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  • El negacionismo climático se apodera de las redes

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 08/05/2024 02:13

    El cambio climático es un engaño, Pedro Sánchez está "provocando" la sequía en España y la invasión rusa de Ucrania es culpa de Greta Thunberg. Estas tres premisas coinciden en señalar que detrás de ello está un intento de las élites por controlar y someter a la población. También coinciden en que son falsas, pero eso no ha evitado que decenas de miles de personas en todo el mundo las hayan abrazado, convencidas de ser víctimas de una conspiración global. La paranoia ya no se oculta en los márgenes, ahora penetra en las masas. Y las redes sociales son cómplices. El problema podría estar creciendo, advierten los expertos. En 2023, hasta un 27 por ciento de los mensajes sobre el clima publicados en Twitter en España contenía elementos negacionistas o escépticos, según el último informe del Observatorio de la Comunicación del Cambio Climático, publicado en abril. En un 11,2 por ciento de los casos se vertía "algún tipo de discurso de odio". Esa violencia, al alza tras la compra de la plataforma por parte del magnate Elon Musk, ha forzado el "éxodo" de hasta un 47,5 por ciento de los usuarios que informaban de la crisis climática. ¿A qué se debe? Los expertos alertan de que las redes están lubricando el "fuerte regreso" de un negacionismo similar al de hace 40 años, cuando gigantes energéticos recurrieron a la publicidad para engañar a la ciudadanía Desinformación amplificada La desinformación climática no es algo nuevo. En la década de los 80, cuando la preocupación por el aumento de la temperatura del planeta cobró fuerza, los gigantes del petróleo, el carbón y el gas —con Exxon al frente— recurrieron a la publicidad para engañar a la ciudadanía y establecieron una "máquina de negación" para ocultar el impacto nocivo de su milmillonario negocio, una estrategia popularizada antes por la industria del tabaco. La financiación del negacionismo climático se ha disparado en las últimas décadas, especialmente tras la pandemia del covid-19, pero sus impulsores han aprendido a usar tácticas más sibilinas, personalizadas y seductoras gracias a plataformas como Facebook, Instagram, TikTok, Youtube o X (la antigua Twitter), convertidas en el megáfono idóneo para amplificar esas consignas. Impunidad Las grandes redes sociales, la mayoría de Estados Unidos, gozan de impunidad amparadas por una ley de 1996 que dicta que no son responsables legales del material que se publica en ellas. Eso les permitió crecer hasta convertirse en algunas de las empresas más poderosas del mundo. Muchas han adoptado las políticas de moderación de contenido justas para satisfacer a sus anunciantes —fuente fundamental de sus ingresos—, que exigen un ecosistema sano en el que colocar su publicidad. Aun así, organizaciones climáticas como Climate Action Against Disinformation las suspenden por la falta de acción efectiva y por una opacidad que dificulta el trabajo de investigadores externos. "Las medidas tomadas son totalmente insuficientes", valora la periodista Carmela Ríos. Esta experta en desinformación denuncia que las redes sociales son un espacio de diálogo sesgado que favorece los bulos, pues su propia naturaleza se basa en "viralizar lo más polémico y radicalizar los contenidos". "El debate científico se ha diluído para apelar al miedo, y en las redes siempre gana lo emocional". El negacionsimo circula cada vez más a través de aplicaciones cerradas de mensajería como WhatsApp —la más usada en España— o Telegram. "No sabemos qué está pasando ahí dentro", advierte Maribel Ángel-Moreno, coordinadora de Maldito Clima en Maldita.es, que percibe "cierta intensificación de las narrativas negacionistas". "Es un mensaje más personal que no hay forma de contrarrestar con otra información". Monetizar los bulos Como un espejo deformado, esas plataformas han contribuido a magnificar el problema negacionista. "No sólo siguen monetizando y permitiendo esos contenidos, sino que en algunos casos los recomiendan activamente a los usuarios", reza otro informe. Youtube, propiedad de Alphabet (matriz de Google), ganaría hasta 13,4 millones de dólares al año gracias a los anuncios colocados en vídeos negacionistas, según cálculos de la oenegé Center for Countering Digital Hate. Además, la "negligencia" de esas compañías también puede traducirse en amenazas "desproporcionadas y específicas" que, según la Unesco, apuntan principalmente contra mujeres periodistas, divulgadoras y activistas climáticas. Un manifiesto publicado este jueves y apoyado por más de una veintena de organizaciones periodísticas y climatológicas de España pide a las autoridades tomar medidas contra la "avalancha sin precedentes" de negacionismo y contra las "campañas orquestadas de acoso". "El odio en redes hacia los verificadores es absolutamente cotidiano y en algunos casos ha llegado a amenazas físicas", cuenta Ángel-Moreno, que aun así empieza a notar un debate "más sano" en el canal de Maldita en TikTok. "Regreso" negacionista Aunque la evidencia científica respalda la existencia del cambio climático, los expertos advierten de que las redes están lubricando el "fuerte regreso" de un negacionismo similar al de hace 40 años. Un estudio reciente de la Universidad de Ginebra en 12 países concluye que al menos un tercio de las personas todavía duda de esa realidad y constata que la desinformación es "extremadamente persuasiva, en general más que la información científica". A un 24 por ciento de los españoles les preocupa poco o nada el cambio climático, según datos del CIS de abril, unas cifras que se disparan en países como Estados Unidos, Malasia o Israel. La estrategia de los negacionistas ha mutado. Antes, rebatían la existencia del cambio climático. Ahora, tras la prohibición de ese rechazo explícito en algunas plataformas, tratan de desviar la atención hacia otras narrativas para ralentizar la adopción de las políticas necesarias contra la crisis. Esa deliberada maniobra de confusión, conocida como "retardismo climático", va desde criminalizar el movimiento climático como una gran conspiración —véase la Agenda 2030— a poner en duda el consenso científico o decir que el calentamiento global no es para tanto. Esa maniobra hacia una desinformación más sutil está dando sus frutos. Según una reciente encuesta del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica, un 40 por ciento de los menores de 30 años en España considera que la crisis ecológica "se está exagerando mucho", un salto de diez puntos porcentuales desde 2005. Fuente: El Periódico (España)

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