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  • El presente del libro: precios altos, ventas bajas, futuro sombrío y la esperanza en la fidelidad de los lectores

    » Los Andes

    Fecha: 05/05/2024 05:26

    El panorama es sombrío. Y puede tornarse directamente oscuro. Mientras muchos argentinos intentan sobrellevar los desafíos de la actual crisis económica, que desde la asunción de las autoridades nacionales ha sufrido varios vendavales y, principalmente, una devaluación del 50% de nuestra moneda frente al dólar, los bienes culturales sufren por esa situación al ser, por lo general, los primeros fusibles del recorte en los presupuestos familiares. La industria del libro, por ejemplo, muestra datos a los que ya la palabra “preocupante” le queda chica. Esto se ve en todos los aspectos que la conforman. Es decir, ha caído la edición, han caído la venta y la compra. Además, la lectura (momento esencial de este proceso) está en peligro debido a la preocupante degradación de la comprensión lectora de la que dan señales las diversas mediciones. Los esfuerzos para que eso mejore, sin embargo, podrían ayudar a que el libro siga con vida a pesar de todo. Mientras tanto, el libro ha entrado en una pendiente hace años. Y en los últimos meses esta se ha tornado más resbaladiza. Tanto desde las librerías como desde la Cámara Argentina del Libro se manejan números que hablan de una caída de entre el 30% y el 40% en las ventas de libros en el último año (febrero de 2023 contra el mismo mes de 2024). Pero esto es sólo el comienzo. La caída puede seguir, según apreciaciones de libreros locales, a partir de lo observado entre marzo y abril de este año. Pilar García Santos, de García Santos Libros, reconoce esa merma en la venta de libros en Mendoza y asegura que “estas cifras coinciden con los porcentajes nacionales”. A la hora de dar razones, no hay muchos secretos: “La lectura es una necesidad humana, pero en estos tiempos, el poco poder adquisitivo, desalienta este hábito”, dice. Al achicamiento del poder adquisitivo de los compradores de libros se agrega el aumento de los precios. “Después de la última devaluación de diciembre pasado, el aumento fue de un 35%. Los aumentos son correlativos al índice mensual inflacionario”, explica Pilar. Iván Miszei, dueño de las librerías que llevan su nombre y se concentran en la calle Garibaldi del microcentro mendocino, agrega otro factor. “A nosotros nos perjudicó muchísimo la falta de turismo este verano. Los chilenos, que llegaban a comprar libros, no están más y lo estamos sintiendo gravemente después de la devaluación de diciembre”, cuenta. “La caída de ventas puede llegar pronto al 45%, según nos dijo Juan Carlos Pamplín, de la Cámara Argentina del Libro. Junto con eso, los insumos para hacer libros aumentaron un 50% más que la inflación. El monopolio lo tiene Ledesma y manejan los precios”, agrega Miszei, quien viene de dar una charla al respecto en la Feria del Libro de Buenos Aires y maneja números muy frescos. Sobre llovido, mojado Si este paisaje, como decíamos, parece llenarse de sombras, la oscuridad puede caer por completo a partir de la derogación de la llamada “Ley del libro”, prevista en la Ley Bases enviada por el presidente Javier Milei al Congreso y que ya recibió media sanción de Diputados esta semana. La “Ley del libro” (la N° 25.715) se sancionó en noviembre de 2001 y se promulgó en enero de 2002. Se la conoce se como PVP, por las siglas de “precio de venta al público”, que es lo que rige: un precio unificado de los libros para cualquier librería. Según coinciden la mayoría de los involucrados en el circuito del libro, la derogación de la ley será perjudicial. Vaticinan que, una vez que se liberen los precios de los libros nuevos, grandes cadenas (no sólo librerías, sino también supermercados, por ejemplo) podrían asumir un precio, distorsionado, más barato, con un margen de ganancia tan pequeño que hundiría a las librerías chicas y llevaría a su cierre. Una vez liquidada esa competencia, estiman, los precios volverían a subir y la venta de libros quedaría exclusivamente para las grandes empresas. “El más grande se va a comer al más pequeño”, resume Miszei. Ahora bien, no son sólo las librerías más pequeñas rechazan la caída de esa legislación, sino también las más grandes. Cúspide, por ejemplo, una firma con sucursales en todo el país, tiene puesto en lo más alto de su página web una bandera que reza: “NO a la derogación de la ley 25.715 (Ley de Defensa a la Actividad Librera)”. La cadena de librerías Cúspide llegó a Mendoza Pilar García Santos recuerda, en ese sentido, que la ley no es una “loca” ocurrencia argentina. “La ley vigente está inspirada en la ley