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  • Argentina en la OCDE: un paso de calidad para la inserción global

    » Clarin

    Fecha: 07/05/2024 19:51

    Aunque pasó relativamente desapercibido, uno de los más significativos logros de la gestión Milei se refleja en el anuncio realizado por la canciller Diana Mondino en París la semana pasada, es que la Argentina ha podido acordar la hoja de ruta para el acceso a la OCDE. Ese proceso de incorporación a la organización es largo y complicado, pero comienza con los pasos que se han dado en los últimos meses. En realidad, la Argentina había sido invitada a comenzar las discusiones sobre el acceso en enero del 2022, como resultado de las gestiones del gobierno de Mauricio Macri. En esa misma fecha otros países (incluyendo Bulgaria, Croacia y Perú) recibieron similar invitación. Estos países presentaron su hoja de ruta en tiempo y forma, siendo aprobados para comenzar el proceso en junio del 2022 y se encuentran actualmente muy avanzados en la aceptación integral de su membresía, como también Indonesia. Argentina, sin embargo, desestimó esta oportunidad de pasar a formar parte de una institución de gran reputación y prestigio e integrarse al grupo de los países más desarrollados del mundo para - en cambio - intentar afiliarse, por razones meramente ideológicas, al grupo de los BRICS, un conjunto poco apropiado para un país que quiere retomar su rumbo de crecimiento después de años de decadencia. La OCDE (OECD por su sigla en inglés) tiene su origen en la posguerra como parte del sistema creado por el plan Marshall para coordinar los esfuerzos de la reconstrucción de Europa. En 1961 se convierte en una organización internacional permanente cuyo objetivo ha sido lograr el mayor crecimiento económico y, al mismo tiempo, mantener la estabilidad económica y financiera de sus miembros, estimulando la adopción de políticas apropiadas y promoviendo la calidad institucional y así crear el marco apropiado para la inversión productiva. Para ello, alienta la liberalización del comercio internacional y la eliminación de las distorsiones producto de intervenciones estatales contraproducentes. Aunque un objetivo adicional es la coordinación de la ayuda económica a los países en desarrollo, la OCDE no es una organización financiera que realice aportes o brinde créditos, pero asesora y orienta a los gobiernos de países miembros y no miembros sobre políticas que resulten en un desarrollo sostenible. De la misma forma, la pertenencia a este grupo facilita el direccionamiento de inversiones hacia sus miembros, dado que otorga cierta garantía de viabilidad y confianza. Desde 1961 a esta parte la organización ha crecido y hoy tiene 38 miembros que comprenden todos los países de la Unión Europea (excepto los Balcanes), Australia, Canadá, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos. Incluye países que han tenido una evolución económica destacada con la cual dejan de ser considerados países emergentes, tales como Israel y Corea del Sur. Latinoamérica ha estado prácticamente ausente hasta 2010 cuando Chile se sumó a México y diez años más tarde ingresaron Colombia y Costa Rica. En este contexto, la ausencia de Argentina y de Brasil es sugestiva. Brasil ha mostrado interés intermitente en completar el proceso de adhesión y la Argentina acorde a los dichos de la canciller Mondino, retoma este proceso con energía: “lo iniciamos, lo estancamos y hoy volvemos a la normalidad”. ¿Por qué es relevante el ingreso de Argentina a la OCDE, más allá de que ser miembro de esta organización es un sello de calidad de las políticas económicas de sus integrantes? Porque la Argentina necesita recuperar la credibilidad y la confianza requeridas para atraer inversiones. No solo se necesitan declaraciones, sino que es indispensable contar con el apoyo de organismos e instituciones relevantes que avalen las intenciones y las acciones. Además, la membresía en la OCDE es complementaria con la participación argentina en el G20. Es de esperar que en esta ocasión se sigan de forma firme e ininterrumpida los pasos requeridos para el ingreso. No hay tiempo para dilatar la inserción global del país. Ser miembro, además de otorgar mayor reputación, limita cambios unilaterales y abruptos de las reglas del juego, lo que reduce el riesgo país y, por lo tanto, el costo del capital - los países miembros tienen un costo de capital menor que el resto - y evita pérdidas de mercados, como hemos sufrido en el pasado. Asimismo, ser integrante de esta institución internacional constituye un compromiso con otros requisitos importantes: ser una sociedad comprometida con el Estado de Derecho, la libertad y la transparencia institucional. Es un paso que indudablemente fortalece al Gobierno y por ende al país en su conjunto, pero dado que el proceso puede ser relativamente largo requiere constancia y responsabilidad. Confío en que esta vez será posible.

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