Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Se postergó el vencimiento del impuesto inmobiliario rural 2024

    Valle María » Vallemarianoticias

    Fecha: 23/05/2024 08:48

    Caminar 40 cuadras para buscar la cena. La espera, con un niño y un par de perros, arropados con abrigos de polar. Los vecinos que ya sabían del hambre mucho antes de la motosierra. Los que se suman ahora y la comida que no alcanza. Un centro de referencia para la ayuda social que se desploma al ritmo del ajuste. Perder el trabajo. Brando cuenta que su mamá tiene frío y que más frío tiene ahora que le agarró dengue. Por eso no está con él esta noche, en Plaza Sáenz Peña. El niño no para de hablar. A upa de su abuela, María. Cuenta que se le murió su perro, estaba abichado. Pregunta a la interlocutora si tiene perro, quiere saber su nombre. Una pareja que llegó también caminando, hace un ratito, trajo sus mascotas, dos perros callejeros bien cuidados, con riguroso abrigo de polar. Corretean alrededor del Monumento a la Memoria. La noche está fría. Llegaron temprano, taper en mano. Son las 20.45 del martes. María calcula que tienen por lo menos media hora más de espera, una espera que se aliviana con la conversación entre adultos, un grupo de 10, que espera la cena en la Plaza, sobre calle Carbó. Hacen saber que en el corazón de la Sáenz Peña está el grueso de los vecinos que llegan los martes, desde distintos puntos de la ciudad para tener un plato de comida. “Nosotros venimos hace como dos años. Siempre”, cuenta María de ella y de las almas reunidas en torno a un banco de plaza, como cada martes. Vienen de Barrio Cuarteles, o “de más allá, de después de la Pasarela”, o “como a cuarenta cuadras de acá, todo caminando”, se van presentando. “Ahora cada vez hay más gente. Espero que alcance la comida”, cruza los dedos María y mira a lo lejos, Carbó, a la espera del arribo de “Un Cielo Nuevo”, nombre con que se identifica a un grupo humano, solidario, convocado por la Parroquia “Nuestra Señora de la Piedad”. Pelar, limpiar, cocinar y arrancar el recorrido, silencioso, paleando la tristeza y el hambre en las calles de Paraná. Puede llegar a faltar comida. Es que hay más gente. Y hay otras paradas donde garantizar la cena, en Plaza 1° de Mayo, en la Plaza “del Bombero” (Alberdi). “Pasa a veces que llegan hasta acá y resulta que no alcanzó. Ahí sí. Un vaso de leche y chau”, se preocupa María, 62 años, una familia ampliada que la espera, de la mano de Brando que cursa el 1° grado en la Escuela “Álvarez Condarco”. La pareja de los perros abrigados, se aleja despacio, sin preanuncios. Los perros los siguen. “Se van a tomar un helado”, adivina risueña María. “Un Cielo Nuevo” no llega. Brando decide acompañar la caminata, una cuadra y unos metros, por Carbó, hasta la sede de CDR (Centro de Referencia) dependiente del que era el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Desguace Enrique Carbó 750. Allí, hasta hace un par de meses, funcionaba la oficina de una decena de reparticiones del Estado Nacional. Sumaban alrededor de 60 trabajadores. Hoy no son más de 10, 12, a la espera del cierre definitivo de las distintas áreas. El cartel no se ha quitado. Incluso lo corona la imagen de Eva Perón, aquella que dijo “donde hay una necesidad hay un derecho”. La frase es citada por el presidente Javier Milei para denostar la idea de Justicia Social, para negar la existencia de derechos, para marcar que aquello que se dice derecho es un gasto en la Argentina del presente. Hay un cartel de Eva Perón. Porque nadie consideró necesario sacarlo todavía. Hay también un emplazamiento de desalojo. Cuentan en la inmobiliaria que administra la casa que desde el Ministerio de Capital Humano se les notificó que cesa el contrato y que no hay novedades de pago de la deuda en concepto de alquiler. La notificación del desalojo fue presentada en Mesa de Entradas. Se pretendió la firma de alguien. Pero no hay nadie para firmar en calle Carbó. Imposible lograr la rúbrica de trabajadores que han quedado descolgados de una orgánica descuartizada, sin referencias locales ni nacionales, sin tareas que hacer, sin otro fin que esperar el cese en su puesto y el inicio del limbo de la desocupación. En la casa, de lunes a viernes, desde temprano, cada día, quedan solo algunos empleados del CDR, pocos, con contratos hasta fines de junio. Contratados cada año, a lo largo de 18, 15, 7 años, sin lograr nunca la estabilidad. Otros empleados, 8, que tuvieron acceso a un cargo por concurso, están recibiendo una suerte de capacitación con promesas de ser reubicados en algún lado, quien sabe donde. Podría ser incluso en una empresa privada. Hasta diciembre, en Carbó 750, funcionaban oficinas de Inadi, Siempro (Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales), Ministerio de la Mujer, Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, Comedores Comunitarios, el área de Pensiones No Contributivas. Nada de eso ha quedado en pie. Brando mira para adentro, entre una red metálica de la puerta cerrada. Los trabajadores, al borde de su despido, han dejado colgados unos carteles destinados a la población de quien se pretende amparo, apoyo, en un contexto de feroz denigración del rol de los estatales. No sabe leer Brando todavía donde dice “Ni ñoquis, ni casta”; “No a los despidos en los CDR. Alimentos. Derechos”. Hay más afiches, sobre los vidrios dentro de la casa: “Te acompañamos en la gestiòn de microcréditos”; “Te acompañamos en los trámites en Anses”; “Estuvimos con el Monotributo Social”; “Gestionamos espacios amigables para las infancias”. “No a los despidos”. Pero Brando no sabe leer todavía. Volvemos a la Plaza. Falta frío todavía, falta tiempo para que llegue “Un Cielo Nuevo”. Página Política

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por