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  • ¿Estamos cerca de hallar otros modos de entender la economía y el progreso y buscar salidas diferentes?

    Chajari » Chajari al dia

    Fecha: 08/05/2024 12:36

    El pasado 1º de mayo el mundo recordó el Día de los Trabajadores. El origen etimológico de la palabra trabajo es incierto. Diversos autores señalan que proviene del latín trabs, trabis, que significa traba, pues según se ha considerado por algunos, el trabajo representa un obstáculo o reto para los individuos pues siempre lleva implícito un esfuerzo determinado. Otros autores ubican la raíz en la palabra laborare o labrare que quiere decir labrar, término relativo a la labranza de la tierra. Los hay también quienes señalan que la palabra trabajo, proviene del griego thilbo, que es un concepto que denota una acción de apretar, oprimir o afligir, pero también hay quienes afirman que proviene del latín tripaliare. Torturar. Derivado del latín tardío tripalium, que era un instrumento de tortura compuesto de tres maderos. Así que, según su etimología, el trabajo es un tipo de tortura. El tripalium era un cepo con tres puntas que se usaba en el Imperio Romano para inmovilizar animales. Luego se usó para castigar esclavos. También en las lenguas germánicas y eslavas el origen de “trabajo” tiene que ver con el sufrimiento. En alemán, arbeit sugiere esfuerzo y sufrimiento. En inglés, work viene del gótico wrikan, que implica persecución. Y en eslavo, rabota significa tarea forzada. Teniendo en cuenta la acepción que el Diccionario de la Real Academia Española otorga al término trabajo como “esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza”, puede decirse que el trabajo es el resultado de la actividad humana que tiene por objeto crear satisfactores y que hace necesaria la intervención del Estado para regular su vinculación y funcionamiento con los demás factores de la producción. De manera que cuando de trabajadores se habla, es imposible no asociarlos a la permanente lucha para lograr vivir mejor. Eso lo vemos en todos lados. También en nuestro país. Lo lamentable es que sólo la lucha no aportará soluciones. Más aún, muchas veces se ha empleado esa lucha con otros fines que no son precisamente mejorar la condición del trabajador. Los problemas de los trabajadores van atados a los del país. Si las partes no son capaces de dialogar a conciencia, buscar salidas consensuadas y posibles de realización, la soluciones no llegarán para nadie. El Papa Francisco, hace algunos años, manifestó la necesidad de lograr un cambio de mentalidad tendiente a buscar otros modos de entender la economía y el progreso pero, ¿podrá lograrse?, porque a la luz de los hechos no estamos cerca de ello. Es interesante recordar que al origen de este día hay que rastrearlo en 1886 y nada tenía para festejar. El 21 de junio del año mencionado comenzó el juicio a un grupo de obreros tras la lucha y disturbios que se produjeron en los EEUU. Varios trabajadores fueron condenados: dos a cadena perpetua, uno a 15 años de trabajos forzados, y cinco a la muerte en la horca. Esos sindicalistas, provenientes de sectores anarquistas, pasaron a ser conocidos como los “Mártires de Chicago”. Después de los juicios, las empresas comenzaron paulatinamente a aceptar la jornada de 8 horas, que era en suma lo que se pedía. En 1887, el nuevo gobernador de Illinois, el Estado donde se encuentra Chicago, criticó el juicio realizado en el 86 y perdonó a los sindicalistas que se encontraban en prisión. En 1889, el congreso de París de la Segunda Internacional acordó celebrar el Día Internacional del Trabajador el 1° de mayo, para conmemorar a los “Mártires”. Hoy no necesitamos mártires. Lo que se necesita son acuerdos razonables de realización posible y concreta. Si se sigue “tirando la cuerda”, cual se hace desde hace muchos años, la resultante será la misma: los beneficios no llegarán al trabajador. Tal vez lleguen a otros, pero al trabajador no. Está comprobado. Este jueves se realizará un paro general convocado por la CGT. ¿Habrá un cambio el viernes?, seguramente no. El paro servirá para que la central de trabajadores, con sus secretarios generales a la cabeza, hagan una demostración de fuerza. Será el segundo paro general en el gobierno de Javier Milei, a poco más de cuatro meses de su asunción a la Presidencia de la Nación. ¿Cuántos paros generales se realizaron desde el regreso de la democracia? No fueron pocos. El paro de este jueves sería el número 44 desde que en 1983 Raúl Alfonsín asumió la titularidad del Ejecutivo nacional. En cuatro décadas de democracia se contabilizaron 10 mandatos presidenciales, de los cuales siete estuvieron a cargo de presidentes peronistas y tres de partidos políticos no peronista, ya sea radicales o de otras corrientes ideológicas. En los siete mandatos peronistas, se registraron 16 paros generales, 2,29 paros por mandato mientras que durante los tres gobiernos no peronistas, el número asciende a 26 paros nacionales, un promedio de 8,67 paros por gestión. De un total de 43 paros generales, 27 se concentraron en tres presidentes no peronistas: Raúl Alfonsín (1983-1989), Fernando de la Rúa (1999-2001), Mauricio Macri (2015-2019), y Javier Milei (2023-presente), y 16 se llevaron adelante en cinco mandatarios peronistas: Carlos Menem (1989 – 1999), Eduardo Duhalde (2002-2003), Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) y Alberto Fernández (2019-2023). Curiosamente, el gobierno de Alberto Fernández, a pesar de la crisis, de las críticas, a pesar de todos los pesares, no motivó a la CGT la realización de un solo paro. ¿Es raro?, no lo es, ya que se evidencia que la CGT va de la mano de partido justicialista, algo que la central de trabajadores nunca negó. En términos porcentuales, el 62 por ciento de las medidas de fuerza se llevaron a cabo contra gobiernos no peronistas, a diferencia del 38 por ciento que se realizaron a gestiones peronistas. Esto corrobora lo expuesto anteriormente. Pero lo triste es que a pesar de los 44 paros generales (13 le hicieron a Alfonsín en el regreso de la democracia) la situación de los trabajadores no mejoró, por el contrario. Como indicábamos, lo que mejoró es la situación de otros pocos, la de los trabajadores no. ¿Hay que terminar con los paros? No. Es un derecho constitucional, pero si se lo tiñe de bandería partidaria pierde credibilidad y si la medida no va de la mano de propuesta factibles, no utópicas, pasarán una vez más para sumar a la estadística.

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