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  • Palacio Errázuriz: el Versailles porteño que vuelve a brillar

    » Clarin

    Fecha: 08/05/2024 08:28

    Matías Errázuriz, encargado de negocios de Chile en Buenos Aires, y Josefina de Alvear, dama argentina con linaje distinguido, se casaron en 1897 y tuvieron dos hijos, a quienes bautizaron con sus mismos nombres. El 18 de septiembre de 1918, con una gran celebración, la familia inauguró su nueva mansión, ubicada en Avenida del Libertador al 1900, donde hoy funciona el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). Allí desplegaron una valiosa colección que habían conseguido durante su estadía previa en Europa, que incluía desde esculturas romanas hasta pinturas de los siglos XVI a XIX. La habitación de Josefina de Alvear, que está en pleno proceso de restauración. Foto: Ariel Grinberg. La residencia fue diseñada por René Sergent bajo la influencia del neoclasicismo francés, y contaba con varios salones, los cuales se han ido recuperando a lo largo de los últimos treinta años. “Somos un equipo conformado hace mucho tiempo y siempre la meta fue recuperar la Casa Museo. Empezamos restaurando muchas de las salas de abajo para mostrar cómo eran los usos y costumbres de aquella época. Y fuimos recuperando todo. En 2010 se hizo el dormitorio de Matías, en el primer piso. Y el dormitorio Imperio, que fue la primera donación que recibió el Museo, ya que no teníamos los muebles originales. La hizo la familia Ocampo”, cuentan a Viva Hugo Pontoriero, curador del MNAD y próximo director, y las restauradoras Graciela Razé y Mariana Astesiano. Explican: “Ya hay más de diez salones hechos. Quisimos recuperar el Palacio Errázuriz, que es un monumento histórico artístico nacional, la máxima catalogación patrimonial que puede tener un edificio. Es como volver al estado del monumento en su esplendor de 1918”. El Gran Hall, desde la galería que conecta los departamentos de la familia Errázuriz. Foto: Ariel Grinberg. El futuro director del Museo y su equipo cuentan que en 1994 comenzaron por la fachada y el jardín. Aproximadamente dos años después continuaron por el Escritorio en la planta baja, ámbito de estudio y trabajo de Matías Errázuriz. En la recorrida por este nivel del MNAD (fundado en 1937, un año después de haber sido comprado por el Estado nacional), también se pueden apreciar otros espacios donde pasaban sus días los Errázuriz, como el salón comedor, el salón de baile y el salón de Madame. El primero fue inspirado en el majestuoso Salón de Hércules del Palacio de Versailles en París y contaba con una extensa mesa para veinticuatro invitados. Secretaire alemán del siglo XVIII, en el boudoir de Josefina de Alvear, donado por Margarita Tempel de Bennewitz en 1988. Foto: Ariel Grinberg. Los otros dos eran exclusivos de Josefina de Alvear. En la planta baja, además, se puede acceder al que era el Hall de la residencia, desde donde se puede ver la galería con acceso a los cuatro departamentos de la familia. El Hall es el más amplio de todos los salones y el único con doble altura, permitiendo de esta manera apreciar a simple vista sus cinco arañas de bronce patinado y una gran variedad de mobiliario. El primer piso Con la planta baja casi completa, uno de los mayores desafíos de los últimos años ha sido recuperar la planta alta de la mansión, normalmente reservada para la intimidad de la familia. Allí se ubicaban cuatro departamentos, uno para cada miembro. El de Matías Errázuriz estaba en el centro del edificio. La de su hijo se encontraba en la fachada sur, cerca de la escalera principal. Del otro lado estaban los departamentos de Josefina madre y Josefina hija, con vistas al jardín francés. Si bien todos estos espacios daban a una galería sobre el Hall, contaban con puertas secundarias que permitían una circulación privada. Por ejemplo, las habitaciones del matrimonio tenían una puerta cada uno, por las que se accedían al baño pompeyano, el nexo interno entre ambos departamentos. El salón de baño se divide en dos zonas. “La del piso de madera, seco, era el vestidor. Y la del piso de mármol, húmedo, era la sala de aguas, que además funcionaba como salón de espejos”, describe Hugo Pontoriero, mientras despliega un biombo de espejos y tapa una ventana para transformar el baño en un espacio con espejos en 360º. Claro que quienes visitan el museo pueden observar de cerca esta experiencia. “El baño es estilo Directorio, que es la transición entre el estilo Luis XVI y el estilo Imperio. O sea que los Errázuriz retomaban las arquitecturas consagradas del antiguo régimen francés”, explica el futuro director del MNAD. En cuanto a la cúpula del baño pompeyano, las restauradoras señalan que su forma es tradicional, de yeso, y tiene una estructura interna de madera con fibras vegetales. Para restaurarla, como estaba en mal estado y pintada encima, se copió la plantilla de lo poco que