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  • La magia del aula en el Notti: un jardín maternal para 35 niños que se atienden en el hospital

    » Los Andes

    Fecha: 07/05/2024 02:55

    “Franche” tiene 3 años, vive en Tunuyán y sufre parálisis cerebral, por eso pasa sus días en su casa y en su cochecito, con traqueotomía y alimentada mediante un botón gástrico. Sus ingresos al hospital Notti, debido a numerosas complicaciones en su salud, son casi frecuentes. La última vez, por ejemplo, estuvo internada 68 largos días, siempre acompañada por Carina, su mamá. Fue allí, precisamente, cuando conoció a la “seño” Marisol, del jardín maternal hospitalario que funciona en el establecimiento y donde acuden, además de hijos del personal, niños en pie de cama con patologías crónicas, violentados, accidentados o con internaciones breves. “Aunque su mamá me aclaró ese día que su hija muy poco podía hacer, le llevé cuentos y canciones. Le canté, Franche empezó a hacer movimientos con sus ojos y hasta me pareció ver una sonrisa en su rostro. En un principio compartíamos 10 minutos, pero al día de hoy, cada vez que nos vemos estamos juntas mucho tiempo. Logró manifestar alegría, el gusto por un juego y hasta sabe indicarme el cuento que quiere escuchar. Aprendió a manifestar también su enojo cuando me despido y le digo que tengo que visitar a otros niños”, relata a Los Andes Marisol Céspedes, profesora de Nivel Inicial perteneciente a la subdirección de Educación y Deporte de Guaymallén e integrante del staff del jardín del hospital Notti, cuya directora es Natalia Boquete. Este jardín, que se rige a partir de la declaración de los derechos del niño/a hospitalizado, normativa que data de 1959, acompañó durante el mes de abril a 35 niños enfermos, de los cuales 10 son crónicos -es decir, más de un mes internados-; 15 con una semana de permanencia y otros 10 con internaciones cortas. La prioridad la tienen aquellos pacientes crónicos de tres años, como el caso de “Franche”, y también quienes, por alguna circunstancia, necesitan acompañamiento a pedido médico. En todos estos casos es la maestra quien se acerca a la sala donde se encuentra el paciente, siempre con el objetivo de proporcionar apoyo afectivo, emocional y pedagógico y reducir el déficit escolar. “El caso de Franche es muy especial porque fue mi primera intervención. Apenas la vi, mi mente quedó en blanco, era una niña conectada a miles de aparatos, siempre mirando el techo. Tenía todo en contra, pero supo leerme de manera increíble y hoy es mi gran maestra. La sigo, la acompaño con música, imágenes, títeres, globos”, relata. Y agrega: “Aunque parezca mentira, tiene un gran sentido del humor. Jugábamos a hacer caras y logró desconectarse de una de sus mangueras, me clavó sus ojos y sonrió. Me asusté, pero hoy ya aprendí a conectarla y me hago la dramática cuando se la quita. El equipo médico está muy conforme con los cambios en su ánimo y cómo expresa emociones”. Marisol tiene miles de expectativas respecto de Franche y también de todos sus alumnos, porque está convencida de lo mucho que se logra con el trabajo constante. Si bien la chiquita hoy está de alta, sus internaciones son intermitentes. “Estoy segura que pronto podrá elegir tarjetas con imágenes de emociones para transmitirme cómo se siente. Quiero lograr que todos mis chicos puedan expresarse y trabajar la frustración de no poder cambiar lo que les toca, pero sí de dar y recibir amor y humor cada día”, aseguró. -Marisol, ¿cómo surge esta propuesta de trabajar en el hospital? -La pandemia fue nuestro gran disparador. Trabajábamos en los jardines maternales del departamento de Guaymallén en la denominada usina del conocimiento, un espacio virtual creado por Gustavo Bruno y María José Ferrari, del área de Educación de ese municipio. Por entonces, con la psicomotrista Verónica Federicchi comenzamos a abordar a los niños del Notti, algunos oncológicos, otros en terapia intensiva o en sala común. Con un celular las docentes podíamos llegar a