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  • A los jóvenes pro Hamas: ¿y esto es la corrección política?

    » Clarin

    Fecha: 08/05/2024 17:05

    Estamos en el 2024, ¿no? Lo asumimos como una verdad inapelable pero en la manera de odiar al Otro representado en el judío y en la histerización colectiva de ese odio, no hemos salido nunca del esquema mental medieval. Los que odian no lo saben porque odiar es una pasión, pero el dispositivo mental, las representaciones iconográficas y las creencias en las que se basa su odio son profundamente arcaicas. Algunos síntomas. Tres de las escritoras o pensadoras más icónicas inclinan la balanza hacia el sometimiento que, sin embargo, la retórica de la época y sus lectoras, deploran. La premio Nobel francesa Annie Ernaux firmó todos los boicots posibles a países que no se plegaban a los mandatos islámicos, como Alemania. Virginie Despentes, faro de la transgresión, rockstar y autora de Teoría King Kong, publicó un artículo poco después del atentado al semanario Charlie Hebdo en enero 2015 y encarnó el giro más radical de la izquierda cuando declaró a la revista Inrocks que “amaba a todos” (terroristas y víctimas), en particular a “aquellos que hacían levantarse a sus víctimas pidiéndoles que declararan su identidad antes de apuntarles a la cara”. “También me gustó su desesperación”, dijo. En ese artículo, una Despentes erotizada flirteaba con los viriles hermanos terroristas Chérif y Said Kouachi, dos de los perpetradores del atentado a la revista satírica. Gran parte del campo cultural occidental está atravesado por la tentación totalitaria, por el deseo de obediencia y la servidumbre voluntaria, como decía el filósofo latino Boecio hacia el siglo V. Los Angeles, 2 de mayo. Las protestas estudiantiles pro Palestina se desatan en varias universidades de la costa oeste de EE.UU. Foto de Allison Dinner para EFE. Quién lo hubiera dicho, los campus universitarios hoy están llenos de activistas medievales. Hoy esos campus, que supieron ser prestigiosos en Occidente, están cooptados por una minoría que bloquea la entrada, persigue, expulsa a los estudiantes judíos y pide la cabeza de los sionistas. Todo un símbolo, como la caída de la estatua del dictador Saddam Hussein en Irak pero de este lado. Esa juventud no es el equivalente a la Juventud Hitleriana pero el punto en común es la irracionalidad. Mirá también Mirá también Guerra en Gaza: ya son casi 2.200 las personas arrestadas en las protestas pro palestinas en universidades de Estados Unidos La juventud occidental que canta “desde el rio hasta el mar” no tiene fronteras, no son patrióticos son una minoría ultra activista que utiliza los mismos métodos que los nazis y los comunistas, como las Guardias Rojas de la Revolución Cultural china que humillaban en público, encerraban en campos de reeducación a los opositores y ejecutaban a los intelectuales. Esa juventud pro Hamas se ve atraída por el líder supremo de Irán, Alí Jamenei, como las juventudes en la década del 70 se enamoraron de sus tiranos de turno. Se trata de una nueva repetición, una nueva variación, al final la Historia y el arte son idénticos en la práctica de variar. Universidad de la Sorbona, en Parín, el 29 de abril pasado. Más manifestaciones en favor de Gaza, tras la ofensiva de Israel. Foto de Mohammed Badra para agencia EFE. La narrativa de esta época me hace pensar en un psiquiatra parisino, quien después de escucharme me dijo: "Gaslighting" (luz de gas). Gaslighting es un tipo de abuso psicológico en el que se lleva a alguien a cuestionar su propia realidad: consiste en negar lo evidente, en dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer dudar de su percepción a la víctima. En Luz de gas, la película dirigida por George Cukor y con la actriz Ingrid Bergman, el marido apaga y enciende las luces de la casa, le esconde objetos a su mujer, la insta a creer que es de día cuando es de noche, en fin, la enloquece. La matriz ideológica de esta época, su diccionario, su arsenal retórico, la designación de quién es la víctima y quién es el verdugo, quién es colaborador y qué es la resistencia, se parece bastante al retrato de ese esposo perverso y narcisista. Mirá también Mirá también