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  • Juan Aguzzi: "De alguna forma me considero un sobreviviente"

    » La Capital

    Fecha: 08/05/2024 15:35

    Cuando los lectores de poesía de Rosario -que no son muchos, pero son fieles- se tropiezan con “Mar de fondo”, la opera prima de Juan Aguzzi, se sorprenden: los textos allí incluidos, en efecto, distan de adolecer de los habituales vicios de un debutante y, por el contrario, se plantan firmemente en el paisaje y el lenguaje, ambos de perfume bien rosarino. Aguzzi, conocido en estos lares por sus méritos periodísticos, demoró en lanzarse al ruedo literario. Aunque la demora, por cierto, valió la pena. Charlamos con él. Cuando se leen estos poemas, la impresión que queda es que se trata de la obra de un auténtico sobreviviente. ¿Es así, Juan? Y si así fuera, ¿a qué sobreviviste? ¿A la política, al periodismo, al país, al amor? De alguna forma me considero un sobreviviente, es algo incluso que a veces siento físicamente, un poco como un hombre herido “que palpó con esmero sus cicatrices” como digo en un poema de “Mar de fondo”. Creo además que aunque todos acumulamos otras vidas pasadas, a mí la escritura, y la poesía en particular, me permite el ejercicio de una memoria que revisa esas vidas, como si cruzara un puente entre la emoción interior y el lenguaje para intentar captar qué sentía en algunas de esas vidas y testimoniarlo en la medida de mis posibilidades. Puedo decir que sobreviví a la política en la forma de un terrorismo de Estado que intentó aniquilar toda resistencia; el amor, para mí, es un poco como puertas que se van abriendo a lo largo de la vida, una vez abiertas en algunas encontrás un remanso, en otras una tormenta, el problema es que a veces insistís en quedarte en esta última; en el periodismo cuento con la experiencia de haberlo ejercitado desde muy temprano, tuvo –y tiene– sus momentos gratos y otros insufribles, aunque ahora lo navego con cierta elegancia. En principio lo señalo como algo personal pero no como un callejón sin salida, sino como un instancia que te permite siempre ir un poco más allá; habitualmente el triunfo te fija en una posición y se suele entrar en una zona de confort, en cambio, a mí, el traspiés, el fracaso me han permitido seguir buscando en mí y en mi relación con los demás, y por supuesto, en encontrar formas distintas para la producción, que en mi caso sería la escritura y, si lo llevo a la práctica de la crítica, a poder ampliar mi modo de leer, de ver, de escuchar. Es cierto que el fracaso cuando ocurre te pega un mazazo, pero de ahí es posible levantarse. En lo político-colectivo creo que por el momento el fracaso es enorme, sobre todo en cómo entendemos la democracia y en cómo hemos llegado hasta acá hoy, eligiendo un gobierno nacional deshumanizado, perverso y ofensivo y dispuesto a destrozar la trama social como lo hizo antes la dictadura cívico-militar-eclesiástica. Fracasar creo que es inherente al ser humano, se fracasa en el amor, en el arte, en la política, pero creo que es la única forma posible de aprender y tener idea de lo que es la generosidad, la solidaridad, la humildad, que es lo único importante de esta vida. Me gustaría que te explayaras en torno a Rosario como madre, como punto de partida y mundo en el que se formó una generación de artistas e intelectuales que te incluye. Rosario es sobre todo la ciudad que caminé hasta gastar las suelas, sin exagerar; casi no hay barrio que no conozca, en la adolescencia planeábamos viajes en bicicleta para visitar los barrios más lejanos; una vez allí caminábamos con la bici al lado y buscábamos las plazas porque todos los barrios tenían una, ya ahí escribía algunos poemas sentado en el césped de esas plazas y hacíamos como unos mapas de los lugares. Antes mi mundo fue el Parque Norte, me atrevería a decir que fue mi patria, donde me crié por fuera de mis padres, ahí se sustanció parte de lo que fui después. Más tarde vino el mundo