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  • Iniciativa y prudencia en política exterior

    » Clarin

    Fecha: 05/05/2024 15:02

    El tener iniciativa en materia de política exterior es de suma importancia, especialmente si ésta se desarrolla con excelencia y se desenvuelve dentro de un marco estratégico claro y conveniente al interés nacional. A su vez, en una época de alta inestabilidad internacional, de conflictos bélicos existentes y potenciales en Europa y Asia, y de una competencia estratégica creciente entre EE.UU. y China, la iniciativa tiene que estar complementada por la prudencia. Para el pensador francés Raymond Aron, ser prudente es actuar en función de una coyuntura particular y de hechos concretos . Según él, el primer deber —político pero también moral—es el de entender a la política entre las naciones tal como lo que es: una competencia incesante donde hasta la existencia misma puede estar en juego. Y donde cada Estado, legítimamente preocupado por sus intereses, no debe ser totalmente ciego a los intereses de las otras naciones. Para Aron, en este combate de dudoso resultado, donde los pergaminos de cada parte no son equivalentes, y donde raramente alguna de las partes no haya cometido alguna falta, la mejor conducta es la que dicta la prudencia. La prudencia no ha sido una constante de la política exterior argentina en el último medio siglo, en el que la sobreactuación y la exageración han sido frecuentes. Como ejemplos, hemos ido de liderar a los países no alineados, a alinearnos “carnalmente” con EE.UU., a asociarnos con el eje Caracas-Managua-La Habana y acercarnos imprudentemente a China, sin olvidar el haber llegado a tener una guerra con Gran Bretaña. En materia de política exterior la sobreactuación y la exageración no son recomendables para una potencia media como la Argentina. En particular si no se tienen instrumentos de poder para sustentar posiciones exageradas, o planes alternativos en caso de tener que discontinuar una relación comercial o política como resultado de nuestra sobreactuación. En materia de política internacional —que el gran estratega Von Clausewitz caracterizaba como intercambio y comunicación— la exageración y sobreactuación deben ser excepcionales y de uso cuidadosamente calculado. Si bien a nivel doméstico la exageración y la sobreactuación pueden funcionar para llegar al poder y hasta para poner en evidencia ciertas fallas e imperfecciones del sistema democrático, su uso frecuente a nivel internacional no es aconsejable. Una razón importante es que no podemos controlar o limitar las reacciones de otros Estados a nuestras expresiones o conductas exageradas. Adicionalmente, la prudencia debe ser un instrumento para matizar y controlar los excesos ideológicos que pueden llevar a la exageración y a la sobreactución. No es inusual que un nuevo gobierno manifieste que hay que desideologizar la Cancillería, para luego reemplazarla con otra ideología. Pero debería ser más frecuente el defender en forma pragmática, inteligente y prudente los intereses concretos de la nación, más allá de las ideologías. La iniciativa y la prudencia deben imperar en el diseño e implementación de nuestra política exterior. Asi, se deben conceptualizar y ejecutar acciones que potencien el interés nacional, teniendo en cuenta la coyuntura internacional y realizando un examen realista de sus diversos aspectos. La prudencia debe hacerse presente también al elegir a nuestros aliados, y al decidir como tratar con ellos. Un aspecto crítico debe ser el evitar dar cheques en blanco a cualquiera de nuestros aliados internacionales, de manera que esto pueda afectar a nuestro interés nacional y prestigio. Ser prudente es también explicar porque se adopta una determinada estrategia en política internacional —más allá de preferencias personales—, para lograr el apoyo para su permanencia en el tiempo. Si hay un continente en el mundo donde la prudencia debe predominar sobre la exageración y la sobreactuación, éste es Asia. Un continente caracterizado por un orden westfaliano en el que los Estados juegan un rol central, y donde luego de severos conflictos bélicos, varias potencias conviven esforzándose por conservar la paz. Así, los gobiernos se cuidan mucho de exagerar o sobreactuar, dadas las respuestas no controlables que esto pudiera provocar, en lo económico o militar. Adicionalmente, en países como China, una de las peores afrentas es el hacer quedar mal en público (loose face) a un individuo o a una Nación, impactando o cuestionando su prestigio. Por ello, la sobreactuación y la exageración pueden llevar a respuestas contundentes. A su vez, Beijing es plenamente consciente de lo escrito por Aron: “el peso de un Estado es función del poder que posee al momento de una negociación”.

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