Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Si el dólar no es la enfermedad, devaluar no es el remedio

    » La voz

    Fecha: 09/05/2024 05:09

    Quienes sostienen que el tipo de cambio está apreciado resaltan la necesidad de aumentar el ritmo devaluatorio –o crawling peg–, que actualmente se ubica en un 2% mensual. Quienes plantean que el tipo de cambio está en un nivel adecuado justifican su postura en el comportamiento de parámetros clave, como una brecha cambiaria estable, la acumulación de reservas internacionales y el superávit fiscal. En relación con este debate, el presidente Milei argumentó que el tipo de cambio no está apreciado. Según él, lo que nos está haciendo caros en dólares no es un dólar atrasado sino la acumulación de distorsiones regulatorias y tributarias que elevan artificialmente los costos internos. El dólar en los últimos meses Luego de la fuerte devaluación de diciembre, que llevó el valor del dólar oficial de $ 765 a $ 1.343 a precios actuales, el tipo de cambio comenzó a apreciarse mes a mes. Y en abril fue de $ 876, es decir, se redujo un 35% en términos reales desde aquel salto en diciembre. Si la inflación de abril resulta ser más alta que la prevista (se estima apenas por debajo del 10%), el atraso cambiario claramente será mayor. Esta apreciación del tipo de cambio también puede constatarse con la evolución del índice del tipo de cambio real multilateral (ITCRM) que publica diariamente el Banco Central. Este índice mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto a los de sus principales socios comerciales, en función del flujo comercial de manufacturas. Nuevamente, tras el pico alcanzado en diciembre, se verifica un fuerte proceso de apreciación real cambiaria del 43% respecto de la canasta de monedas que componen el índice. Un síntoma más Ahora bien, el problema está en que, una vez más, la discusión gira en torno a la consecuencia y no a la causa. Que el tipo de cambio se esté apreciando no es sino uno de los tantos síntomas de la desorganización estructural del Estado. El problema no ha sido nunca la cotización del dólar, sino los recurrentes déficit fiscales, la estructura burocrática y arcaica del sistema tributario y de la legislación laboral, y un sinnúmero de regulaciones que distorsionan el tipo de cambio. El historial de megadevaluaciones en nuestro país es una prueba irrefutable de esto, ya que no importa la magnitud de la devaluación (se ha devaluado por encima de los tres dígitos en múltiples ocasiones), tarde o temprano el atraso cambiario vuelve a aparecer. Por lo tanto, recurrir a un nuevo salto devaluatorio no solo no va a solucionar los problemas actuales sino que incluso puede agravarlos, al retraer la economía, fogonear la inflación y deteriorar aún más los salarios reales. Alcanza con ver lo que ocurrió con la fuerte devaluación oficial del 118% de diciembre de 2023: mientras que el valor del dólar se duplicó en términos reales, el salario real cayó un 14%. También es cierto que la inflación ha bajado de la mano de esta fuerte apreciación cambiaria. Entre el cepo y la decisión de devaluar por debajo de la inflación, el gobierno ha logrado reducir la inflación, pero a costas de una posible mega devaluación que revertirá lo conseguido hasta ahora. Esta encrucijada entre mantener el dólar atrasado o devaluar y reavivar la inflación demuestra la fragilidad de aumentar la competitividad vía precios y no vía cantidad. Si el tipo de cambio pega un salto, sus efectos se van a desvanecer rápidamente por la inflación. Cómo impulsar una competitividad genuina La vasta experiencia argentina demuestra que la devaluación no es la respuesta, sino simplemente un intento de corregir políticas inadecuadas. Por eso, más importante que el ritmo de devaluación, es el ritmo del ordenamiento del Estado. Este camino tiene claras ventajas sobre la propuesta de acelerar el ritmo de crawling peg porque implica generar mayor competitividad a través de mejoras genuinas en la productividad. Pero, al mismo tiempo, demanda abordar desafíos mucho más complejos. Requiere, en primer lugar, un equilibrio fiscal genuino que permita eliminar trabas al comercio exterior como lo son el cepo y la multiplicidad de tipos de cambio. En segundo lugar, requiere abordar de manera urgente la simplificación del sistema tributario, la modernización de la legislación laboral y la eliminación de regulaciones innecesarias que encarecen los costos internos, en especial sobre los insumos importables. Con medidas de este tipo, la productividad, estancada hace décadas, podría comenzar a repuntar. No haría falta, entonces, ganar competitividad espuria a costa de perder poder adquisitivo: los países con mayor calidad de vida tienen salarios altos en dólares porque el énfasis está puesto en la competitividad basada en aumentos de productividad (cantidad) y no en aumentos de tipo de cambio (precio). La agenda propuesta para el próximo Pacto de Mayo contempla un conjunto de iniciativas en este sentido, ya que pretenden mejorar la productividad de la economía en base a un profundo reordenamiento del Estado. Resta ver qué ocurre con este paquete de políticas públicas y, sobre todo, con la implementación de lo que allí se declara. (*) Equipo Idesa

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por