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  • El desafío de cuidar la convivencia interreligiosa en la Argentina

    » Clarin

    Fecha: 08/05/2024 01:00

    En una reciente entrevista al Vatican News -el sitio de noticias del Vaticano- el fraile franciscano Francesco Patton, al frente de la custodia católica de los lugares cristianos de Tierra Santa decía: “Desde el 7 de octubre se respira un aire muy pesado porque es como si se hubiera roto un equilibrio dentro del Estado de Israel entre el componente judío-israelí y el componente árabe/palestino-israelí. Y también el equilibrio que para bien o para mal había entre Israel y Cisjordania: había posibilidad de ir y venir, sin mayores problemas, y además para los palestinos de Cisjordania era bastante fácil venir a trabajar. Era posible salir para venir a Jerusalén y recibir tratamiento con terapias que no se administraban en Gaza”. “Tras el atentado del 7 de octubre, todos estos equilibrios se rompieron. Ahora, dentro del propio Estado de Israel, el componente judío-israelí ha comenzado a mirar con desconfianza al componente árabe-israelí y el componente árabe-israelí ha comenzado a sentirse cada vez más inseguro incluso en el lugar de trabajo y en la vida cotidiana, incluso caminando por la calle. Varios de nuestros cristianos me han dicho: ‘Cuando voy por la ciudad, en Jerusalén, evito hablar árabe’. Esto dice mucho del clima que se ha creado” En un reciente comunicado desde el Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI) -que co-presido junto con el rabino Daniel Goldman y el dirigente musulmán Omar Abboud-, decíamos que a partir de haber vivenciado en las últimas semanas el Sagrado Ramadán, la Pascua y el Pesaj, estas tres experiencias religiosas “nos permiten vincularnos a musulmanes, cristianos y judíos con la Fuente de Trascendencia que nos bendice y nos compromete en la noble misión de trabajar por la paz, la armonía y la justicia social. Acompañados con este espíritu -señalábamos- aprendemos que la divergencia de opiniones sobre conflictos en otras latitudes no debe modificar las armónicas relaciones entre vecinos y comunidades en nuestro país”. Subrayábamos que “la vocación de diálogo interreligioso reafirma y asevera la voluntad de las colectividades de convivir en armonía, desde nuestras propias identidades y desde los valores religiosos que ha enriquecido al conjunto del tejido social argentino. En nuestra historia como en nuestro presente la figura conformada por la multiplicidad de perspectivas culturales y sociales del ser argentino incluye el sentido profundo de la dimensión de la fe. La particularidad de la construcción del diálogo interreligioso de nuestro país es parte del patrimonio intangible de nuestra sociedad y ha trascendido nuestras fronteras”. También decíamos que “la amistad y el respeto se perfeccionan en el amor al prójimo, siendo que nuestro devoto compromiso se traduce en una inquietud genuina por la dignidad del hombre, oponiéndonos de manera absoluta a toda violencia como medio de resolución de conflictos”. Desde allí fue que convocamos “a todas las organizaciones religiosas, dirigentes, medios de comunicación y la sociedad en general a fortalecer todos los caminos de diálogo que conduzcan a una mayor concordia y solidaridad entre todos los habitantes de esta nación. La preservación de este valor -destacábamos- nos invita a seguir manteniendo redes de respeto y fraternidad. Tenemos el deber de cuidarnos los unos a los otros. Y desde allí queremos comprometernos a seguir creando instancias de diálogo que fortalezcan nuestra convivencia, profundizando nuestro conocimiento mutuo desde la educación”.

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