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  • Colores eternos y pelota con suspenso

    » El dia La Plata

    Fecha: 05/05/2024 13:20

    Los colores de la camiseta son el ADN del fútbol. Esos tonos vienen de lejos y se perpetuarán eternamente. Por eso a veces uno acepta resignado esta nueva costumbre de andar cambiándola tan frecuentemente. Los equipos renuncian como si nada a la divisa histórica para vestirse con lo que decide la empresa deportiva, que por supuesto beneficia las arcas del club. Pero alguien debería recordarles que las casacas no son portátiles ni desechables. Los colores queridos son inembargables. Es el DNI de la institución, la contraseña suprema de un hinchismo que allí adquiere símbolo y contenido. Reemplazarlos, tan asiduamente, atenta contra la tradición y la identidad futbolera, poniendo a la camisola de siempre a merced de los antojos de los diseñadores. Hasta hace poco, cuando se cambiaba de uniforme, al menos se dejaba que sobreviviera un rasgo, algo que permitiera inferir que la nueva insignia guardaba un lejano parentesco con la historia de esos colores y de ese club. Pero ahora no siempre cuida ese detalle. Sin miramientos se elige cualquier camisa y se le da, injustamente, por una noche, estatura de color oficial, sin acordarse de que a los verdaderos soldados -porque esa noche, esos once batalladores lo son- siempre los ha vivificado y enaltecido saber que ese uniforme inembargable les demandaba más hidalguía y compromiso a su entrega. El utilitarismo, es verdad, tiene en la innecesaria variedad una forma de superstición atractiva. La moda ha sido siempre la consagración de la novedad y el cambio. La renovación constante es parte de su ideología vendedora. Y ese mundo te tienta con productos que proponen variaciones de forma y retoques de fondo para mostrarte más presentable y original. Nada malo. No cambia la esencia. Pero el fútbol va por otro medallero. Por suerte la hinchada en general lleva orgullosa y altiva esas camisetas originales que en muchas jornadas son absolutamente diferentes a las que están defendiendo sus gladiadores en la cancha. Jamás habrá trapos alternativos alardeando en esas tribunas donde los alborotados de siempre dejan todo a cambio de nada Como se sabe, no son costumbres criollas, el resto del mundo futbolero también las ha adoptado, no por coquetería sino por el anzuelo irresistible de asegurarse más ingresos, aunque cada club elige la oportunidad y la frecuencia de sus alternancias. ¿Nadie le explica al vestidor de turno que los colores no son una referencia circunstancial, sino un emblema que refuerza la idea de identificación y pertenencia? El escudo, la bandera, la hinchada, todo está teñido por esa pintura que colorea la pasión futbolera y se lleva en la piel como marca distintiva. Esos tonos vienen de la historia, los lucen los hinchas en las tribunas y alardean en las pintadas callejeras, flamean en las banderas y se agitan con furia cuando el equipo sale de la manga. Los colores son, con la pelota, objetos de veneración y respeto. ¿De dónde viene la pelota? Dice la historia que veinticinco siglos atrás, en la antigua China, apareció la pelota para que pudiera jugar la tropa. Desde allí cambió su aspecto y su material, pero quedó desde siempre asociada al juego, a lo mejor del hombre, obligada a ser eternamente el único botín de un alborotado campo de batalla donde el engaño, la falta y la travesura tienen el sabor de la euforia incontenible. Pero ahora, sometida a la dictadura del VAR, la pelota depende de una máquina para dictar sentencia. “El VAR -como dijo al mexicano Juan Villoro- confirmó que la tecnología sirve para que la incertidumbre humana suceda más despacio”. El mexicano Juan Villoro dice que “el VAR confirmó que la tecnología sirve para que la incertidumbre humana suceda más despacio” Pero volvamos a los colores. Afecta cuando la gloriosa casaca tiene que dejarle protagonismo a un atuendo diferente y ocasional. No ignoramos que la estrategia de las empresas de indumentarias es la de ampliar las opciones para mejorar las ventas y el reparto. Entendido. Y somos realistas porque también sostener la pasión se ha puesto cara. Pero sus planes deberían tener un límite. ¿A cuenta de qué hay que incorporar azules, verdes, grises a una divisa que ya tiene sus tonos? También la lealtad se afirma en los símbolos. Y jamás habrá trapos alternativos alardeando en esas tribunas donde los alborotados de siempre dejan todo a cambio de nada.

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