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  • ¿La conversación en internet puede superar la polarización?

    » La voz

    Fecha: 05/05/2024 05:48

    A principios de abril, algunos medios argentinos y brasileños reportaron que existe una investigación de la Policía Federal de Brasil con los ojos sobre Fernando Cerimedo. El consultor digital (vinculado con la campaña de Javier Milei durante el proceso electoral 2023) habría estado vinculado a los intentos de desestabilización a la democracia brasileña durante y después de las elecciones de 2022 en ese país. La investigación denomina al grupo de trabajo en el que habría trabajado Cerimedo como una “milicia digital”. El uso de un concepto así denota algo de los tiempos que vivimos en relación a la vida online y la violencia que en ella se expresa, tanto en la esfera pública como en la privada. La masificación de internet en los últimos 10 años llevó a que parezca casi invisible la línea que separa lo que ocurre en las plataformas y lo que vivimos en nuestro “día a día analógico”. Es tentador decir que ya no hay límites y todo forma parte de lo mismo, pero hay detalles por tener en cuenta. Lo que sí podemos afirmar con bastante certeza es que los discursos y las conversaciones en internet se han vuelto más virulentos. ¿A qué se debe esto? ¿Qué daños reales le genera a la sociedad? ¿“Hay” que hacer algo? “La calle online” En X (ex-Twitter) desde hace un par de meses que se habla, un poco en serio y bastante en broma, de un terreno digital al que se lo denomina como “la calle online”. Refiere principalmente a la discordancia que parece haber entre la cantidad de militantes de Javier Milei en plataformas digitales y los que hay en movilizaciones más semejantes a las de los partidos políticos tradicionales. ”La calle online” sería un espacio en el que las ideas liberales sí tienen masividad y superan numéricamente a quienes se le contraponen. Ahora bien, ¿cómo se ganan o disputan estos espacios? Desde que Elon Musk se hizo dueño de Twitter no sólo le cambió el nombre. También hizo mucho más laxas las reglas de moderación de la plataforma. Esto permitió que discursos y contenidos violentos ganen lugar y relevancia. El magnate millonario defendió este accionar usando la bandera de la libertad de expresión. Desde entonces, en X nos podemos encontrar con volúmenes importantes de mensajes violentos, pornografía, imágenes y videos con contenido sensible, y más. No es que ahora no haya reglas de moderación de contenido en la plataforma, sucede que son mucho más flexibles que lo que piden muchos y distintos actores de la sociedad civil. Se le agrega a esto algo clave: esta plataforma (y otras) funciona de una manera que visibiliza más los mensajes que generan más interacciones, sin importar cómo las logran. Así, se llena de cuentas que escriben barbaridades o cosas sin sentido para despertar la reacción de otros (acción conocida como “baitear”). Cuando se hace esto tocando temas sensibles se alcanzan niveles de violencia que le devuelven el resultado buscado al autor de la publicación: tener más alcance. Además, desde hace algunos meses X cuenta con un sistema de monetización para usuarios que pueden generar ingresos por la cantidad de impresiones (vistas) que tienen sus tuits. Un incentivo a este tipo de posteos. En ese contexto, un fenómeno esperable es la autocensura. Dentro de una plataforma en la que casi cualquier cosa se torna conflictiva, es normal que muchos usuarios no quieran exponerse a esa dinámica. Para completar el combo podemos agregar los casos de personas que reciben amenazas físicas directas a través de estas plataformas (de manera pública o a través de mensajes privados). ¿Qué se puede hacer en estos casos en los que lo que ocurre en el mundo digital nos genera un perjuicio real? Javier Pallero, analista de políticas públicas sobre internet, dice lo siguiente: “Hay herramientas legales para responder a estos temas, aunque algunas puede que sean insuficientes y los procesos judiciales sean muy lentos. Las amenazas son delitos y se denuncian igual que las amenazas fuera de internet.” Más allá de las herramientas judiciales de defensa con las que contamos, cabe preguntarse qué es lo que estamos perdiendo por dejar que algunos espacios de internet hayan devenido en esto. Violencia discursiva en redes sociales (Ilustración de Lucia Amado) Consensos imposibles en un mundo polarizado Una de las promesas originarias de Internet era la posibilidad de discutir masivamente