del libro de Alemania (uno de los países con mayor índice de lectores per cápita del mundo), que fija un precio único para todo el país, lo que garantiza que la competencia no sea por el precio, sino por factores como la atención personalizada o las recomendaciones de los libreros”. El escritor Fabián Sevilla (sus últimos dos libros son Tu mano en la tumba y ¿Quién es ese señor gordito?) coincide en el análisis que habla de la inequidad comercial que puede causar. “Será dejar al libro a merced de la oferta y la demanda. Esto no ocurre en otras partes. En Inglaterra, por ejemplo, los libros se imprimen con el precio en la tapa. Allí, o en Francia o en España, hay leyes del libro como la nuestra. Someter al libro al juego del mercado es menospreciarlo, convertirlo en un producto más de consumo”. Según la dueña de García Santos, la experiencia de no contar con un precio de venta unificado se ha visto “en otros países con muy malos resultados para los escritores (derechos de autor vulnerados), lectores (menos bibliodiversidad) y editoriales independientes, que desaparecerían. Sin pretender exagerar, si se aprueba esta ley, se extinguiría en un mediano plazo, la producción intelectual de las provincias”. Si ponemos el foco en la industria editorial, todo este deterioro observado y pronosticado parece expresarse con total crudeza al ver los números. Justamente, a esos números acudió Alejandro Vaccaro (presidente de la Fundación El Libro) en su discurso de apertura de la Feria de Buenos Aires. “La industria del libro se venía recuperando con mucha dificultad. Después de la oscura noche de los últimos años de la década pasada, y de la pandemia, encuentra un freno que nos retrotrae a cifras sombrías. Nada como la objetividad de los datos: en 2015 el país produjo 129 millones de libros para caer en 2018 a 26 millones, en 2023 y luego de la pandemia las cifras llegaron a 48 millones de ejemplares. Este año la cifra final no se describe con números sino con palabras: será paupérrima”, dijo la semana pasada. Ivan Miszei, en una foto de archivo / Los Andes El bolsillo es el que manda Ahora bien, visto este panorama, lo que cualquier desprevenido podría decir es que la razón de esta pauperización del libro tiene una explicación en el abandono de los hábitos de lectura. Sin embargo, no parece haber relación tan directa. Desde las librerías locales aseguran que no han desaparecido los lectores jóvenes, al contrario. Y que no son pocos los que, aun accediendo a formatos digitales, siguen prefiriendo el papel. Con ese panorama, no sería la falta de lectores, sino la flaqueza de los bolsillos lo que explica el retraimiento. Iván Miszei, que ha recopilado datos al respecto, asegura que “en Sudamérica, con un salario mínimo se pueden comprar 13 libros. En España podés comprar 62. En ese país hubo un 4% de aumento en el valor de libros, pero las ventas se mantuvieron. En México la venta de libros ha aumentado. Esto muestra que lo que está pasando es exclusivamente monetario. No es que hoy se lea menos. Si acá no se compran libros es por las graves dificultades económicas”. Fabiola Pruletti, de la editorial Bambalí (dedicada a libros destinados al público infantil y juvenil), reconoce que la venta ha decaído y también los pedidos de las escuelas, pero con bemoles. Según contó, a principios de año parecía que desde los establecimientos escolares no iban a pedir libros, pero eso cambió y ahora los están demandando. Para Pruletti, el hecho de que hayan salido mal algunas pruebas de lectura (como las que hace el gobierno provincial) ha generado acciones para fortalecer el vínculo con el libro. “Está claro que los chicos tienen que leer, así que, si les ofrecés un producto atractivo, como hacemos nosotras, los acompañás con proyectos que ayudan a las maestras, eso te pone en una posición más ventajosa”, asegura. También juega algo más: la tradición. En nuestro país los libros tienen una alta consideración como bienes culturales, así que eso puede amortiguar los daños del mal presente. “Se siguen vendiendo libros en Mendoza y en las escuelas siguen pidiendo libros”, afirma Sevilla. “Más allá de la crisis, que hemos vivido toda la vida, el libro no ha perdido su valor para la formación y para el goce personal. En Argentina los libros siempre fueron caros en comparación con otros países como Inglaterra o Estados Unidos. Pero, incluso en las crisis más graves, el libro ha subsistido, porque en él se ve un valor mayor que en otros bienes”, concluye el escritor. Los libros más demandados y sus precios - La felicidad (autoayuda), de Gabriel Rolón. $ 27.900 - En agosto nos vemos (novela), de Gabriel García Márquez. $ 20.000 - Un lugar soleado para gente