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    » Diario Cordoba

    Fecha: 08/05/2024 05:16

    Como era de esperar, las palabras se han convertido en hechos. Un eurodiputado del partido socialdemócrata de Alemania ha recibido una brutal paliza por parte de un grupo de ultraderechistas mientras pegaba carteles electorales. Ha sido operado de urgencia debido a las graves lesiones sufridas. Llevamos años normalizando declaraciones, conductas y políticas peligrosas. Algunos, incluso, justificándolas bajo ese epígrafe infinito como es la libertad en el que incluyen todo lo que queda fuera del sentido común. Restar importancia a afirmaciones racistas y xenófobas, negar terminológicamente realidades que han costado visibilizar como la violencia de género o deslegitimar permanentemente a un gobierno por ser de izquierdas no es inocuo. Querían cambiar convivencia por confrontación y lo han conseguido. La ultraderecha ha ido ganando terreno en Europa como el mar a la arena al caer el sol. Sus discursos del miedo llevan tiempo calando en una parte de la sociedad que ha acabado impregnada de inseguridades y preguntas que, hasta la aparición de estos partidos políticos veneradores de dictadores, no se planteaban. Como una lluvia fina han ido haciéndose hueco en los medios de comunicación y acaparando un protagonismo excesivo fruto de unas afirmaciones cada vez más incendiarias. Se sentaban en tertulias televisivas, miraban de igual a igual al resto de representantes políticos y gozaban de minutos para vender sus mensajes populistas, normalmente comunicados de forma magistral por personas aparentemente coherentes, patriotas y de buena familia. Iban despertando esa parte latente y radical en votantes que empezaban a sentir que por fin alguien les representaba. Caían las caretas y muchos centroliberales comenzaban a posicionarse abiertamente en la extrema derecha. Alegatos populistas y una confianza cada vez más apuntalada han calado en ciudadanos europeos. Líderes de partidos conservadores tradicionales les han legitimado como interlocutores, han pactado gobiernos y les han introducido en las instituciones. Se han convertido en cooperadores necesarios para su consolidación. Y continúan haciéndolo. Les permiten excesos y sobreactuaciones con tal de mantener presidencias autonómicas y alcaldías. Siguen creyendo que romper un tríptico sobre el ramadán, levantarse de un pleno o cuestionar a la ONU como ha hecho Vox en Aragón son concesiones mínimas. En ocasiones hasta les permiten marcar la agenda. Lo saben, otra cosa es que quieran algo al respecto mientras les cubique electoralmente. Estrategia antes que responsabilidad y paja en ojo ajeno antes que la viga en el propio. Son otros tiempos difíciles de comprender. *Periodista Suscríbete para seguir leyendo

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