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  • La polémica entre Milei y la Feria del Libro anticipa la polarización que se viene

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    Fecha: 05/05/2024 20:16

    ¿Quién la empezó, Javier Milei o Alejandro Vaccaro? Difícil decirlo. Para el presidente de la Fundación “El Libro”, fue el líder libertario, con sus medidas “destructivas” y sus agresiones contra todas las “instituciones de la cultura”, desde Télam y el INCAA hasta las universidades. Para Vaccaro, estas medidas son injustificadas y están ideológicamente motivadas las críticas que se les hagan, sea por sesgo ideológico, uso prebendario, anquilosamiento burocrático o cualquier otro aspecto de su funcionamiento. Leé también: Javier Milei presentará su libro en el Luna Park: todos los detalles Sin embargo, el presidente de la Fundación elude el hecho de que, reiteradas veces, su organización permitió o dejó pasar actos de intolerancia en la Feria, quizás también por un sesgo ideológico. Las agresiones más conocidas fueron contra Mario Vargas Llosa y contra funcionarios macristas. En cambio, si escuchamos a Javier Milei, la trifulca se originó justamente en estas actitudes intolerantes, y más en general, en el “kirchnerismo militante” que anima a los organizadores de la Feria. Esto le serviría al Gobierno para defender tanto las cuotas que han capturado del presupuesto público, como una visión ideológica y sectaria de la cultura. Lo que al presidente le viene como anillo al dedo para hacer lo que sus gustos le sugerían desde el principio: no compartir con nadie más ni la escena ni el ámbito desde el que hablará para presentar su nuevo libro, ponerse fuera del campo más o menos plural donde hasta aquí se vienen discutiendo ideas, para poder presentar con mayor eficacia las suyas como las únicas que valen la pena escuchar y leer, y a todas las demás como expresiones fracasadas de los intereses de casta. En suma, más sectarismo, solo que de signo inverso. En el discurso de apertura de la Feria del Libro 2024, Alejandro Vaccaro se dedicó a catalogar como “amenazas y agresiones” todo lo que ofrece el actual Gobierno. (Foto: Facebook / alejandrovaccarook) ¿Qué se puede concluir de este cruce de acusaciones? Que en este, como en otros episodios semejantes que han tenido lugar en los últimos días (los cruces entre CFK y el presidente, por ejemplo), los bandos en pugna son tal para cual y se van volviendo más y más extremos. Milei encuentra en el kirchnerismo, tanto cultural como político, a sus adversarios ideales, pues ellos demuestran con sus actitudes y planteos que todo lo que él advierte sobre el Estado, la izquierda y las élites tradicionales es cierto. Al mismo tiempo, el kirchnerismo, y más en general la izquierda cultural, ilustran con Milei que no hay nada bueno que esperar de “la derecha”, y que en última instancia, todos los conflictos en danza se resumen en la pugna entre un “modelo nacional y popular” justo y democrático, y el infernal y autoritario darwinismo social de “los liberales”. Un ejemplo de esto quedó bien a la vista en los discursos tanto de Vaccaro como de la escritora encargada de inaugurar esta nueva edición de la Feria, Liliana Heker. Vaccaro se dedicó a catalogar como “amenazas y agresiones” todo lo que ofrece el actual Gobierno, como si tuviera ninguna razón de ser, no señalara ninguna necesidad efectiva de cambio, ni pudiera crear ninguna oportunidad para un cambio positivo, ni fuera a surgir de este mandato ninguna lección positiva que aprender. Vaccaro, incluso, se burló de la intención del presidente de presentar su último libro en el evento editorial a su cargo, por haberlo “agredido” al retirar el habitual stand del Gobierno nacional y, con él, el jugoso financiamiento que tradicionalmente disfraza. Y le lanzó una advertencia que bordeó la patoteada: que iba a necesitar un buen equipo de seguridad si insistía de todos modos en hacer en el recinto de La Rural su presentación de “Socialismo, capitalismo y la trampa neoclásica”, para lo cual la Fundación no le iba a brindar ayuda alguna. Leé también: Milei suspendió su presentación en la Feria del Libro y aseguró