sombría (cuentos), de Mariana Enriquez. $ 21.500 - Hábitos atómicos (autoayuda), de James Clear. $ 29.000 - La ciudad y sus muros inciertos (novela), de Haruki Murakami. $ 29.900 Datos combinados de tres librerías locales Museo y Biblioteca Gral. San Martín Bibliotecas: el presente de las públicas y las populares Pablo De Bartolo asumió recientemente como encargado de un doble rol dentro de la Secretaría de Cultura, dependiente del Gobierno de Mendoza. El avezado librero está al frente tanto de la Biblioteca Pública General San Martín (BPGSM) como de Ediciones Culturales, es decir, la editorial provincial. Consultado por la problemática actual del libro, De Bartolo coincidió con los análisis generales en cuanto a caída de ventas y aumento de precios. Y dio un dato alarmante: “Estamos con precios entre un 30 y 40 por ciento más caros que, por ejemplo, que España o Estados Unidos”. También se mostró preocupado por la derogación de la ley 25.715: “Sin esa ley, otros actores comerciales como súper e hipermercados saldrían a competir y seguramente prevalecerían sobre librerías, por su alto poder de inversión, exposición y almacenamiento. Sin contar con las promociones que podrían hacer, trasladando los costos entre los distintos productos con los que cuentan, algo que las librerías no pueden hacer, por los estrechos márgenes que manejan”. Mientras tanto, quizás, uno de los refugios del lector de libros de papel pueden ser bibliotecas populares o una estatal, como la San Martín. Ahora bien, ¿cuál es su presente? “El presente encuentra a la BPGSM con un funcionamiento pleno tanto en la gestión bibliográfica, la digitalización de la hemeroteca, los usos de los espacios compartidos, como también las actividades complementarias que ofrece: las propuestas artísticas, presentaciones de libros, reuniones y conferencias”, dice el director de la misma. Además, se ha normalizado el horario y actualmente es de lunes a viernes de 8.30 a 19. Con respecto a Ediciones Culturales, sin embargo, aunque fue De Bartolo consultado acerca de los objetivos de la nueva gestión, al cierre de esta nota no había respondido sobre el futuro de la editorial provincial. Biblioteca Alberdi, de Luján de Cuyo - Gentileza El panorama de las comunitarias En cuanto a las bibliotecas populares, ya en su momento Los Andes habló de la precaria situación de estas, cuando, desde hace años, los fondos de la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) suelen quedar cortos. Esa situación se ha agudizado. Consultado al respecto, Miguel Títiro (periodista y miembro de la asociación cooperadora de la Biblioteca Popular Municipal Juan Bautista Alberdi, de la ciudad de Luján de Cuyo, que conduce la docente Beatriz Pivetta), explicó que “las bibliotecas populares, en general, enfrentan grandes dificultades de subsistencia. Con menos aportes de los estados nacional, provincial y municipal, dependen fuertemente de las cuotas de los asociados, que, por imperio de la situación general, no son altas porque de otra manera se perderían afiliaciones por renuncia”. El colega explicó que la biblioteca Alberdi, en cierta manera, tiene una situación un poco más desahogada, porque en su estructura tiene una dependencia municipal (de la comuna de Luján de Cuyo) y del ente madre, la Conabip. “De otra manera sería imposible encarar esos gastos”, reconoció. Sin embargo, el desenvolvimiento de la entidad siente el impacto de no recibir ningún subsidio de la Conabip desde diciembre del año pasado a la fecha, desembolsos que eran utilizados para gastos corrientes y afrontar cursos varios y otras actividades. Tampoco existe en la actualidad el apoyo del programa Libro %, que permitía a las bibliotecas adquirir remesas de libros a buen precio en la Feria del Libro de Buenos Aires. Este fin de semana, sin embargo, una delegación con integrantes de 21 bibliotecas populares mendocinas viajó a la Feria de Buenos Aires, con una movilidad que aportó Cultura de Mendoza. Allí, además de asistir al Encuentro Nacional de Bibliotecas Populares, tienen la posibilidad de adquirir material bibliográfico al 50% de su precio, gracias a un programa que depende de la Conabip. “A pesar del momento de restricciones crecientes y menor disponibilidad de plata, las bibliotecas están haciendo todo lo posible por mantenerse y servir a los asociados. En ese sentido, la comunidad no está dando la espalda: en la reciente asamblea de renovación de autoridades de la Alberdi, se dio cita un número importante de asociados, varios de ellos jóvenes, que convalidaron el accionar de la institución y con su presencia ayudan a no bajar los brazos”, aseguró el comunicador.

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