Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • 50 años sin el Cura de los pobres

    Parana » Inventario22

    Fecha: 06/05/2024 08:59

    La noche del 11 de mayo de 1974, el padre Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe terminó de dar misa en la iglesia de San Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro, y salió a la vereda a encontrarse con su amigo Ricardo Capelli. Iban a un cumpleaños en la Villa 31. Su lugar en el mundo. Pero nunca pudo llegar. Dos hombres, uno de los cuales escuchaba la misa desde el último banco, y otro que bajó de un vehículo, abrieron fuego contra ambos. El sacerdote recibió cinco tiros de frente y Ricardo Capelli, cuatro. Heridos de gravedad, fueron trasladados al hospital Juan F. Salaberry, hoy inexistente. Mugica murió después de dos horas de cirugía. Su amigo vivió para contarlo. A 50 años del crimen de la Triple A contra uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y precursor de los Curas Villeros, Tiempo conversa con Capelli, autor del libro Antes y después del asesinato de mi amigo el Padre Mugica que será presentado el miércoles en la Feria del Libro. A Capelli le quedaron las cicatrices. Tiene 87 años. En ese momento, cuando le hicieron 14 cirugías por los cuatro balazos que recibió, tenía 37 y más de 20 de amistad con Mugica. Lo conoció a los 17, cuando trabajaba en la Bolsa de Cereales. Capelli se movía en el ambiente aristocrático porteño como pez en el agua. La familia de Mugica (que ya era en ese momento seminarista) venía de una estirpe de renombre y de dinero. –¿Cómo fue el encuentro? –Cuando lo conocí empecé a interpelarme. Yo vivía en otro mundo de cenas en el barco cerealero o en lugares paquetes y me di cuenta que había gente que vivía en casas de madera y chapa, en situaciones terribles, y eso me cambió. Hacía mi actividad, ganaba bien pero empecé a sentir que algo faltaba en mi vida. Lo religioso nunca fue lo mío, lo que hacía que me cambiara el traje y la corbata después de la oficina para ir a la Villa 31 cada día era otra cosa, lo que encontraba en el barrio, los amigos que había hecho, las transformaciones. Antes de fundar la iglesia Cristo Obrero en la 31, todos los sábados Carlos daba misa en el Instituto de Cultura Religiosa. Una vez, cuando fui a buscarlo dos señoras muy elegantes lo increparon: ‘a misas que dan los curas comunistas no vamos’. Él se dio vuelta y les dijo ‘lo bien que hacen, doñas’ y ellas se enfurecieron… más que nada por lo de ‘doñas’. –¿La procedencia aristocrática le daba alguna ventaja a la hora de poder ayudar al barrio? –Por su ascendencia, él tenía muchos amigos que eran empresarios y demás. Cuando había que manguear, Carlos a veces medio mangueaba y otras, si había problemas, exigía. Por ejemplo, íbamos con dos muchachos del barrio Comunicaciones de la 31 a pedir lo que se necesitaba. A veces le decían ‘pero aguantá un cachito, andamos con problemas y no podemos’, y él les decía que mejor que arregles conmigo porque si no van a venir ellos a buscar lo que necesitan. Y ahí se arreglaba. Él era un tipo muy jodón. Mugica y el peronismo Capelli recuerda cuando la 31 fue testigo del bautismo multitudinario del sobrino de Ernesto «Che» Guevara. Mugica había sido compañero de Roberto Guevara en la Facultad de Derecho y por eso le pidió que lo bautizara. “Fue impresionante porque lo bautizó en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, por Evita y por el Che». La conversión de Mugica al peronismo, dice Capelli, fue determinante en su vida. El joven de familia aristocrática había entrado al seminario, entre otras cosas, para salvar su alma, pero la política lo interpelaba. En el ’55 el enfrentamiento del peronismo con la iglesia había exacerbado las diferencias de Mugica con ese movimiento. El bombardeo a la Plaza de Mayo llevó a la quema de las iglesias, las pintadas en las paredes “Sin Perón no hay Patria ni Dios, abajo los cuervos”, en alusión a los sacerdotes. –Mugica hace un giro cuando empieza a mirar la vida desde el socialismo. ¿Fue determinante el encuentro con Perón en Madrid, también en su relación con Montoneros? –Entonces definió que la verdadera lucha de la Argentina era el peronismo y se hizo peronista. Decía ‘yo soy un converso y los conversos somos fanáticos’. –Después del crimen de su mejor amigo vino el golpe militar que lo secuestró y lo torturó por más de tres meses, en 1978. ¿Por qué aún así decidió quedarse en Argentina y no exiliarse? –No creo en Dios, no me preocupa mucho eso, lo que puedo decir es que hace 50 años, cuando estábamos en el hospital Salaberry y el médico cirujano dijo ‘Padre, vamos al quirófano’, él insistió en que ‘primero hay que salvar a Ricardo’ y eso es dar la vida por el otro. De ahí en más, todo lo que me pasó a mí hasta el día de hoy, hasta el fin del siglo pasado… Tuve momentos límites y dialogué muchas veces con la muerte, sin embargo hay algo que me sacó y sigo vivo. Hay alguien que me protegió y no tengo dudas de quién. –¿Cuál es hoy el legado de Mugica? –Ir contra el explotador, el poderoso, aquel que solo piensa en su guita, si tiene mucha y cómo sacar más, porque le produce un goce. En este momento, Carlos estaría ya reclutando a toda la gente que pudiera para salir a la calle, a protestar porque lo que está pasando ahora es algo que yo no lo vi ni con la dictadura genocida, lo que vivimos es otra cosa. Si estuviera acá, Carlos diría que llegó el momento, que terminemos de hablar de los pobres y el porqué de su pobreza y empecemos a hablar de los ricos y del porqué de su riqueza. Y actuemos en consecuencia. «

    Ver noticia original

    También te puede interesar

    Examedia © 2024

    Desarrollado por