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  • El secuestro aéreo que tuvo su desenlace en la Argentina y derivó en una de las series más vistas de Netflix

    » Clarin

    Fecha: 07/05/2024 08:52

    En abril Netflix estrenó Secuestro del vuelo 601, una miniserie de seis capítulos basada en un hecho que marcó la historia de la aviación colombiana, en el que, además, la Argentina tuvo un protagonismo central inesperado. Con los protagónicos de Christian Tappan, recordado en su papel de Gonzalo Gaviria en El patrón del mal, quien encarna al capitán Richard Wilches; Mónica Lopera y Ángela Cano dando vida a las dos azafatas clave para el desenlace, y los argentinos Valentín Villafañe y Alian Devetac en el papel de los secuestradores Óscar Eusebio Borja, de 27 años y Francisco Solano López, de 31, la serie retoma una historia que fue portada en los turbulentos años ´70. Contó con la dirección de Camilo Prince y Pablo González, quienes también fueron responsables de otras producciones de Netflix como El robo del siglo e Historia de un crimen: Colmenares. El año 1973, precisamente, estuvo marcado por hechos determinantes de la historia desde los puntos más diversos: Aerosmith lanzó su álbum debut, Elvis Presley realizó el primer concierto transmitido en vivo vía satélite a todo el mundo, se inauguraron las Torres Gemelas en Nueva York, regresó Juan Domingo Perón a la Argentina tras 18 años en el exilio y se produjo el golpe de estado de Pinochet en Chile. En medio de tiempos turbulentos que se sucedían en América Latina y en Europa, entre 1967 y 1973 fueron secuestrados en América Latina cerca de 90 aviones de los cuales unos 30 ocurrieron en Colombia. El 30 de mayo del ´73 se produjeron los hechos que retoma la miniserie de Netflix: dos individuos armados, quienes se identificaron como miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Eusebio Borja y Francisco Solano López, aunque en realidad eran dos futbolistas de origen paraguayo con dificultades económicas, se apropiaron del vuelo 601 de la Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM) con 84 personas a bordo y amenazaron con explotar el avión a menos que el gobierno colombiano liberara a 50 presos políticos y les pagara un rescate en efectivo. La tripulación fue desviada con dirección a Cuba, aunque terminaron recalando en Aruba y, finalmente, en Mendoza, Argentina, aunque el derrotero incluyó cerca de 60 horas a través de 24.000 km, 12 aterrizajes y 12 despegues, varios de ellos en nuestro territorio. En algunas de esas escalas fueron liberando pasajeros hasta que los secuestradores se dieron a la fuga con 50 mil dólares de los 200 mil que habían pedido de rescate. Alian Devetac y Valentín Villafañe, los actores argentinos que protagonizan "Secuestro en el vuelo 601". Foto: Netflix Los condenados del aire es la obra que escribió el periodista Massimo di Ricco que sirvió de base para la miniserie de Netflix. Nacido en Lugo, Italia, en 1977, se licenció en historia en Bolonia mientras trabajaba como periodista para radios locales. Una vez recibido se mudó a España primero, y más tarde a Medio Oriente. La palabra del autor “Cuando me encontré con esta historia estaba en Colombia trabajando en el Departamento de Historia de la Universidad del Norte en Barranquilla”, explica el propio di Ricco en charla exclusiva con Clarín. -¿Cómo exactamente se topó con la historia? -Cuando empiezo a profundizar el tema de los secuestros de aviones en América Latina entre el final de los '60 y el principio de los '70. Sobre el tema, hasta hoy en día, la información tanto periodística como académica o historiográfica es prácticamente inexistente, como si se hubiera borrado completamente el fenómeno de la historia, a pesar de que afectó a todos los países del continente. Me llamó enseguida la atención, porque era el único caso que estaba en parte cubierto en una página de aficionados de la aviación colombiana, aunque allí sólo se había reconstruido parcialmente la historia a través de los periódicos de la época, pero sin entrevistas. A punta de pistola. La serie "Secuestro en el vuelo 601" se basa en un hecho real, que ocurrió en 1973. El avión iba a ser desviado a Cuba y terminó en Mendoza. Foto: Netflix -¿Por dónde inició la tarea? -En un primer momento, cuando empecé a trabajar sobre el fenómeno de la piratería aérea en 2013-2014, la idea era hacer un artículo académico que por un lado recopilara toda la información existente sobre el fenómeno, que no existía, y al mismo relatara como estos aeropiratas permitieron, aunque de forma involuntaria, que Cuba y los otros países del continente, en