Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El hijo del creador del Pulqui II, en Córdoba tras las huellas de su padre

    » La voz

    Fecha: 09/05/2024 23:43

    Correr los velos de la historia siempre depara sorpresas, algunas significativas y otras que son detalles, pero que forman parte de la trama sustancial. Mucho de eso ocurrió semanas atrás en la actual Fábrica Argentina de Aviones (Fadea), durante la emotiva visita de uno de los hijos de Kurt Tank, el diseñador del ya mítico Pulqui II. En el marco de un viaje particular a Córdoba, Wolfram Tank (86), de él se trata, aceptó recorrer las instalaciones del ex Instituto Aerotécnico, espacio que transitó con frecuencia de niño en compañía de su padre durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Como ya es conocido, Kurt llegó a la Argentina a la cabeza de un equipo de expertos alemanes en el diseño y la construcción de aeronaves de guerra para el Reich. Fueron convocados por el entonces presidente Juan Domingo Perón, quien les encomendó el desarrollo del segundo avión a reacción caza argentino. Wolfram Tank dialoga con un piloto de pruebas del Pampa en la puerta del mismo hangar donde se alojaba el Pulqui II. En esa migración con su familia –con el contexto de una historia de intrigas para poder salir de Europa–, vino al país Wolfram, con 11 años, quien en su vida cordobesa cursó estudios secundarios con la Octava promoción del Liceo Militar General Paz, a donde ingresó por expresa intercesión de Perón. Con la percepción propia de un niño al que todo lo asombra, quien con el paso de los años desarrollara toda su vida profesional en Buenos Aires, este ingeniero recuerda con memoria prodigiosa los vuelos en la fábrica a bordo de un Focke Wulf FW44 –cuya licencia de construcción había comprado el Instituto–, un allanamiento de la Revolución Libertadora a su casa de Villa Carlos Paz y la oficina de su padre, lugar en el cual él mismo le tomó una difundida fotografía, entre una larga serie de episodios. La recorrida de Wolfram estuvo acompañada, entre otras personas, por Juan Ignacio San Martín (nieto del exdirector del Instituto en aquellos años y exgobernador de Córdoba), responsable de mantener vivo el legado de la fábrica, y por el escritor Mauricio Bossa, autor de Kurt Tank-La verdadera historia del constructor del Pulqui II. El paso de Tank por ese lugar a finales de los años ‘40, si bien fue relativamente breve, todavía depara respeto entre los empleados de Fadea, quienes se lo hicieron saber apenas Wolfram puso un pie en la guardia. La oficina que ocupaba Kurt, que sigue en uso, fue visitada por su hijo Wolfram. La recorrida abarcó las oficinas donde se pergeñó el Pulqui II y Kurt ocupaba con su gente –entre ellos, Jürgen Naumann, uno de los creadores del reloj Cucú de Villa Carlos Paz–, el hangar del avión que todavía funciona como tal y el archivo donde se pudieron observar planos originales, con anotaciones de puño y letra de su diseñador. Tank portaba una doble característica. Además de ser el ingeniero aeronáutico que le desarrolló a la Alemania nazi el mítico Focke Wulf190, terror de los pilotos aliados; el FW Ta152 (iniciales del apellido del creador), el cuatrimotor FW200 Cóndor (avión de traslado personal de Hitler), y el FW183, antecesor del Pulqui II, era un eximio piloto de pruebas. La combinación era insuperable para la época, y la fábrica de la recóndita Argentina disfrutó de ello. Mauricio Bossa, Wolfram Tank y Juan Ignacio San Martín observan los documentos originales del Pulqui II en el archivo de Fadea. Wolfram recordó precisamente uno de los episodios que casi le cuestan la vida a su padre. “Fue el día en que realizando un vuelo de prueba con el Pulqui II, en octubre de 1950, el avión ingresó en pérdida aerodinámica, desplomándose, literalmente, del cielo”, describe Bossa. Kurt Tank se encontraba “atrapado en la carlinga de un avión que se negaba a obedecerle y sin comprender lo que estaba sucediendo; y a segundos de la muerte, concluyó que debería eyectarse”, prosigue el autor. A punto ya de saltar, observó que la turbina Rolls Royce continuaba en funcionamiento y aplicó potencia gradualmente. Metros antes de estrellarse, recuperó el dominio de la máquina, por lo que salvó su vida y al valioso prototipo. Ya en tierra, ordenó cargar combustible y volvió a despegar para repetir la experiencia. Voló y, al regresar, explicó a sus colaboradores que el culpable de aquella anomalía era el diseño de la cola “en T”. El problema se solucionó lastrando un poco más la parte delantera del fuselaje. “Si Tank no hubiera mantenido su proverbial