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  • “Del lado de Chile estamos protegidos”: la reunión entre Perón y Pinochet con la guerrilla como enemigo en común

    » Infobae

    Fecha: 05/05/2024 03:23

    Perón y Pinochet en la Base Aérea de Morón En 1974 el gobierno del general Augusto Pinochet y la Junta Militar enfrentaba una feroz campaña de demonización encabezada por la Unión Soviética y sus aliados tras la revolución que derroco al presidente constitucional Salvador Allende Gossens. El golpe trasandino también conmocionó fuertemente la interna en Argentina. Ya para esa “la primavera” camporista había terminado y el diputado Raúl Lastiri era presidente interino hasta las elecciones presidenciales del domingo 23 de septiembre de 1973. El nuevo gobierno interino de Raúl Lastiri que integraba como canciller Juan Alberto Vignes, por su conformación y estilo, estaba más distante del régimen de la Unidad Popular que los anteriores de Alejandro Agustín Lanusse y Héctor Cámpora. Vignes, con el tiempo, haría alarde de su relación con “el amigo Henry” (Kissinger) y Perón, como ya veremos, a pesar de algunas declaraciones públicas “for export”, tampoco podía compartir lo que estaba sucediendo en el Chile de Salvador Allende. “El comunismo es como un chicle, uno lo mastica, pero no lo traga”, había dicho Perón en una salida irónica, en esos días de su campaña electoral. Cuando ocurrió el golpe y Allende se suicidó, Perón, desde la puerta de su casa en Gaspar Campos, solo comentó: “No tuvo el valor de seguir viviendo”. El anciano líder pondría al descubierto su visión sobre Allende y la “revolución” socialista durante una reunión mantenida con jóvenes dirigentes peronistas en la residencia presidencial de Olivos sábado 8 de septiembre: “Los otros días me encontré con unos muchachos que me dijeron ‘hay que hacer esto, hay que hacer lo otro’. Y entonces yo les dije ‘si ustedes quieren hacer igual que hace Allende en Chile, miren cómo le va a Allende en Chile”. A la salida de la reunión Mario Firmenich, jefe de Montoneros diría que no iban a abandonar las armas porque su poder político pasaba por “la boca de sus fusiles”. El 19 de septiembre el gobierno argentino reconocería al nuevo gobierno instalado en Chile y el candidato presidencial Juan Domingo Perón opinaba dos días más tarde: “Deberíamos poner las barbas en remojo”. El mismo día el congreso norteamericano aprobaba la designación como Secretario de Estado de Henry Kissinger y la Unión Soviética rompía relaciones con Chile. Pinochet y Perón durante la reunión El 23 de septiembre el justicialismo triunfaba holgadamente en la elección presidencial. En la intimidad, Perón le dijo a Pedro Cossio, uno de sus médicos, que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones de Perón a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En las mismas Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” El lunes 24, el candidato envió a un delegado a Chile con la misión de transmitir su solidaridad y apoyo a la Junta Militar, cuestión que hemos tratado en Infobae en varias oportunidades con el documento en la mano. El lunes 25 de septiembre un comando de la organización Montoneros asesinaba al dirigente sindical José Ignacio Rucci, en una clara advertencia a Juan Domingo Perón quien debía asumir el 12 de octubre. “El asesinato de Rucci liquidó las últimas esperanzas de Perón de dominar al terrorismo por la persuasión”, analizaría el matutino brasileño “O Globo”. Error: Perón llegó de Madrid con la clara intención de poner “orden”. Además hay gestos, documentos y palabras que marcan un camino con coincidencias en medio de la Guerra Fría de la época. Tengamos en cuenta algunos detalles: En la intimidad, con la caída de Salvador Allende, Perón se sintió “cubierto” por el gobierno de la Junta Militar, porque Chile no sería ya un santuario para la extrema izquierda argentina. Sus 5.000 kilómetros y sus pasos fronterizos estaban medianamente bien protegidos de ambos lados. De todas maneras, Pinochet contó que expresó su preocupación por la instalación de numerosos asilados chilenos cerca de la frontera, lo que obligaba a sus fuerzas de seguridad a mantenerse en estado de alerta. Perón se comprometió a trasladarlos a zonas más alejadas y para tranquilizarlo le dijo “Perón tarda, pero cumple”. Debe recordarse que ya para aquella época se había realizado bajo la dirección del comisario Alberto Villar la primera reunión de coordinación de las fuerzas de seguridad del Cono Sur (febrero de 1974). Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón. El 12 de octubre de 1973 Perón asumió su tercer mandato presidencial y la noche del festejo en el Teatro Colón la delegación chilena sufrió un atentado del que nadie habló. La primera semana de enero de 1974 juró en Brasil el presidente general Ernesto Geisel y el mandatario chileno concurrió a las ceremonias, también, en señal de agradecimiento: El golpe del martes 11 de septiembre de 1973 contó mucho más con la colaboración del régimen militar brasileño que cualquier otro país de Latinoamérica. Los que vivieron en Santiago de Chile los días finales del gobierno de Allende saben bien que el embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto fue considerado el “5º miembro de la Junta Militar” por su cercanía al nuevo gobierno. Tanto es así que la Junta Militar habría de poner su nombre a una calle de Santiago. En la ocasión mantuvo encuentros, además, con el presidente de Bolivia, Hugo Banzer, y el uruguayo Juan María Bordaberry. El 14 de mayo de 1974, después de casi 20 meses de gobierno en Chile, el general Augusto Pinochet Ugarte realizó su primera visita de Estado a Paraguay y Pinochet declararía a su colega paraguayo general honoris causa del Ejército de Chile. Una vez terminada su visita Pinochet emprendió viaje a Chile pero antes tocó suelo argentino-- el 16 de mayo-- en la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada. Lo que no se conoce es que las autoridades argentinas ofrecieron la residencia de Olivos o la Casa de Gobierno como lugar del encuentro y Pinochet puso como condición el aeropuerto de lo contrario seguiría directo a su país. El jefe de la Base Aérea de Morón era el comodoro Jesús Orlando Capellini. Muchos años más tarde, Capellini me recordó que se le avisó pocas horas antes del arribo del mandatario chileno y tuvo que acondicionar, en horas, el lugar del encuentro. La cumbre se realizó en la biblioteca de la base que se terminó de pintar la noche anterior. Como estaba muy desprovista de adornos, Capellini trajo de su casa una alfombra y unos adornos del Congo que había adquirido en 1961, cuando volaba para una misión de Naciones Unidas. Nota de reconocimiento argentino a la Junta Militar de Chile La cita mereció largos cabildeos y gestiones paralelas. Nada de lo que se estaba pergeñando fue producto de la improvisación. Están los documentos para probarlo, lo demás es “relato”. Una de esas gestiones la cumplió el asesor de Pinochet, Álvaro Puga un mes antes, ocasión en que se vio con Perón. Hablaron en términos generales de una agenda abierta. Cuestiones de seguridad, temas comunes y del proceso del Beagle que se estaba desarrollando en La Haya y que debía ser resuelta por una comisión “Ad hoc” elegida por ambos países según el “Acta de Salta”, de julio de 1971, firmada por los presidentes Alejandro Agustín Lanusse y Salvador Allende. Preguntado Puga si recordaba los términos de la conversación que mantuvo con Perón, sólo me dijo que cuando se habló del Canal del Beagle el presidente argentino comentó que esa cuestión no podía dividir a Chile y la Argentina y, a manera de chiste, dijo: “En todo caso la jugamos a las chapitas”. Al encuentro de Puga le siguió el viaje a Chile del jefe de Inteligencia del Ejército, general Carlos Dalla Tea, quien antes de viajar mantuvo una prolongada conversación con Perón. Los diarios marcaron que los dos mandatarios se desmarcaron de la decisión de reunirse Algunos tramos de ese encuentro se relataron en Perón, de Carlos A. Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel; en “Historia de la revolución militar chilena”, el libro de Hermógenes Pérez de Arce y en las propias Memorias del general Augusto Pinochet. También entre los dos mandatarios se trató el tema de la Antártida y cuestiones de complementación económica. Luego de casi dos horas, Pinochet continuó rumbo a Santiago. La cumbre provocó numerosas declaraciones de repudio de parte de los sectores democráticos progresistas y no progresistas, hasta algunas manifestaciones de la JP. La Legislatura de Buenos Aires trató una declaración de protesta que mereció que su titular, el justicialista Miguel Unamuno (más tarde Ministro de Trabajo de Isabel Perón) fuera reconvenido por el propio presidente de la Nación: “Mire Unamuno, yo soy el presidente de la Nación y tengo dos misiones fundamentales, encargarme del Gobierno del país y de las relaciones exteriores. Ustedes, que son concejales, tienen otras tres misiones. ¿Sabe cuáles son? Alumbrado, barrido y limpieza... Che, Unamuno, no jodan más con Pinochet”. Al año siguiente, en abril, en el mismo lugar, Augusto Pinochet e Isabel Martínez de Perón mantuvieron un encuentro.

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