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  • ¿Todos mileístas? La política cordobesa, agazapada

    » La voz

    Fecha: 16/06/2024 11:15

    Los tres senadores por Córdoba votando a favor de la Ley Bases –la primera ley que logró el Gobierno libertario– integran una imagen que representa bastante fielmente estos primeros seis meses de la gestión de Javier Milei en el centro del país. Sin dudas representa a la inmensa mayoría de ese 74 por ciento de los cordobeses que votó a La Libertad Avanza y que en gran parte sigue respaldando al Presidente. También representa con exactitud al cordobesismo, esa lógica política que incluye tanto a oficialistas como a opositores y que admite acérrimos enfrentamietos dentro de los límites de la provincia, pero exige un mismo discurso antikirchnerista adentro y afuera. Es esa característica la que –en un país agrietado como nunca– deja a la mayor parte de la dirigencia cordobesa en la foto mileísta. Pero lo real es que las ideas de fondo que defiende Milei, su fundamentalismo de mercado y su desprecio por cualquier intervención del Estado en la sociedad no son representativos de la inmensa mayoría de los dirigentes políticos provinciales, y menos aún de los principales. El gobernador Martín Llaryora reivindica el rol del Estado donde el mercado no llega, citando para ello las mismas palabras que por años repitió Juan Schiaretti, pero también sosteniendo todos los programas sociales, apelando a Bancor con políticas contracíclicas para el sector privado y apostando a la obra pública. Luis Juez también fue un estatista cuando estuvo al frente de la Intendencia de Córdoba, y en la última campaña provincial –hace apenas un año– sus propuestas principales apuntaban a más Estado: prometió más médicos en los hospitales, más inversión en educación pública y hasta la restitución plena del 82% móvil para los jubilados cordobeses. Lo que ocurre es que en los seis meses que lleva la era Milei, la política cordobesa permaneció agazapada. Oculta. Temerosa de decir lo que piensa porque las encuestas dicen que en este momento algo más de la mitad de los cordobeses prefieren escuchar otra cosa. En Córdoba, como en Roma Por eso es tan relevante el primer paso que ayer dio el cardenal Ángel Rossi al reunir a los políticos más importantes de Córdoba y advertir –en consonancia con las señales que llegan desde Roma y que se replican en todas las iglesias del país– sobre el sentido de las ideas que se impulsan y de las decisiones que se toman desde la Nación. Con un llamado a poner al ser humano y no al mercado “en el centro de la política y de las políticas”, Rossi invitó a la reflexión a los principales dirigentes, entre ellos Llaryora, Daniel Passerini, Juez y Rodrigo de Loredo. El miércoles dirá lo mismo en una misa en Villa Angelelli, que terminará con una señal todavía más contundente: una olla popular. Desde el Centro Cívico, el entorno de Llaryora ratifica que el peronismo cordobés volverá a apoyar al Gobierno nacional en Diputados durante la revisión de la Ley Bases. No obstante, recalcan que hasta ahí llega el alineamiento: tras 25 años en el poder, está claro que el proyecto político del peronismo cordobés nada tiene que ver con las ideas libertarias. El gobernador pretende acelerar una incursión nacional de Schiaretti, para el armado de una corriente de centro cuando termine de concretarse la eclosión de Juntos por el Cambio. Con ese propósito, de la usina llaryorista surgen ideas tales como convertir a Schiaretti en candidato a diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para darle visibilidad nacional y facilitar el armado de un nuevo espacio federal. Todo el peronismo habla de eso, menos Schiaretti: nadie le comunicó aún oficialmente la idea, porque todos imaginan su respuesta. Puertas adentro del Panal, en tanto, se multiplican las críticas por el impacto del mega ajuste nacional en todos los frentes y repiten que en la reducción del 94% sobre los recursos no automáticos para Córdoba no sólo se eliminaron los recursos para la Caja de Jubilaciones, sino también fondos que iban al tratamiento de adicciones, a drogas oncológicas o a programas de discapacidad. Para no mencionar a los comedores, que nunca volvieron a recibir alimentos ni del reparto de leche a punto de vencerse, que necesitó una orden judicial para concretarse. Más allá de las críticas, en las últimas semanas la Nación logró articular un canal más eficiente para la negociación con las provincias. La llegada de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete es celebrada en Córdoba tanto como el acuerdo que él logró destrabar para que no queden paralizadas por años las obras viales que la Nación había comenzado. La hora y media que Llaryora tuvo con el ministro Luis Caputo es señal evidente de que la Nación debió abrir otras varias puertas para lograr la Ley Bases. La relación comienza a tener un tono más parecido al que pretendía Llaryora que al que había impuesto Milei al principio. La relación del Presidente con el resto de la política cordobesa es un enigma. Tiene una relación personal con Juez, y De Loredo ofrece señales contundentes de colaboración con La Libertad Avanza, pero Juntos por el Cambio se mantiene cohesionado tan sólo por su rol de oposición a Llaryora. Todo lo demás son diferencias y desconfianza recíproca y nadie imagina aún en qué se transformará cuando termine de implosionar la coalición a nivel nacional. Para todo eso falta. La política cordobesa hoy comienza la cuenta regresiva para la elección más importante del año: el domingo que viene Río Cuarto elige intendente y el peronismo enfrenta un escenario que todavía a muchos les parece irreal. Adriana Nazario no aceptó un acuerdo con el actual intendente, Juan Manuel Llamosas, y logró complicar al extremo una elección que el oficialismo provincial consideraba ganada y que ahora teme perder a manos del radical Gonzalo Parodi. Llaryora sumó a Schiaretti a la campaña, aceleró a fondo –hay muchas críticas de la oposición por prácticas clientelares– y trata de repetir en Río Cuarto la hazaña de Córdoba Capital, donde todo indicaba que ganaba De Loredo por 15 puntos y se impuso Passerini por ocho. Juez y De Loredo se ilusionan con celebrar el domingo pese a no haber participado de la campaña. Nazario no resigna sus ilusiones hasta que se cuenten los votos.

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