artístico y allí entré con la premura con la que uno acude a un llamado irresistible, era ese mundo el que me deslumbraba. Mucho trajinar y compartir con poesía, cine, música, teatro y también andar con los compañeros militantes rasgando las metálicas cortinas del silencio impuesto por las dictaduras. Y la frase tan hecha del semillero de artistas e intelectuales es cierta, pero también es cierto que la ciudad ha sido ingrata con muchos de ellos, y aun hoy lo sigue siendo, creo que hay más valor artístico en muchas expresiones de circulación under que en aquellas que se “oficializan”. aguzzi.jpg ¿Cuáles son esas “felicidades perdidas” a las que aludís en el libro? ¿Se pueden recuperar, o acaso regenerar? Las “felicidades perdidas” podrían ser esos momentos donde te habita la certeza de que estás haciendo lo que querés, en mi caso sería estar sin mucho para hacer salvo escribir, aunque te estés muriendo de hambre; también esas instancias donde el amor parece colmarlo todo, sobre todo cuando sentís que lo estás dando, mucho más que cuando lo recibís; cuando no te mentís y convivís con tus debilidades y mezquindades; cuando acompañás un proyecto político que persigue lo que para vos es más importante, llámese distribución de la riqueza o igualdad social, independencia económica y política, pero ahí vuelve a aparecer la figura del fracaso, al menos en mi experiencia hasta el presente. Siguiendo tu idea, más que recuperar, esas “felicidades perdidas” pueden regenerarse, aparecer con otras formas, porque siempre se trata de momentos únicos, con valores distintos en cada etapa de la vida, y son solo eso, momentos, no hay felicidad total. Piz.jpeg Alejandra Pizarnik. Ser poeta implica, también, ser lector de poesía. ¿Qué voces te habitan y determinan? Creo que sí hay voces que me habitan, no sé si me determinan, y no vienen solo de la poesía, porque leo en partes iguales narradores y poetas. Pero vamos con las y los poetas en una lista acotada, claro: Pizarnik y Lispector, siempre; Teuco Castilla, Olga Orozco, Enrique Molina, Ricardo Zelarayán, Claudia Masin, Alicia Genovese, Henri Meschonnic, José Watanabe, Henri Michaux, Susana Thénon, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, la Beatriz Vignoli de “Bengala”. Me gusta mucho seguir descubriendo nuevos/as poetas, entre lo último muy sugestivo que leí están una poetisa y activista llamada Suheir Hammad; un checo llamado Vladimir Holan, quien durante 30 años eligió vivir de noche; Warsan Shire, una joven poetisa africana. Desde siempre admiro la poesía del Flaco Spinetta en sus canciones, así como la de Nick Cave, la de Juan Pablo Fernández en Pequeña Orquesta Reincidentes, la de Gabo Ferro. molina.jpg Enrique Molina. Hay dos versos que me gustan mucho y me parecen cruciales en el libro: “…encontró cada día / un modo de decir estoy”. ¿Cuáles son y han sido esos modos, Juan? ¿Y qué ves en el futuro? Para mí la poesía es un campo abierto y también la posibilidad de detenerse para otear la realidad en la que se está inmerso; te permite pensarte y preguntarte, y preguntar sobre el mundo, y entonces eso salva un poco el abismo que suele haber entre lenguaje y ser y de ese modo se van descubriendo zonas de uno que en todo caso estaban soslayadas en la conciencia y se van definiendo en la escritura. Las dos líneas a las que hacés referencia hablan de cierto compromiso conmigo, de asumir responsabilidades –cualesquiera sean–, de aminorar la tan dañina ansiedad, de arriesgarme en el amor y en visitar los terrenos oscuros de la conciencia sin mucho miedo. El futuro aparece complejo porque habría que estar atento a qué podemos hacer mejor mañana y, como sabemos, se torna impracticable, y respecto a las amenazas de destrucción masiva –por supuesto que ahora nosotros tenemos el capítulo “destrucción argentina”–, como digo en otro poema de “Mar de fondo” “…se va cayendo el mundo / y solo unos pocos parecen notarlo”.

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