había quedado intacto del original. Retrato de Josefina de Alvear por Joaquín Sorolla, ubicado en la antecámara del Museo. Foto: Ariel Grinberg. “Del resto, de lo que había sido producto de la humedad, solo quedaban sales. O sea, lo que se hizo fue una desalinización, después se fijó el material original que quedaba y luego se pudo recomponer. Teníamos una parte del dibujo original y eso se fue copiando y traspasando al resto”, detallan las profesionales. Y agregan: “El rendimiento que obtuvimos fue bastante bueno. Casi el 70 por ciento”. La bañera y su grifería son originales, al igual que los pisos. El espacio de Josefina Actualmente, el Museo se encuentra trabajando en la habitación de Josefina de Alvear, la cual aún no está abierta al público. Su equipo de profesionales le dio acceso a Viva para mostrar un adelanto de lo que se podrá visitar una vez finalizada la restauración. “El dormitorio es estilo Luis XVI y lo más importante son los bordados de aves de los muebles, que también evocan la estética de María Antonieta”, indica Pontoriero. Y asegura que era “un cuarto muy privado”. Un particular detalle de este espacio: solía albergar un retrato de Diego de Alvear, el padre de Josefina de Alvear, pintado por Joaquín de Sorolla, que fue retirado por la sucesión familiar luego del fallecimiento de la señora de la casa, en junio de 1935. Sí se pudieron recuperar (y se podrán apreciar tras la inauguración) el respaldo y los pies de la cama donde dormía Josefina de Alvear. “La cama tenía un dosel con cortinados que hay que reconstruirlo en base a los planos originales. Su tela se compró en 1918 en París y la vamos a volver a comprar para retapizar porque está muy deteriorada. Vamos a comprar la misma seda, el mismo modelo, en la misma casa donde compraron los Errázuriz”, señala Pontoriero. Con respecto a la refacción del cuarto, las restauradoras indican que primero están evaluando “qué cosas son originales y cuáles son adosadas”. Existen algunos deterioros en partes de la yesería y la cornisa, y el equipo discutió si las paredes habían estado enteladas, hasta que descubrieron que solamente habían sido pintadas. Fue durante la estadía del Museo Nacional de Arte Oriental (MNAO) que entelaron todo el dormitorio de arriba abajo y por lo tanto se logró preservar bastante. “Ahora lo que tenemos que hacer es ‘desrestaurar’”, explican las especialistas. Y agregan: “Los muebles son un gran desafío. Estamos tratando de ver cuál era la técnica original y si soporta un sistema de limpieza”. Por otro lado, las profesionales revelan un secreto clave a la hora de recobrar un ambiente de tantos años: “La idea es no reemplazar nada sino rescatar a como se pueda el original. Porque quizás uno mira un fragmento y por ahí ve manchas, pero en el contexto general está bastante bien, equilibrado. Hay que ir viendo también el balance de la restauración. Cuando pintás, los ojos se van solos a donde está el defecto. Por eso hay que buscar un equilibrio en el mobiliario”. Detrás de una puerta doble, Josefina de Alvear tenía un oratorio que estaba cercano a su cama. Aún se conserva su reclinatorio original de madera tallada y dorada estilo Luis XV. Y, al lado del cuarto, la esposa de Matías Errázuriz contaba con uno de sus lugares preferidos de la casa: el boudoir. “El boudoir (tocador) es estilo Luis XV y sus muebles, de la casa Jansen de París. Tenía tapices que vamos a volver a colocar. Estamos trabajando con inventarios históricos de la fundación del Museo, del año 1936 exactamente. Eso nos va llevando al estado original de los salones”, comenta Pontoriero. En un futuro, y como última instancia, el objetivo es llevar a cabo la restauración del departamento de Josefina Errázuriz Alvear, de estilo Luis XVI y también con mobiliario de Jansen. Una vez que se finalice la refacción total de los espacios del Palacio Errázuriz donde funcionó el Museo Nacional de Arte Oriental desde 1965 a 2023, se podrán exhibir al público una mayor cantidad de objetos de alto valor patrimonial. Claro que para continuar con todas estas refacciones, es fundamental conseguir sponsors. “Tenemos mecenas privados para financiar el proyecto. Algunos de ellos son Andrés Rosarios, un arquitecto que nos ayuda desde París a traer las telas de la cama de Josefina de Alvear, y Felipe de la Balze, quien financió uno de los salones en conjunto con el Estado nacional”, cuenta Pontoriero. Otra medida que seguramente se llevará a cabo y ayudará a juntar fondos es la de comenzar a cobrar la entrada a los extranjeros. “Hay un proyecto para todos los museos nacionales. Es algo que no decidimos nosotros”, aclara. Y concluye: “Lo que era de pocos y muy exclusivo, se convierte en algo de todos. Hay un círculo virtuoso que se cierra y que me parece muy sanador”. Mirá también Mirá también Cabildo Transformer: por qué es el monumento más remodelado

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