y sin restricciones sobre distintos temas que importaban a la sociedad. Por algo de lo mencionado en párrafos anteriores podemos dar cuenta de que no viene resultando de la manera que se esperaba. ¿Dónde reside principalmente el problema? ¿Plataformas, usuarios? Quizás no sea simplemente una lógica digital y sea la sociedad la que está más violenta en sus discursos. ¿Es un problema propio de Argentina? Así lo ve Gonzalo Fiore Viani, magíster en relaciones internacionales: “Creo que es un fenómeno global. En Argentina en el último año y medio empezamos a tener un ejemplo bastante crudo de esto, adoptando cosas como el doxeo, una práctica que antes no era habitual acá pero sí en otros países. En Estados Unidos la polarización extrema y los discursos de odio en internet empezaron a aparecer fuerte durante la campaña de 2016 con Donald Trump avivando el asunto desde la presidencia. Hoy ves las redes sociales en Estados Unidos el nivel de locura y destrato con el otro es incluso superior al de Argentina. Ahí entran a jugar distintas cuestiones: la polarización política es el paraguas, pero ahí adentro están los discursos de odio, las teorías conspirativas, cruces ideológicos inverosímiles, la posverdad, hechos alternativos, etcétera”. Como mencionamos más arriba, que las plataformas visibilicen más los contenidos que tienen más reacciones genera que todos los actores importantes apunten a lograr eso, de la manera que sea (políticos, medios, usuarios de a pie). De esta manera, no se busca un debate real sino la mera exposición de argumentos que, por lo general, denigran las ideas de los demás o las ridiculizan. Los posteos que buscan consensos, entonces, son minimizados por la tecnología y tildados de tibios por las audiencias. Tomás Balmaceda, filósofo y periodista especializado en cultura digital, analiza el momento: “Me parece que quienes hace mucho tiempo que estamos dando vueltas en internet la encontramos más hostil que nunca. Si bien puede ser leído como una consecuencia esperable de que haya más personas en línea desde diferentes partes del mundo (a más personas, más probabilidades de conductas y expresiones violentas) me parece que también refleja un momento polarizante en la sociedad. No estoy seguro de que la vida analógica sea necesariamente más violenta que antes, pero sí que digitalmente es más resaltada. Mi interés en los últimos meses pasa por analizar cuál podría ser el rol específico que tienen los algoritmos en esta polarización: hay evidencias que muestran, por diseño, que la actividad intensa de un grupo reducido genera mayor representación que la actividad moderada de una mayoría. Si esto es así, los contenidos violentos tienen mayor capacidad de viralizarse y de alcanzar grandes audiencias en internet.” Así cómo Trump proyectó un modo de hacer política en redes sociales durante su presidencia, Milei parece ir por un camino parecido. Muchas noticias de los últimos meses estuvieron ligadas a los likes que da el presidente en X. Varios de esos posteos son mensajes agresivos dirigidos contra rivales políticos e, incluso, minorías. ¿Son los movimientos de derecha o derecha extrema responsables del clima que se vive en internet? “Estoy viendo mucha violencia en las redes sociales italianas y españolas, que son las que más sigo. Creo que este nivel de odio está asociado, sobre todo, a la extrema derecha. Un ejemplo: en México se está atravesando un proceso electoral súper polarizado ahora, con la candidata de AMLO contra una candidata de los tres principales partidos (el PAN, PRI y PRD) que es más bien de derecha tradicional y por más polarizada que está la sociedad, no se ven en las redes de ellos niveles de violencia tan marcados como acá, en Estados Unidos, España o Italia. Entonces creo que ahí puede haber una clave: no sé qué es primero, si la polarización extrema que lleva a la violencia de las redes o los movimientos de ultraderecha, pero seguro que se retroalimentan”, cierra Fiore Viani. ¿Y la inteligencia artificial? La inteligencia artificial también tiene sus problemas en lo relacionado a violencia digital. Los modelos generativos abrieron la puerta a la creación de contenidos masiva y de “alta calidad” con una simple instrucción o prompt. Así, además de texto, estos sistemas permiten la generación de imágenes inexistentes en la que se puede ver a personas (por lo general famosas, pero no es necesario que así sea) realizando acciones en las que no estuvieron involucrados(as). Hace ya algunas semanas se hizo