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  • El naufragio, el amor y la muerte

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 16/06/2024 10:47

    A principios de este mes de junio hubo en Chajarí un encuentro de estudiosos de procedencia variada, unidos por la intención de rectificar la apropiación y el sometimiento cultural de nuestro continente por la invasión europea iniciada en 1492. El encuentro, el 1 y 2 de junio, fue convocado por el historiador Juan José Rossi, director del Museo Ywy Mara Ey (La Tierra Sin Mal guaraní), que guarda piezas que Rossi ha ido reuniendo a lo largo de su vida. En el primer capítulo de su libro "América, el gran error de la historia oficial", Rossi expone las falacias y distorsiones de la historiografía clásica, que ha tenido efectos tales como considerar que la historia de "América" se inició en 1492 y no 40 milenios antes, cuando los primeros seres humanos ingresaron a nuestro continente desde el Asia por el estrecho de Bering, que entonces permitía el paso a pie porque la última glaciación terminó hace 12.000 años. El camino de la interpretación sesgada de la historia de nuestro continente -que los indígenas decidieron llamar "Abya Yala" y no América en un congreso de principios de este siglo en Quito- fue allanada por una interpretación muy prestigiosa, la de Hegel, el gran ideólogo alemán cuya intención era elevar el pasado griego, relativizar o ignorar el resto, y hacer de Alemania la Hélade moderna. Para Hegel, el mundo "viejo" es Europa, en particular los países nórdicos, y el mundo "nuevo" es América y Australia, que deben sus nombres a los europeos. Dice también que la cultura de América era completamente natural y tenía que perecer tan pronto como el "espíritu" se le aproximara. "América se ha mostrado siempre física y mentalmente desfallecida y sigue mostrándose así, pues los nativos han perecido después que los europeos aterrizaran en América, poco a poco por el soplo de la actividad europea». América para Hegel no es lo nuevo que tiene que desarrollarse, es lo natural que debe perecer al contacto con Europa, a la que reserva el "espíritu". Estas ideas sí son sesgadas; se han impuesto con facilidad dado el prestigio indiscutible que para las elites de nuestro continente tuvieron siempre los valores, usos y costumbres europeos, sus libros, sus ideas, sus comidas, sus vestidos, sus bebidas, todo. Veinte años después de que Colón se encontrara accidentalmente con una isla del Caribe el 12 de octubre de 1492, naufragó en las costas de México el barco donde viajaba Gonzalo Guerrero, un marinero español. El y algunos de sus compañeros que lograron salvarse, exhaustos, fueron tomados prisioneros por los mayas. Tiempo después, advertidos de las condiciones militares de Guerrero, lo nombraron capitán. Guerrero era andaluz de Niebla, había sido arcabucero de Carlos V y había participado de la toma de Granada por los reyes católicos, el fin del dominio árabe en España. Guerrero asistió a la muerte de casi todos sus compañeros, que se habían salvado del naufragio; pero al servicio de los mayas acumuló victorias en la guerra que cimentaron su prestigio. Entonces aconteció algo que hizo de él un personaje anómalo para la normalidad de sus compatriotas en nuestro continente: se casó con la princesa maya Za´asil-Há, conocida como Ix Chel Can, hija del cacique Nachan Can. Guerrero estaba perdido o muerto para los españoles, que no conocían del naufragio, pero tuvieron noticia de él cuando el capitán Juan de Grijalba capturó algunos nativos. Además, sabían que los nativos peleaban de una manera inusual en ellos: se turnaban para flechar y no temían a los arcabuces ni a los caballos, posiblemente asesorados por Guerrero. Cuando Guerrero tomó contacto con españoles que se proponían rescatar a los náufragos, les respondió: “Yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras: idos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir de esta manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos son...” Así por lo menos lo relata Bernal Díaz del Castillo. Guerrero murió luchando contra las huestes de Pedro de Alvarado en 1536. La generalidad de los españoles luchaban contra los nativos, Guerrero luchaba contra los españoles a favor de los nativos. Tenía en mente a sus tres hijos, nacidos en esta tierra de madre maya y no dudaba del sentido que debía dar a sus armas. En 1536 Guerrero y sus aliados acudieron en auxilio de los mayas en lo que hoy es Honduras. Lograron que los españoles se replegaran. Cerca del río Ulúa un tiro de arcabuz en el pecho lo hirió de muerte. Los cronistas lo nombran Gonzalo Azora, ya que el apellido Guerrero había sido cambiado por los mayas por Aroca, traducido al español como Azora. De él dicen que “andaba entre los indios en la provincia de Yucatán veinte años ha y más en hábito de indio”. Gonzalo Guerrero se identificó con la cultura maya. Se hizo tatuajes y perforaciones, vistió sus trajes e hizo con su pasado borrón y cuenta nueva. Ilustró a los mayas sobre el arte de la guerra de los españoles y obtuvo cargos importantes. Fue aborrecido por las autoridades españolas y por los criollos bajo su influencia cultural. No era para menos: había abandonado la fe católica, era un ser extraño, incomprensible A diferencia de sus compañeros españoles, había formado una familia con una mujer indígena, había tenido tres hijos, dos varones y una mujer, había mezclado su sangre con la de los nativos. Según los cronistas españoles era un traidor y se perdió por abrazar los dioses de su mujer. El himno del estado mexicano de Quintana Roo, en Yucatán, dice: "Esta tierra que mira al oriente cuna fue del primer mestizaje que nació del amor sin ultraje de Gonzalo Guerrero y Za'asil".

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