una época de total aislamiento y rupturas diplomática con la isla, se sentaran a discutir sobre cómo resolver este fenómeno que se había vuelto endémico e incómodo para todos los países, y también para Cuba. Luego abandoné el proyecto por un par de años y en 2017 cuando me encontraba en Barcelona sin un trabajo a tiempo completo y con un trabajo periodístico que no funcionó como imaginé, decidí volcarme otra vez a pensar en qué hacer con toda la información que tenía sobre el fenómeno y escribir un libro. Allí decidí que la mejor forma para presentar a un público general todas estas historias y material que ya había recopilado los años anteriores era de hacerlo a través del formato de crónica periodística, aunque manteniendo la base académica de investigación rigurosa. En este sentido decidí investigar a fondo el secuestro del avión de SAM que me permitía usar toda esta información. Massimo di Ricco, el autor italiano sobre cuyo libro está basada la serie "Secuestro en el vuelo 601". Foto: Netflix Despejar las pistas -¿Cómo fue el proceso de investigación? -Por un lado hubo mucho trabajo de hemeroteca, tanto en físico, con visita a diferentes lugares en Colombia, y de forma virtual con archivos y bibliotecas de todo el continente: Colombia, Argentina, Paraguay, Perú, Ecuador, principalmente para ver cómo la prensa local había cubierto el secuestro y qué datos más podían añadir a la historia. Al mismo tiempo, empezó un extenuante proceso de búsqueda de personas que vivieron este o algún otro secuestro en primera persona (como pasajeros, tripulación o aeropirata) y que fueran confiables. Al final conseguí hablar con varias personas de todas las categorías, a veces por teléfono, otras por chat, en ocasiones con familiares de aeropiratas fallecidos, también con periodistas que habían cubierto en la época los hechos. -¿Cuáles fueron los desafíos más complejos que enfrentaste en la tarea? -Sin duda estuvieron relacionados con la investigación misma del secuestro y que a pesar de que hayan pasado 50 años, muchas personas todavía no se sentían cómodas de hablar libremente, especialmente de los secuestradores, aunque lo conocieran personalmente. Por ser un hecho delictivo, muchos preferían no profundizar mucho o negar algún conocimiento de los hechos reales. Al mismo tiempo, fue muy complicado encontrar datos de archivo que respaldaran lo que salía en los periódicos, tanto por recelo de las compañías aéreas en compartir información, pero también por falta de registros, como por ejemplo lo de los presos en las cárceles colombianas de esta época, principalmente porque la institución penitenciaria colombiana actual fue creada en los '90 y todos los datos anteriores se perdieron. Lo mismo que las fichas policiales o judiciales. -Me gustaría conocer su mirada a la distancia sobre los sucesos. ¿Cuál es su análisis personal? -Una de las conclusiones más interesantes a la que llegué a través de los datos que he recolectado es que especialmente en Colombia, pero también en los otros países de América Latina, muchos de los secuestradores no eran necesariamente guerrilleros politizados, sino muchas veces gente del común, a veces de escasos recursos, que no tenía mucho que perder y que considerado que parecía bastante fácil secuestrar un avión e ir a Cuba, decidían lanzarse en esta hazaña para alcanzar esta isla de la que se conocía poco, demonizada por los medios conservadores del continente, y que era un poco una utopía para empezar una nueva vida desde cero. Muchos se fueron de la isla decepcionados. Doce aterrizajes y doce despegues tuvo el avión tomado por los delincuentes en "Secuestro en el vuelo 601". Foto: Netflix -Según relata en su obra, los casos de muerte han sido escasos en esos años. -Ese es un dato interesante. Eso, además, ha alimentado las ganas en muchos pasajeros de ser secuestrados para pasear por Cuba, según muchos me han expresado. Está lleno de declaraciones de pasajeros decepcionados porque no pudieron ir a Cuba secuestrados o pasajeros que declaran a la prensa que el secuestro "fue un paseo bonito". A lo largo de casi una década de secuestro de aviones, únicamente murieron unos cinco secuestradores en el intento, baleados por las fuerzas de seguridad, y un pasajero por un ataque cardíaco luego de terminado el delito. A diferencia de los secuestros que ocurrían en Europa y Medio Oriente, en América Latina los pasajeros eran simples espectadores. -¿Ha seguido en contacto con alguno de los protagonistas? ¿Podría actualizarnos el estado de situación más allá de lo que se cuenta en Netflix?

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