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  • ¿Acaso se puede plagiar un movimiento, un desplazamiento, un modo de inclinar la cabeza?

    » Clarin

    Fecha: 09/05/2024 16:40

    Alguien discute si los 4:33 minutos de silencio enmarcados en la pieza del compositor estadounidense John Cage (de 1952) pueden ser plagiados. La idea del músico, vaciar un intervalo de tiempo de sonidos y señalar esa ausencia donde un público esperaría una experiencia del orden de lo musical, puede ser repetida, tomada como concepto y de ese modo, generar las condiciones posibles para ser acusado de plagio. Pero cuando la noción de copia surge a partir de los movimientos, de una gestualidad que propicia la danza, todo se vuelve más indeterminado. ¿Alguien puede considerarse dueño de un desplazamiento, de un modo de inclinar la cabeza o levantar los brazos? En la escena dos bailarinas, Inés Armas y Laura Peña Núñez, que parecen idénticas (llevan el mismo corte de pelo, se visten igual, tienen un esquema corporal similar) bailan la coreografía Watermotor (1978), de la bailarina y coreógrafa estadounidense Trisha Brown. Se podría decir que intentan asimilarse la una a la otra o que, al entender que eso es imposible, juegan a resolver ese baile de una manera parecida pero sin poder evitar que asomen las diferencias. Al mismo tiempo, como una suerte de yuxtaposición, toman a la bailarina norteamericana como referente, recuerdan sus movimientos e intentan parecerse a ella. Gabriel Urbani se mete en la escena para insertar la palabra, entonces la danza funciona como una instancia reflexiva. La pregunta sobre el original y la copia, sobre los procedimientos que nos llevan a pensar lo propio en la producción intelectual y estética, se vuelven cada vez más precarios. Las bailarinas parecen idénticas y evocan, a su vez, a Trisha Brown. Foto: Tatiana Silberstein/ Gentileza La conformación de una obra artística responde hoy a un sistema de edición, como plantea el crítico y curador francés Nicolás Bourriaud, más que a la facultad de inventar algo nuevo. La originalidad se convierte en un concepto cada vez más difícil de definir e identificar y Copia original. La muerte del autor o el éxtasis de las influencias, la obra coreográfica creada por el Colectivo Dominio Público y Fagner Pavan, se presenta como una versión graciosa de esta discusión. El mecanismo de la repetición habilita transformaciones sobre el original y el trabajo de las dos bailarinas y el bailarín funciona como un ejemplo que dialoga con los textos citados pero que busca también plantear una discursividad desde el movimiento. El público podrá establecer la diferencia de categorías. Cuando vemos la proyección de la coreografía de Trisha Brown rescatada de YouTube, entendemos que la capacidad interpretativa genera una instancia de originalidad, tal vez más contundente que la creación misma de otra forma de baile. Es esa subjetividad que compone los movimientos la que vuelve una danza única. La palabra, las nociones que funcionan como una suerte de dramaturgia y que provienen del campo teórico y periodístico, parecen guiar los movimientos como si funcionaran como un territorio experimental donde poner a prueba las ideas. Se puede pensar con el cuerpo, sería la premisa de esta obra del Colectivo Dominio Público y Fagner Pavan. La reproducción es un elemento estructurante de esta propuesta. Si existe un autor, parece decir el Colectivo Dominio Público, será plural. La copia original se sostiene en el impulso mecánico de pensar a dónde nos lleva la repetición, la asimilación y la observación como un elemento que habilita la copia. La noción de muerte del autor, que en en la obra de Roland Barthes se refería a la construcción de un campo crítico autónomo que no respondiera a la opinión del autor sobre su obra sino que la relativizara para diseñar un texto analítico capaz de lograr un valor por sí mismo y no ser subsidiario del material estético en cuestión, aquí es tomada como la imposibilidad de crear de manera individual. Si existe un autor, parece decir el Colectivo Dominio Público, será plural, la obra, como en una cadena fordista, se compone de las variantes que cada integrante le asigna. No hay un momento autoral, sino un devenir de sujetos que al moverse, hablar, pensar, construyen una pieza, atravesados por todo lo que vieron, leyeron y escucharon. Discutir la autoría es casi una instancia farsesca, donde quien se siente dueño de una obra quedará en ridículo. La copia siempre ubica a quienes la realizan en el terreno de la parodia. Copiar implica un modo de identificación que en la danza se parece demasiado a habitar con el propio cuerpo el cuerpo del otro. Allí es donde la calidad de movimiento hace de la diferencia un elemento casi involuntario, es en una gestualidad que no puede controlarse del todo, porque hay algo en la matriz del cuerpo que no deja de ser involuntario, donde la copia surge como una manera singular de meterse en un universo ajeno . *Copia original se presenta los sábados, a las 21, y los domingos, a las 20, en Galpón FACE, Dean Funes 2142. Hasta el 26 de mayo.

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