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  • Mientras quemaba la cena

    » Perfil

    Fecha: 16/06/2024 04:54

    Soy una perfecta ladrona. Cuando maternaba, en esos hermosos años en los que la juventud temprana me permitía multiplicar cualquier partícula de tiempo, aprendí a escribir en el bache que había entre dejar a los chicos en el jardín y subir al subte para ir al trabajo. En lugar de llegar temprano a la oficina me sentaba en el bar de la esquina de Medrano y Humahuaca, muy cerca del colegio y a la vuelta de mi casa, donde lograba que el mundo desapareciera para imaginar poemas o inventarme personajes e historias. Recuerdo apoyar la cabeza contra el enorme ventanal y perderme en las miles de hojas amarillas del invierno que iban armando esponjosos colchones sobre las veredas. Observar inspira. Sentarse a escribir, también. Es mentira que hay que tener todo en la cabeza antes de empezar. Esas son idioteces de la masculinidad totémica o de los individuos que se aburren de que les sobre el tiempo. Para ser mujer y escritora hay que robar con elegancia. Recuerdo que me había comprado una pequeña Mac y la llevaba de aquí para allá por si, en alguna sala de espera o repentino batifondo laboral, el tiempo se hacía a mi favor y entonces: metía una línea de texto. Cuando salía sin la compu, tomaba notas en mi celular o en alguna libreta. Mientras quemaba la cena en el horno, pensaba en argumentos infames que nunca escribiré. Otras veces, muchas, robé tiempo bien pago mientras miraba con cara de poker la genialidad del creativo de turno. Es impresionante todo lo que uno puede hacer rendir su silencio en las reuniones donde a nadie le importa un rábano lo que vayamos a decir. Aprender eso me hizo más eficiente en el ámbito laboral y, no sé si mejor, pero sí escritora. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. Hoy más que nunca Suscribite Todo lo que he podido producir hasta ahora ha sido una perfecta estafa. Tiempo escatimado a la familia, al trabajo, al sueño. Ahora, por ejemplo, escribo esto mientras, como cada domingo, acompaño a mi esposo que juega un campeonato de fútbol a unos metros de esta YPF, siempre vacía, del barrio de Moreno. Aquí, donde encontré un café aceptable y una mesita con wi-fi a la espera del reencuentro. Escribir es inventar un tiempo improductivo. Nada más ni nada menos que eso. Es aquietar el cuerpo, apagar todas las pantallas, salvo una, y reencontrarse con la voz que nos lleva por los caminos del deseo y que, indefectiblemente y si logramos crecer, nos irá trayendo la certeza de que la paz se alcanza cuando el deseo se pierde, afloja, va quedando atrás. Vivir bien es ir hacia el nihilismo, hacia la nada. El mejor deseo es que, algún día, por fin dejemos de desear.

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