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  • En MasterChef impactó con sus pastas hasta a Donato de Santis, ahora las hace en su nuevo restaurante en Palermo

    » Clarin

    Fecha: 08/05/2024 08:28

    Participar en un reality de cocina con tanta visibilidad como MasterChef es una oportunidad que pocos tienen. Nacho Feibelmann, cocinero amateur rosarino, se animó y fue “famoso” durante unas semanas en la pantalla de Telefe. Allí demostró todo lo que sabía y, cada vez que podía, cocinaba pastas, su verdadera pasión. Cuando todavía no se había revelado quién era el ganador de la edición 2023 del programa cuyos jueces eran Damián Betular, Germán Martitegui y Donato de Santis, Feibelmann junto a cuatro amigos comenzaron un proyecto ambicioso que tras nueve meses de obra, inversión y planificación, abrió sus puertas en el barrio de Palermo. Se trata de Carmen, un pastificio donde elaboran pastas de alta calidad a la vista de los clientes, en un ambiente cálido donde todos los detalles están contemplados. Una carta con remembranza a su Rosario natal mezclada con técnicas de alta cocina y sabores amables al paladar. La historia de Nacho y su paso por MasterChef Ignacio “Nacho” Feibelmann nunca estudió cocina formalmente, solamente participó de tres clases. Pero aunque lo “académico” no le tentaba la cocina sí le atraía y mucho. Por eso, aprendía por su cuenta, de lo que le interesaba. Intentó suerte con catering para rodajes y viajó a España a continuar su formación culinaria. Al tiempo regresó a Buenos Aires, junto con la pandemia del Covid. No le quedó otra opción que conseguir un trabajo on line de una carrera de la que sí se recibió, relaciones públicas. El tiempo de encierro y otras circunstancias de la vida, lo llevaron a pensar en que era el momento de ahorrar, asociarse y soñar con tener un local gastronómico en algún momento. Pasta amasada a diario. Foto Guille Adami Nacho cuenta que siempre vió con cierta tentación a las emisiones de MasterChef, pero no se animaba a participar. Sus amigos lo alentaban e incluso han llegado a decirle que si no lo hacía él, lo iban a hacer ellos, sin avisarle. Fue así que en febrero de 2023, cuando corría el último día para inscribirse Nacho se bajó a la computadora un programa para editar videos y armó un compilado con recetas que había subido a sus redes. Le sumó una presentación y lo envió sin muchas expectativas. Las pastas se amasan a la vista de los clientes. Foto Guille Adami A los pocos días lo contactan para hacer un casting presencial donde participaba mucha gente. “De ahí en más, todo fue una vorágine. Semana tras semana, pasaron un montón de etapas. Iban descartando participantes hasta que quedamos unos cuarenta o cincuenta”, dice el cocinero y comenta que recién en ese momento los comienzan a filmar y conocen al jurado. “Todo pasa muy rápido… ¡de repente le estaba cocinando pastas a Donato!”, sin aún poder creerlo. Estuvo presente en el programa, -donde siempre que podía elaboraba pastas-, y fue eliminado en la sexta semana, pero volvió gracias al repechaje por el voto de los compañeros. El regreso fue corto, pero afuera, esperaba algo mucho mejor. El ladrillo predomina en las paredes del luminoso local. Foto Guille Adami Cómo es Carmen, el pastificio de Palermo “Sinceramente, ni en mis mejores sueños terminaba con este restaurante”, dice sorprendido y asume que la realidad superó completamente todas sus expectativas al terminar el reality que eran hacer pastas desde la casa y vender las “en unas lindas cajitas”. La sociedad la integran cinco amigos. Todos jóvenes y entusiastas. Y esa energía se nota en la esquina de Gurruchaga y el pasaje Cabrer donde funciona su nuevo restaurante bautizado con el nombre de la bisabuela de Nacho, quien le dejó una ensaladera de porcelana que él adora: la llevó a los castings del reality y la usa para hacer recetas para marcas. El salón de Carmen. Foto Guille Adami Colores claros, estética minimalista, ordenada y moderna. Las pastas artesanales se elaboran a la vista de los clientes, en un pastificio vidriado que hipnotiza a los transeúntes. Dentro del local el ladrillo a la vista es el protagonista. Al fondo, un patio con mesitas y plantas enredaderas que pronto cubrirán los arcos que decoran el jardín. Para los días fríos, ofrecen mantas para que la experiencia sea siempre confortable. Una barra, también de ladrillo, separa el salón de la cocina a la vista, permitiendo ver a los cocineros en acción. En la vereda, deck con toldos, mantas y una vista privilegiada al sector de amasado, en vivo y en directo. Qué comer en Carmen Capelleti de remolacha con provolone. Foto: Guille Adami La carta, refleja los sabores que lo acompañaron a Nacho en la infancia. De pequeño amaba las pastas, pero prefería las de la abuela por sobre las de la madre. ¿Cuál era la diferencia si vivían en el mismo domicilio, usaban la misma manteca y el mismo agua? Con el tiempo, el cocinero amateur se dio cuenta de que su abuela, sin quererlo, generaba una especie de emulsión con la manteca ya que la mezclaba en un bol y no ponía simplemente un cubito de manteca sobre la pasta caliente. El socio cocinero se declara “cabeza dura, muy obsesivo” en cuanto a los porcentajes de cada fórmula. “Acá, todas las recetas se manejan en general son con fórmula, no con gramos. Incluso, medimos la humedad en el ambiente para ver cómo hay que modificar el porcentaje de hidratación de la masa”, explica. Carne y pasta. Foto Guille Adami La carta es corta y ofrece cuatro entradas entre las que se destacan el gran raviolón frito con centro de yema, mucha mozzarella, pesto y olivas negras ($ 8.000), y la tortilla de papas (bien babé, como le gusta a Feibelmann) ($ 8.000). Pasta frita con yema caliente en el centro. Foto Guille Adami En cuanto a los principales, se puede optar entre seis pastas como los tortelli de pesca de río hecho al kamado con manteca de lemongrass -un plato que simboliza los asados con amigos en su Rosario natal- ($ 14.000); los capelleti de remolacha con provolone, pan gratatto, manteca y lima ( $12.000) o las cintas al huevo con caccio e peppe acompañadas con una imponente costilla hecha al kamado ($ 20.000). Tortelli con pescado de río. Foto Guille Adami Para terminar, proponen dos postres frutales: ananá con crumble especiado, yogourt y piel picante ($ 7.000) y una pequeña tarteleta de frutillas, queso de cabra y mermelada de tomates ($ 7.000). Postre con ananá. Foto Guille Adami La carta de vinos fue realizada por la sommelier y periodista especializada Sorrel Moseley Williams, con una propuesta de unas 26 etiquetas que recorren la Argentina de norte a sur.

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