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  • Ruta 4 de los Patios de Córdoba: Santiago y San Pedro, la vida en el laberinto verde

    » Diario Cordoba

    Fecha: 07/05/2024 14:25

    Una de las cosas que más sorprende a los visitantes de los Patios de Córdoba es que los recintos sean viviendas particulares en las que, oh ¡sorpresa!, vive gente. Piensan que, como son de acceso público, libre y gratuito, deben de ser instalaciones propiedad de alguna administración pública. Y eso que la declaración como Patrimonio de la Humanidad ya debería ofrecerles una pista: están en la categoría de Bienes Inmateriales, aunque un patio es claramente un objeto físico. Eso es porque la protección, más que al patio en sí, se otorgó al hecho de abrirlos voluntariamente a los extraños. Es un premio a la hospitalidad. Jacinto, propietario junto a su esposa del patio de la calle Alfonso XII, 29, así lo indica. "Lo que más me dice la gente es que se extrañan de que ésta sea nuestra casa y que vivamos aquí, porque piensan que los patios los pone el Ayuntamiento", declara en su pequeño y umbrío patio atestado de plantas y detalles en cada rincón. Jacinto aclara las dudas con una sonrisa y asegura que no le molesta recibir a cientos de visitantes cada día, porque "es algo que a todos nos gusta". Un gato curioso se enseñorea del patio de Alfonso XII, siempre en umbría. / Manuel Murillo Un patio a la sombra Una de las características de este patio es que se encuentra permanentemente a la sombra, lo que hace que los ejemplares de la planta baja no desarrollen flores, ni siquiera los siempre exuberantes jazmines. El verde predomina en el patio de Jacinto, que muestra con orgullo un raro tiesto con una planta del incienso. En realidad, la especia bíblica se obtiene de un árbol, explica el propietario, pero este espécimen botánico tiene la particularidad de desprender el olor a iglesia católica cuando lo rozas. Huele como los templos de Santiago y San Pedro, los barrios de esta ruta, en Semana Santa. Plaza de las Tazas La ruta 4 de los Patios de Córdoba transita por la parte más oriental del Casco Histórico, entre callejuelas estrechas que forman un laberinto herencia del urbanismo árabe, en donde los anchos espacios públicos no tenían cabida más allá de los patios de abluciones de las mezquitas o las casas de baño. Algunos, como el de la Plaza de las Tazas, están tan ocultos en el dédalo de calles que es complicado encontrarlos hasta con el GPS, no digamos ya con un plano. Aun así, tampoco se libran de las multitudes, ya que los guías de los grupos sí que saben cómo llegar de forma directa y sin perderse en el laberinto. En la casa patio de la Plaza de las Tazas llegaron a vivir y convivir hasta un centenar de personas en 19 familias, como recuerdan su experto y simpático cuidador, Juan, junto a la dueña de la vivienda, Cristina, siempre pendiente de atender a los visitantes en uno de los patios más grandes del concurso. Allí vivieron familias que emigraban desde los pueblos hasta los años 60 del pasado siglo, compartiendo una cocina y un solo cuarto de baño. Crías de pato silvestre que han terminado anidando en el patio de la plaza de las Tazas. / Manuel Murillo Juan muestra con detalle las curiosidades del patio a los visitantes. Entre los ejemplares más destacados hay un drago de cuatro metros, un invernadero con varios cactus "del que el más joven tiene 40 años", el "farolillo chino", la "esmeralda de jade", el raro bambú o enormes árboles de sombra que son un cruce entre olmo y moreo. Entre lo más fotografiado del patio de las Tazas hay una alberca en la que han anidado desde hace dos años patos silvestres, animados por unas aguas sin duda mucho más limpias que las del cercano Guadalquivir. Tan a gusto están que han terminado por criar a la sombra del patio y ya son una familia con media docena de pequeños palmípedos piando con tranquilidad entre los turistas. Un hombre toma una fotografía con el móvil en el patio de la calle Tinte. / Manuel Murillo Tinte, 5 Muy cerca se sienta también en la umbría de su exuberante patio Ana, la propietaria de Tinte, 5. Allí charla con sus visitantes y con sus amigas y vecinas, que no dejan de entrar y salir. Los cuidados con su vivienda -en realidad, dos casas conectadas- durante casi cuatro décadas le sirvieron para obtener en 2018 el premio Cordobeses del Año que otorga Diario Córdoba. "Cada vez viene más gente, con más colas, así que aquí estoy todo el día. Siempre me dicen que está el patio precioso", afirma. Suscríbete para seguir leyendo

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