viral un audio falso de Joe Biden desalentando la votación en las primarias de New Hampshire. Durante el proceso electoral 2023 en Argentina vimos imágenes falsas de Sergio Massa que tuvieron un alto nivel de viralización. Además de estos ejemplos de la política hay un tema que viene siendo tremendamente problemático para las figuras públicas (y no tanto): los deep fakes pornográficos. Las mujeres son las principales víctimas de este tipo de contenidos falsos. Este año se difundieron imágenes de este tipo de Taylor Swift y Rosalía, por citar dos casos recientes. Hay especialistas que señalan que es muy difícil detener su creación pero sí se puede trabajar para impedir su proliferación en las plataformas. Hay modelos generativos “sueltos” por ahí, en computadoras de usuarios comunes, por lo que es muy difícil impedir que aparezcan más imágenes o videos de este tipo. Pero las plataformas sí pueden adoptar reglas de moderación de contenidos específicas para este tipo de difamaciones. ¿Una regulación estatal sería una solución? “Los deep fakes o montajes pueden generar indemnizaciones por daños o se pueden realizar acciones para que se retiren de internet, pero no están específicamente regulados. Si fueran a convertirse en delitos hay que ver con cuidado qué y cómo criminalizar porque hay usos que están protegidos por la libertad de expresión (como la sátira o crítica a personajes públicos y funcionarios)”, señala Pallero. ¿Qué hacemos con internet? Para cerrar es importante diferenciar el comportamiento generalizado de los usuarios (que puede haberse tornado más violento) del accionar de los famosos trolls. Juan Ruocco en su libro ¿La democracia en peligro? define esto último: “El troleo es una práctica extendida y de larga data en los foros de internet: casi una característica emergente de las comunidades online en las que la moderación es casi o totalmente nula. En cierto sentido es una forma deshonesta de interacción, pues el punto no es discutir o intercambiar argumentos sino provocar una respuesta emocional, ya que consiste en desviar una conversación o discusión con el objetivo de lograr enfurecer o frustrar a la contraparte”. Juan Ruocco, escritor (Editorial Planeta). Hablamos entonces de cosas distintas pero que cada vez se cruzan más. Hay usuarios que trolean, hay usuarios que quieren discutir argumentos (pareciera que son los menos) y hay usuarios que utilizan mensajes violentos, amparados por algunas plataformas. El mismo Ruocco recomienda trolear a los trols: “Mostrarles que también podemos ser tan estúpidos como ellos pero explicarles que no queremos porque no nos gusta que nos tratemos así.”. Parece un ejercicio desafiante. Hay una idea latente de que muchas personas que son violentas en internet no lo son ni lo serían en la vida analógica. Existe esa sensación de impunidad que los lleva a entender que no hay consecuencias reales para los mensajes que emiten en sus dispositivos. El problema es que hoy las narrativas de importancia de nuestra sociedad se disputan de manera online y allí nos encontramos con estas lógicas de agresividad. ¿Cómo se repara esto? ¿A qué parte de la sociedad le cabe más la responsabilidad de hacerlo? “Yo diría que internet no está ‘rota’. Hay una parte que se está comiendo el ‘todo’ y son las redes sociales y plataformas que monetizan datos y promueven la espectacularidad y la indignación. Para que sean menos violentas hay que ir por todos los frentes. Regulación estatal de esas conductas, regulación de plataformas para que sean más transparentes y su diseño no promueva los daños, acciones de autoregulación de las empresas (que deberían ser más y mejores) y educación digital para los usuarios de todas las edades”. Pequeño glosario digital Bait: en inglés significa “cebo” o “carnada” y en internet se asemeja bastante a eso. Un bait es un comentario o posteo que sólo busca generar una reacción (por lo general negativa) por parte de los otros usuarios. Suele ser una afirmación falsa o provocativa que tiene como fin despertar la ira o atención de los demás. Doxear: acción de buscar información privada de alguien y exponerla en internet para generarle un daño o perjuicio. Ratio: concepto proveniente del mundo de las matemáticas. Significa, básicamente, la relación entre dos magnitudes o elementos. En Twitter, la plataforma que adoptó el concepto con popularidad, refiere a cuando una respuesta a una publicación tiene más éxito que el posteo original.

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