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» Clarin
Fecha: 15/05/2024 22:28
Boris Yeltsin iba por su reelección en la Rusia post-comunista cuando le acercaron unas planillas con encuestas desfavorables. Las leía en un alto de campaña, hundido hasta el pecho en una pileta de aguas termales. Para cortar el silencio incómodo entre quienes lo acompañaban, su jefe de seguridad, Alexander Koriakov, se acercó, meneó la cabeza y reflexionó: “La democracia está bien, pero sin elecciones es más segura”. Era 1996. Casi 30 años después, aquella máxima vuelve a desnudar un modelo de acción para gestionar el clientelismo político en la Argentina que podría enunciarse así: Las marchas piqueteras están bien, pero si les sacamos el plan a los que no marchan son más concurridas. O, si se prefiere: Los paros nacionales están bien, pero si les cortamos el transporte a los que quieren trabajar y les tiramos piedras a los colectiveros que circulan, son más masivos. Esa cultura del apriete lleva los niveles de crueldad al rojo escarlata y siempre es una trampa difícil de sortear para las víctimas, esmeriladas por la necesidad. Las 14 denuncias que el Ministerio de Capital Humano presentó en Comodoro Py sobre fraude al Estado más las denuncias sobre las extorsiones de grupos piqueteros a sus militantes-clientes (y los 32 allanamientos que les siguieron) pusieron en blanco sobre negro aquel esquema conocido acerca de marchas donde se toma lista y se cumple horario firmando planillas. Con “códigos” como irse solamente cuando se bajan las banderas, firmando el “egreso” al volver al micro o entregando el número asignado de “presente” al referente barrial. Un esquema piramidal de jefaturas y controles implacables que replica una estructura policial con un castigo claro: si no marchás, te sacamos el plan. ¿Por qué? Porque lo dice “el referente”. Es una sentencia inapelable con un objetivo ejemplificador, basado en el miedo. En los allanamientos apareció un cuaderno rotulado "Sanciones", como si fuera el libro de guardia de una Comisaría. Por el contrario, colaborar con la estructura del piquete público lleva a ascender en la cadena jerárquica y a conseguir más planes. “Hasta cuatro”, describió ayer ante el Congreso el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, hablando de “esclavitud moderna”. Por fuera de la circunstancia política -ahora funcional al Gobierno-, es un escenario de autoritarismo despiadado en dirigentes que construyen su imagen declamando solidaridad social y actuando en las antípodas, con chantajes miserables: si no hacés lo que te digo, no comés. Entre las pruebas que apilan los fiscales, una mujer denunció que le dijeron que seguiría cobrando sólo si iba a la marcha con su pequeño hijo. Entonces sería: Traé al nene para “conmover”, pero si no lo traés no cobrás. Nosotros no nos conmovemos. Más miserias no se pueden repartir. El esquema excede a los planes. Hubo compras millonarias de guardapolvos donde salían pagos pero no entraban guardapolvos. Otra vez, el Estado adelantaba fondos por mercadería que nunca llegaba. No es original pero es curioso: un método idéntico al que enriqueció a Lázaro Báez y llevó a Cristina Kirchner a ser condenada por la obra pública en Santa Cruz. Pagos para rutas que jamás se hicieron. La inversión estatal sin contrapartida incluye a 2.646 comedores populares de los cuales 1.247 no existen: en esos domicilios hay baldíos, talleres mecánicos o hasta un country en Quilmes. Esos gastos sin control ocurrían en el Ministerio de Desarrollo Social que comandaba Victoria Tolosa Paz, esposa de Enrique Albistur, quien dijo que al gobierno de Milei le decían Semana Santa, porque no se sabía si caía en marzo o en abril. Ya en mayo, hay 28 dirigentes piqueteros imputados por aprietes o fraude, alimentados a la sombra de aquella gestión. Mirá también Mirá también Las carpetas negras de los piqueteros: la Justicia encontró cuadernos con sanciones y listados de presencias en las marchas
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