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    Fecha: 09/05/2024 04:54

    Alfonsín, con su conducta, sentó las bases de estos cuarenta años de democracia y nos abrió la puerta a la participación a los que nacimos en los 80 y 90 (Foto: Marcelo Capece) Desde hace mucho tiempo escuchamos que “la política es la principal herramienta para transformar la realidad”. Aunque parezca un poco trillado, es la realidad. Somos una gran mayoría quienes coincidimos en esta idea. Hoy vivimos una realidad que nos duele, que está marcada por la desigualdad y por el avance del narcotráfico en todas sus dimensiones, a lo largo y a lo ancho de nuestro país. Ante esta situación, quienes asumimos responsabilidades de gobierno podemos tomar varios caminos. Por un lado están los más crueles y repudiables: tienen complicidad con el narcotráfico, practican la corrupción y lucran con la pobreza. ¿Existen políticos así? Sí, claro que existen. Y deberían estar presos, por delincuentes Un segundo camino, quizás el más cómodo, es mirar para un costado y “responsabilizar” a otros poderes del Estado o incluso a “problemas estructurales que no tienen solución”. Pero existe un tercer camino: enfrentar la realidad para cambiarla y así construir una mejor sociedad. Ahí es donde la política se vuelve una herramienta de transformación. Hoy, hacerse cargo de esos problemas, principalmente de la lucha contra el narcotráfico, implica lisa y llanamente arriesgar la vida. Porque los narcos amenazan, los narcos gatillan y los narcos matan. Esa es la realidad que nos toca gobernar, lo sabíamos cuándo les propusimos a nuestros pueblos un proyecto, lo aprendemos día a día en la gestión. Esto es válido, no solo para quienes tenemos responsabilidad de gobierno, sino también para quienes forman parte de toda organización política que decide militar esas ideas, abrazar esa forma de hacer política y trabajar para transformar la realidad. Hacernos cargo implica denunciar con nombre y apellido a los que venden y distribuyen droga, a quienes forman parte de toda la estructura del delito de estas bandas narcoterroristas, muchos de ellos delincuentes de guante blanco (hoy en día, de saco y corbata). Hacernos cargo implica llevar adelante acciones de prevención y abordaje de los consumos problemáticos y de las adicciones, desarrollar políticas concretas de integración sociourbana, entender la cultura y el deporte como herramientas de inclusión y mecanismo de cambio social, generar oportunidades para que los jóvenes puedan estudiar, emprender y/o trabajar, y de esta manera poder crear un futuro diferente para sus vidas. Somos muchos jóvenes quienes formamos parte de una generación que nació en democracia, que decidimos incorporarnos a la militancia política y que hoy tenemos responsabilidades de gobierno. Somos parte de una generación que, cuando mira hacia atrás en la historia reciente de nuestro país, en la recuperación de la democracia, encontramos muchos ejemplos de políticos que arriesgaron su vida para hacer un país mejor. Mirar nuestra historia es el alimento con el que nutrimos nuestra actividad cotidiana, y, lejos de hacerlo con una mirada nostálgica, abrevamos en esa fuente para saber que no hay heroísmo en hacer lo que se debe. Pienso en Alfonsín, ese Presidente que tuvo el coraje de no mirar para otro lado, de sentar en el banquillo de la Justicia a los militares y meterlos presos. Militares que amenazaban, militares que gatillaban y militares que mataban. Que tuvo la templanza para hacerlo en su primera semana de gobierno con un poder militar que mantenía su fuerza latente y amenazante. Alfonsín, con su conducta, sentó las bases de estos cuarenta años de democracia y nos abrió la puerta a la participación a los que nacimos en los 80 y 90. Pienso en los militantes de las diferentes fuerzas políticas que caminaban barrios, alfabetizaban o alimentaban chicos y así defendían las ideas de la democracia, la libertad y la igualdad, quizás con un poco de miedo, pero con el convencimiento de saber que estaban dejando un legado y una forma de vida para las próximas generaciones. Y lo lograron. Hoy, nosotros elegimos no mirar para el costado. Optamos por el camino más difícil y que es el único que consideramos: hacernos cargo y enfrentar los problemas más importantes que tiene nuestra sociedad para resolverlos, porque tenemos ese sueño de construir una ciudad, una provincia y un país con oportunidades e integración social, con paz y seguridad, con educación y salud, y con un Estado que les ofrezca a los ciudadanos las herramientas que necesitan para desarrollarse. Esa es la responsabilidad que tenemos como generación si realmente queremos que la política vuelva a ser mirada con respeto, edificar un sistema democrático donde la honestidad deje de ser extraordinaria y se convierta en lo cotidiano. Con la vista en el futuro, el corazón en los que nos antecedieron y la cabeza puesta en los desafíos del presente.

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