todos esos espacios, respetando siempre los tiempos, emociones y disponibilidad, de allí que solíamos dar clases tanto a las 10 de la noche como a las 9 de la mañana. Los padres nos avisaban y allí aparecíamos nosotras. Eran más dudas que certezas y las prácticas pedagógicas nos interpelaban todo el tiempo ya que cada actividad debía adecuarse a cada particularidad. -¿Cómo fue el cambio al trabajo presencial? -En 2021 la municipalidad se hizo cargo de este anexo del jardín maternal del hospital y continué en esa labor. En 2022 me convocaron para trabajar directamente con los niños internados en forma presencial y fue un antes y un después. -¿Cuántos niños se acompañaron ese primer año piloto? - En 2022 los niños hospitalizados y acompañados por el jardín, de uno a tres años, fueron 415, un número enorme y eso nos gratifica muchísimo. El jardín hospitalario no cierra en vacaciones y la labor más profunda la volcamos a los pacientes crónicos. Es doloroso, pero muchos pasan internados más de 100 días. Cabe aclarar que, al margen del este anexo hospitalario, el jardín maternal del Notti tiene una matrícula de 90 niños que son hijos del personal y algunos chiquitos de ese sector barrial. -¿Cómo es la dinámica en un contexto tan particular? -Me gusta hablar de acompañar, porque en los jardines maternales trabajamos con niños muy pequeños y nuestro trabajo pedagógico es, precisamente, acompañar a esos bebés para que exploren el mundo que los rodea a través de diferentes experiencias y, sobre todo, descubriendo emociones. Pero cuando se enferman todo eso se interrumpe, no solo dejan de asistir al jardín sino que todo ese mundo se detiene, dejan su familia, su hogar y comienzan a lidiar con la enfermedad. Es la tarea del docente hospitalario acompañar ese proceso y llevarle un poquito de normalidad a esa realidad que le está tocando vivir. También ayudarlo a entender todo los nuevo que le sucede. - ¿Cuál es, en definitiva, el rol de un docente hospitalario? -Conocer el estado biológico del niño es misión del médico; las consecuencias psicológicas del terapeuta y las medidas que se deben adoptar para la eficacia educativa corresponde al docente. También reducir en lo posible su ansiedad y demás efectos negativos producto de su ingreso al hospital; disminuir el retraso escolar que puede suponer el regreso de nuevo a la escuela, trabajar en conjunto la autonomía, la socialización, la comunicación. El objetivo es lograr el total apoyo de la Dirección General de Escuelas (DGE) y que esta propuesta deje ser un anexo y se convierta en un jardín con autonomía para poder, incluso, visitar niños enfermos en los hogares. -¿Cómo se hace para que cada historia no te atraviese emocionalmente? -Me atraviesan y muchas veces muy profundo y allí es cuando me sostiene mi familia. Sé que no puedo cambiar ni modificar lo que les toca vivir a estos pacientes, pero sí podemos juntos pasarla un poquito mejor, disfrutar del juego, de un cuento, de enchastrar el entorno con témpera, hacer una carpa y escondernos con la sábana de la cama. Una canción a veces puede ser sanadora. Trabajar con niños enfermos es duro, a veces siento que es injusto y más cuando veo chiquitos violentados o historias de vida terribles. “Mi hija avanzó y está feliz” Carina, mamá de Franchesca, descubrió durante una de las tantas internaciones de su hija lo mucho que había avanzado a partir de la visita docente. “Por primera vez en su vida levantó sus manitos para sostener un globo. Eso se lo enseñó la maestra. Fui corriendo a buscar el teléfono para tomarle una foto pero ya era tarde”, relató Carina a Los Andes. Para la mamá, su hijita dio un gran paso al demostrar alegría durante la clase. “Ella tiene muchas patologías, entre otras cosas ataques fuertes de epilepsia. Y lograr que esté feliz y entretenida mientras duran sus internaciones, es importantísimo”, aseguró Carina, para agregar: “Afortunadamente siempre me he encontrado con buenas personas en el camino”.

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