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  • “La amistad con Dios genera amistad humana”

    » El Norte

    Fecha: 05/05/2024 12:10

    Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 15.9-17) Por monseñor Hugo Norberto Santiago Obispo Diocesano de San Nicolás «Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino Yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los unos a los otros”». Palabra del Señor. La amistad con Cristo… Es evidente que la religión cristiana es la propuesta de una profunda amistad con Dios Padre, a través de Cristo y del Espíritu Santo, cuyo sello de autenticidad es ser artífices de la fraternidad que genera la amistad social. Hay una propuesta de una íntima amistad cuando Jesús nos dice: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor, Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”. La amistad, igual que la vida de pareja o que el matrimonio, es una alianza que para que subsista supone reciprocidad; no hay amistad si uno solo de los miembros ama y el otro simplemente es amado; la amistad supone estar cerca del amigo en los momentos buenos y cuando está en dificultades; y a su vez, sentir que el amigo está con nosotros cuando la vida nos sonríe y cuando se agita la barca de nuestra persona y corre el riesgo de hundirse en las tempestades de la vida. En esa amistad religiosa Dios nos ha amado primero y mucho, ha tomado la iniciativa en Cristo, que por eso nos dice: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos”. Nos ha visto hundidos en el pecado y la muerte y ha dado la vida para rescatarnos. Es más, como resucitado camina al lado nuestro, ayudándonos con su providencia y es el amigo más fiel. Genera la amistad humana La amistad con Cristo genera la amistad humana porque Dios, como todo amigo, nos pide una devolución de gestos. Sin embargo, como este amigo dio la vida por “todos”, nos dice que la devolución se la hagamos al que tenemos al lado, al cónyuge, al vecino, al enfermo, al que está en problemas y necesita una mano porque Él está en ellos: “Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”. De este mandato del Amigo Divino, nace la amistad social que tanto necesitamos siempre, pero sobre todo en estos tiempos en que el ajuste económico, la confrontación, la violencia verbal, psicológica y física alcanzan altos decibeles destruyendo o por lo menos debilitando seriamente los vínculos humanos, generando grietas, soledad y descarte. Estamos en la misma barca Las situaciones socioeconómicas, sobre todo cuando son adversas, nos hacen experimentar fuertemente que estamos en una misma barca agitada por una tormenta, por eso es impropio hablar de “mi” barca y de “tu barca”. Durante el tiempo de pandemia, otro tipo de tormenta social, con una enorme carga de verdad, la consigna creada por los equipos oficiales de salud nos decían: “Cuidarte es cuidarnos”. Es más, como dijimos en la reflexión del domingo pasado, durante la pasada pandemia, médicos y médicas, enfermeros y enfermeras que fieles a su vocación entregaron todo, como testimonio de un gran amor humano, perdieron la vida por sus pacientes. Ante las grietas sociales existentes, ante quien escondido detrás de una pantalla proyecta en los demás la violencia que hay en su vida en vez de resolver los motivos que lo tensionan; ante la confrontación interesada y egoísta de responsables sociales que buscan sus propios intereses en vez de buscar el bien común; ante la grieta de quienes vivimos dignamente y los que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas; Dios, a través de esta crisis social, con vos callada pero elocuente, nos está gritando: “Si quieren un mundo en paz, si quieren sanar las grietas personales, familiares y sociales, lo que ustedes necesitan es amistad social, necesitan bajar los tonos de violencia, confrontación y descarte y subir las notas de comprensión, empatía, sensibilidad y gestos concretos para darse una mano como familia, como sociedad. Es como el gesto del papa Francisco al comienzo de la pandemia: en un día gris, rezó solitario en la Plaza de San Pedro: “En esta tormenta que agita nuestra barca y parece hundirla, nos salvamos juntos o no nos salvamos”. Es verdad que necesitamos un pacto social con el firme propósito de exterminar la corrupción política y de integrar por el trabajo a los más desvalidos, de lo contrario, la tormenta seguirá y nuestra barca correrá el riesgo de hundirse. Buen domingo.

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