que se estaba preparando un sabotaje No hacía falta que aclarara, después de eso, que no iba a mover un dedo para evitar que la militancia kirchnerista y de izquierda convirtiera esa ocasión en un escándalo, con piquetes, escraches, en suma, el típico show de “violencia indignada” con que esa gente suele impedir que los “representantes del antipueblo” hablen y esparzan su veneno en oídos incautos. Cuando le tocó el turno a Hecker y su discurso inaugural, la cosa fue aún peor. Ella dedicó absolutamente toda su alocución a exponer una tesis: que si Milei sacó muchos votos el año pasado se debió a que demasiados argentinos han perdido la capacidad de leer. Los millones que lo votaron, según Hecker, no saben interpretar algo tan elemental como la realidad política que los rodea, así que habría que iniciar una nueva cruzada de pedagogía política, para enseñarles lo que es bueno. ¿Otra vez, y más todavía? ¿No lo hicieron ya suficientemente en los últimos veinte años? ¿Piensa ella que habría que haber adoctrinado aún más en las escuelas, las universidades, en los medios y en todas las organizaciones de la sociedad e instituciones del Estado, de lo que lo hizo el kirchnerismo estando en el poder? Liliana Heker, en su discurso, se dedicó a exponer una tesis: que si Milei sacó muchos votos el año pasado se debió a que demasiados argentinos han perdido la capacidad de leer. (Foto: Télam) Hecker, quien no dijo una sola palabra sobre literatura -no hacía falta-, obviamente pasó por alto también el sesgo aristocrático, profundamente despectivo hacia los ciudadanos de a pie, que anima su explicación del fenómeno Milei. Pues ella, igual que muchos otros representantes de nuestro progresismo cultural y político, cree en serio ser la máxima expresión de la sabiduría y la moral, así que los que se les oponen no pueden, sino ser ignorantes, inmorales, o las dos cosas a la vez. Pero lo más sorprendente del caso tal vez no fuera eso, sino que el propio Milei, desde la vereda opuesta, piensa bastante parecido a Hecker y a Vaccaro, tanto en este como en otros asuntos. También para nuestro actual presidente, presentar un libro es hacer propaganda política e ideológica. No una ocasión para discutir con gente que opina distinto, en un terreno en donde convivan la mayor cantidad posible de perspectivas y opiniones, sino para reunir a los fieles, incitar su ánimo combativo, hablando pestes de todos los demás, y acallar cualquier opinión disonante. Eso es seguro, lo va a poder hacer mucho más cómodamente en el Luna Park que en La Rural. Así que hacia allí ordenó marchar a los organizadores de su presentación, programada ahora para fines de mayo. Hay que reconocer, con todo, que ni Vaccaro, ni Hecker, ni tampoco Milei son los únicos, ni siquiera los principales responsables de que esto haya terminado así. Antes bien, fue más bien el producto del trabajo de zapa que se ha venido haciendo para destruir nuestro espacio público y empobrecer nuestra vida cultural desde hace al menos veinte años, o, con algunas breves interrupciones, en verdad desde bastante más tiempo atrás. Leé también: El kirchnerismo apuesta a que el Senado frene la ley Bases, pero es poco probable Lo que sí se puede achacar a estos personajes es que sigan contribuyendo alegremente en ese sentido, y lo hagan pese a que tienen otras opciones a la mano. Y conviertan más y más a “La Feria” en una gran simulación: de que nos interesa promover la lectura, nos interesa lo que escriben los demás, y nos gusta encontrarnos con ellos, sobre todo cuando piensan distinto. Me trajo a la memoria mi primera experiencia problemática en ese masivo rito anual: cuando buena parte de los asistentes aplaudió alegre y espontáneamente a un recién reemplazado presidente. Era abril de 1981 y el aplaudido no fue otro que Jorge Rafael Videla. Ese episodio, a esta altura fantasmal, y las recientes y actuales trifulcas en ese mismo ámbito tienen lamentablemente bastante en común entre sí: nos obligan a dudar de que nuestra “cultura”, la de ayer y la de hoy, cuando se inclina tanto para un lado como para el otro, sea muy afecta al sentido común.

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