit hotel elegante de estilo francés, testigo de mis primeros años, y mis primeros sueños. Allí, a mitad de una cuadra larga, frente a la que se abría una calle que aun hoy muy pocos ubican, a pesar de estar en Recoleta o Barrio Norte, -las denominaciones no coinciden con los registros catastrales-, escribí mis crónicas iniciáticas en libretas Avon espiraladas, de tapa blanca y lunares negros. En la esquina del no pasaje, que algunos se empeñan en llamar así y que otros denominan cortada, aunque no sea ni lo uno ni lo otro, había un almacén. Después se levantaría allí el edificio al que me mudaría muchos años más tarde. Puertas adentro de casa, cuartos y más cuartos; siete eran biblioteca. Adelante estaba el consultorio de papá. A un costado, la magnífica escalera por la que un día empezó a bajar gateando mi hermana que había logrado escaparse de su cuna. En la esquina de Santa Fe y Anchorena, con sus vidrieras bien pobladas de masas y tortas y su caramelera inolvidable, Los Chinitos. Sobre Charcas, la mansión de la señora de los patos. No puedo recordar ahora el porqué de ese nombre, pero así quedará registrada en mi memoria. Tanto como el disfraz de dama antigua, con peinetón y mantilla incluida, que usé en un Carnaval, cuando no sé cómo se decidió usar la cortada o el pasaje que no son, para que los chicos jugáramos a ser otros por un rato. Todo parece tan lejano, tan de otra vida. Como la garita de Santa Fe y Ecuador desde la que un policía dirigía el tránsito, en esos tiempos en los que el vigilante era una garantía de seguridad por si uno se llegaba a perder en el barrio

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