sangre fría –concluye Bossa tras el diálogo con Wolfram–, el Pulqui II se habría perdido poco antes de su presentación en público (precisamente ante Perón) y la causa del problema permanecería en el misterio”. Asimismo, la franqueza y la calidez del diálogo entre Wolfram Tank y el arquitecto San Martín sirvieron para desmitificar cosas repetidas sobre la relación del aquel ícono de la aviación mundial con Argentina, el peronismo y la revolución libertadora. Se ha dicho mucho, por ejemplo, sobre el amor de Tank por nuestro país. Sin dudas hubo un afecto muy especial porque Córdoba se convirtió en una “especie de oasis personal y técnico”, al que pudo traer a su familia, que vivió en Villa Carlos Paz, en una casa que aún se mantiene en pie. “Pero luego de su partida, jamás regresó ni pensó en regresar”, dice Bossa, quien entiende que quizás su éxito en India con el HF24 Marut, un caza multirrol al que muchos bautizaron “Pulqui III”, lo haya hecho olvidar rápidamente de su experiencia en la Argentina. Es más, Kurt se fue a Nueva Delhi y Wolfram continuó en Córdoba con sus estudios, alojado en casas de amigos. Kurt Tank el día que le presentó el Pulqui II al presidente Juan Domingo Perón. El mismo diseñador realizó ese vuelo. Otro perfil develado en esa conversación fue el vínculo con Perón, el líder político con el que mantuvo una excelente relación desde que se conocieron. Tanto fue así que Tank incidió para que Argentina iniciara su desarrollo atómico tras presentarle al entonces presidente al físico austríaco Ronald Richter, quien, aunque resultó ser un fabulador, sentó las bases de una industria en la que el país es referente mundial. Con la llegada de la Revolución Libertadora, Tank renunció a continuar trabajando en el país, en honor a quien lo había traído. Pero no hubo esfuerzos en ninguna de las dos partes para proseguir cultivando la relación que nació a finales de 1947. La discontinuidad del Pulqui II, del cual se construyeron cinco prototipos, no habría obedecido a otra cosa más que a la falta de dólares para mantener el desarrollo. Los últimos meses de Perón, antes de que lo derrocaran, estuvieron signados por la inflación y la carencia de divisas, un esquema que se repite a lo largo de la historia del país. “Coincidimos con Wolfram en que su padre quedó desconcertado ante la falta de definiciones en ese crucial momento. De hecho, desde 1953 y en adelante Kurt pasó más tiempo en Alemania que en Argentina, hasta que le llegó el ofrecimiento de la India”, apunta Bossa. El vínculo con la Libertadora fue otro episodio conversado, mientras se desarrollaba la visita a la actual Fadea. Tras el golpe de 1955, ingresaron violentamente a la casa familiar y se llevaron pertenencias, algunas traídas de Alemania, que jamás fueron recuperadas. Tank afirmaba entonces que el ministro de aeronáutica del nuevo gobierno, el comodoro Julio César Krause, le ofreció seguir su trabajo en Córdoba, algo que declinó por la referida lealtad a Perón, agregó Wolfram. El destino de las cenizas del padre de tantos aviones de caza también fue objeto de imprecisiones en algunas narraciones. Kurt falleció en Múnich en 1983 a la edad de 85 años. Se dijo que había pedido que sus cenizas fueran esparcidas en aguas argentinas por su amor al país. Pero eso no ocurrió así, corrigió su estrecho familiar. En realidad, el pedido a la familia fue que esa ceremonia ocurriera en aguas oceánicas. Su hijo varón, con residencia en Buenos Aires hasta la actualidad, contaba con una embarcación, por lo que él y sus hermanas condujeron la urna al estuario del Río de la Plata, donde quedaron sus cenizas. Bossa marca también otra curiosidad en la vida de Wolfram, desgranada en su visita a la fábrica. Cuando el general Eduardo Lonardi se levantó contra Perón y se ordenó la movilización de los liceístas, aquel jovencito alemán de 18 años preguntó, sin entender, si las órdenes “eran defender o deponer al entonces presidente”. Nadie supo qué responderle. Con el paso de las horas, sus jefes les informaron que la tarea pasaba por apoyar a los insurrectos. “Al final, ¡tuve que ayudar a derrocar al amigo de mi padre!”, ironizó. Aunque aquel jovencito apenas era un cadete condicionado por sus superiores. Encuentro Wolfram Tank y Mauricio Bossa, autor de los dos volúmenes sobre la vida de Kurt, no sabían de sus existencias hasta que el segundo tomo, que aborda el diseño y la construcción de los prototipos del Pulqui II, estuvo a punto de entrar a imprenta, en 2020. Ello no modificó la obra, pero sirvió para reafirmar datos históricos.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por