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» La arena
Fecha: 16/05/2024 05:27
Hay que reconocer que es cierto lo que dice Javier Milei respecto a que ya se empiezan a ver los resultados del brutal ajuste que impuso… Claro que conviene precisar que no es en el sentido que él pretende, sino que la verdad es muy otra, porque a las desfinanciaciones múltiples y brutales, al saqueo a las jubilaciones, al desprecio por la ciencia (por no nombrar más que algunos desastres al azar) ahora se advierte que las catástrofes están allí nomás, a la vuelta de la esquina como quien dice. Y para probarlo, allí está el reciente choque ferroviario en la Capital Federal donde, milagrosamente, no hubo muertos aunque sí una cantidad muy considerable de heridos. En el fondo del hecho está la sedicente y repetida proclama de Milei en cuanto al progreso hacia un país moderno y estable: el desastre ferroviario se produjo porque el sistema de señales ferroviarias no funcionó debidamente (o directamente no funcionó) y la causa de esa irregularidad está en que se robaron los cables transmisores. Ese robo, en definitiva, no es ninguna singularidad: ya se sabe que los valores del cobre inducen a muchas personas a la sustracción de cables, un problema al que los pampeanos no somos ajenos, según lo han consignado noticias recientes. Por cierto que asombra el hecho de que puedan sustraerse partes vitales de un servicio como el de los trenes suburbanos con tanta facilidad y la inadvertencia policial, pero lo indignante es que, tal como lo señalaron los delegados y trabajadores ferroviarios, esa anomalía llevaba ya bastante tiempo sin que se prestara atención al riesgo que implicaba y que se evidenció en el accidente. Por otra parte, la circunstancia ya venía siendo denunciada desde un ámbito todavía mayor, aunque concerniente al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: falta iluminación nada menos que en los bosques de Palermo, y en algunos tramos de autopistas. La causa: sustracción de lámparas y cables. Lo curioso, o no tanto, es que a esa falta se suma la ausencia de mantenimiento de las vías, el despido de personal -calificado o no- y el centenar y medio de locomotoras varadas en los talleres por la falta de repuestos que no se compran. La prepotente y mentirosa expresión de que “no hay plata”, señalan los delegados ferroviarios, llegó al punto de que no tienen lavandina para la limpieza de los baños. Todo apunta a incentivar las quejas del público y generar un ordenamiento propicio para abrir las puertas a la privatización de los ferrocarriles, con los “beneficios” que ya conocemos. Es necesario destacar también la actitud del Ejecutivo –Presidente, secretario de Trasportes…- que no se hicieron presentes en el lugar del accidente o manifestaron una presencia directa, ni tan siquiera para aportar el peso de sus cargos a la eficiencia en el auxilio y la atención de los heridos. La indiferencia presidencial recordó una actitud similar cuando el huracán que tiempo atrás asoló Bahía Blanca; como en aquella oportunidad en que se negó la ayuda de la Nación y dejaron un desdeñoso “que se arreglen solos”.
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