Francia: desalojan la universidad de la Sorbona por protestas pro palestinas Mucho antes del 7/10, fecha del ataque de Hamas a Israel y la captura de rehenes, se podía ver (si se quería ver) cómo se iba rasgando la tierra bajo nuestros pies. Pero desde entonces hasta ahora, la tierra se abrió. La retórica anti patriarcal del estilo “yo te creo hermana”, “no es no”, “sí es sí”, “yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto” y “harta de avisar que llegué viva a casa” ya no rigen para todas las mujeres bajo opresión masculina ni bajo la opresión política de un poder que las aborrece: hoy se excluye de esa ecuación feminista a las mujeres que no entran en el cálculo ideológico. A las israelíes, pero también a las iraníes, a las afganas, a las yazidíes, etc. Lo que cae es la universalidad. Si ellas no entran en esta ecuación, si no rige el lema “Iranian and Israeli Lives Matter”, entonces toda la consigna ideológica es un bluf. Cae en picada también la consigna de defensa a ultranza de las minorías, porque los judíos son una minoría, y las yazidíes también. Cae la frase, repetida a diario en Francia, “pas d´amalgame” (no asimilar), con la que la izquierda salió a las calles al día siguiente de los atentados islámicos para que no se considerara que cada musulmán y cada árabe es un terrorista. Sin embargo, esa asimilación existe impunemente aplicada a los judíos. Otras frases surgidas a partir de los atentados en Francia son: “Hay que ser tolerante con los que quieren matarte”. “Hay que hacer todo lo posible para impedirles que te odien” o “No tendrás mi odio”, eslogans que implican una postura simulada de anti violencia y una falsa tolerancia. En cualquier caso, una tolerancia que solo puede existir vía el sometimiento. ¿Qué hubiera anotado en su diario el filólogo Víctor Klemperer, estudioso del totalitarismo inscripto en la lengua, cuando Claudine Gay, rectora de la universidad de Harvard y presidente de la Universidad de Pensilvania y del MIT, respondieron a la pregunta de si instar al genocidio de los judíos viola las normas de la institución educativa con la réplica “depende del contexto”? “Depende del contexto” concentra lingüísticamente –como una perla al fondo del agua– toda la colaboración del lenguaje con el totalitarismo a través del eufemismo. La atracción por el totalitarismo de parte de la juventud y la izquierda aliada con los islamistas radicales no solo no es nueva sino que es una alianza que lleva muchos años celebrando su matrimonio, solo que es un matrimonio que padece demencia. Así se horrorizaron cuando descubrieron los gulags. No tuvieron que esperar a leer Un día en la vida de Ivan Denísovich, de Alexander Solzhenitsyn, porque a partir de 1920 ya había numerosos testimonios. ¿Qué haría la izquierda de Occidente al día siguiente de la destrucción total del Estado de Israel? Lloraría, haría películas, sentiría culpa y caería en una gran depresión porque para la economía psíquica de los odiadores del judío, el judío es indispensable. Un poco como un marido violento que le pega a su mujer pero que, cuando finalmente la mata, la necesita viva para odiarla otra vez. Es que odiarla lo compensa. Mirá también Mirá también Ariana Harwicz en el ciclo de Revista Ñ en Madrid: “Hoy se desprecia al judío vivo y hay fascinación por el judío de la fosa común" La reciente aparición del libro Cuchillo, de Salman Rushdie, es la parte visible de un síntoma que muchos viven en solitario y es que todos los intelectuales están de algún modo bajo el radar de la amenaza. La adoración de los intelectuales por el poder totalitario es vieja, Aragon era el dandy estalinista, Phillipe Sollers estaba enamorado de Mao Tse Tung junto a Sartre, Kristeva, Roland Barthes, etc, hoy asistimos a la renovación de esa fascinación fantasmática pero con Hamas, los Ayatolás, etc. El rapero iraní Toomaj Salechi fue condenado a muerte por sus canciones críticas y la muerte de la estudiante iraní de origen kurdo Mahsa Amini no generan un gran movimiento de masas ni de empatía (¡ah, la empatía!) entre los estudiantes occidentales, tal vez porque en la formulación actual defender a Toomaj Salechi equivale a “estar con Israel”.

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