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  • Caputo vs. Caputo: el freno a las tarifas muestra a un gobierno atrapado en su laberinto comunicacional

    » TN

    Fecha: 05/05/2024 01:56

    Mauricio Macri ya estuvo ahí: es una procesión que va por dentro del propio gobierno y puede terminar carcomiendo su popularidad o reventando el nivel de riesgo-país que se mide según cotizan los bonos en dólares. Se trata de la sorda lucha entre shock y gradualismo: dos velocidades que difícilmente puedan coexistir. Javier Milei está sintiendo, como Macri hace siete años, que tiene que levantar el pie del acelerador. Esta semana, se supo que el ministro de Economía, Luis Caputo, decidió posponer los aumentos de las tarifas de gas y electricidad que estaban previstos para mayo. Leé también: La marcha universitaria y la cadena nacional derribaron un mito: la comunicación de Milei no es buena La decisión está en línea con la intervención en el mercado de la medicina prepaga que decidió el gobierno el mes pasado después de los aumentos que sufrió la clase media: Milei prefirió el pragmatismo cuando se dio cuenta que en ese mercado había algún tipo de “cartelización”. Prefirió contradecir los propios postulados de su histórico discurso en el Foro Económico de Davos, a días de haber asumido: finalmente los “fallos de mercado” también existen. Buena noticia o señal confusa Para millones de consumidores la marcha atrás con los aumentos fue una buena noticia. Para potenciales inversores del sector energético se trató, como mínimo, de una señal confusa de Luis Caputo. Pero la decisión está en línea con la preocupación del otro Caputo: Santiago. El sobrino del ministro de Economía gestiona el único “poder” que tiene Milei: la comunicación y la imagen con los que debe compensar la falta de mayorías propias en el Congreso, la casi inexistencia de su partido político y la carencia absoluta de poder territorial. Por algo el joven Caputo acaba de renovarles los contratos a las 16 encuestadoras que medían para la Casa Rosada ya desde la época de Alberto Fernández, y lo que le llega de las encuestas y los focus groups es que hay paciencia social, pero se está acercando demasiado rápido a un límite riesgoso a apenas cuatro meses de gobierno. Los Caputo estuvieron en sintonía, porque en la Casa Rosada apuestan a que la multitudinaria marcha universitaria -en la que se conjugaron el reclamo por la educación pública con descontento por los aumentos a la clase media y una importante dosis de oportunismo político- no se convierta en la “remake” del fatídico 18 de diciembre de 2017. Ese día a Macri le tiraron las tristemente célebres “14 toneladas de piedras” contra la votación de un mínimo cambio en el cálculo de las jubilaciones. A partir de ese día, el gobierno de Macri se paralizó y archivó sus planes de reforma. La marcha atrás tiene costos Pero darle marcha atrás a los aumentos que el propio gobierno había anticipado también tiene su costo. Hace apenas dos semanas, Milei usó la cadena nacional para anunciar con su equipo económico que había logrado un superávit presupuestario “histórico” de 0,2 por ciento del PBI. El discurso por cadena nacional fue un recurso comunicacional que ya venía bastardeado por el abuso de la expresidenta Cristina Kirchner en su segundo mandato. No fue una buena herramienta de comunicación. El resultado de ese despropósito para un anuncio tan menor fue que reaparecieron en los medios políticos como la propia Cristina Kirchner y el exministro de Economía Sergio Massa. El anuncio del superávit parecía un triunfo de Luis Caputo, de pie firme como un soldado a la derecha de Milei. Pero su sobrino, Santiago, detrás de cámara, terminó de convencer a Milei de que sería mejor para los próximos trimestres pensar menos en sostener el superávit y más en conservar las curvas de imagen. El superávit o equilibrio de las cuentas públicas es la clave para que baje la inflación. En esta oportunidad, los números sufrieron algunas “torturas” para no cerrar en rojo: quedaron en un paréntesis muchas deudas flotantes con proveedores, juicios por malas estatizaciones y fallos de la Corte Suprema, como el que ordena devolverle la cuota de coparticipación a la ciudad de Buenos Aires que le había quitado Alberto Fernández en la pandemia. Para sostener futuros superávits, tendrían que seguir bajando los subsidios a las tarifas, lo que automáticamente impulsaría los precios de los servicios públicos en el AMBA y aceleraría nuevamente la inflación. Inflación, la preocupación número uno Pero la cuadratura del círculo no existe, o por lo menos no existe en tan corto plazo como para cantar victoria tan rápido: mantener el superávit fiscal a costa de más inflación puede ser buena idea para Caputo (Luis) pero le arruina los números a su sobrino, porque la inflación es la preocupación número uno que arrojan las encuestas desde hace años y es el verdadero motivo por el que Milei ganó las elecciones. El votante promedio no votó a Milei pensando en eliminar el déficit fiscal, sino para terminar con la inflación, por más que el segundo objetivo sea imposible a largo plazo sin lograr antes el primero: el desafío de los Caputo es monumental y contradictorio. Reversionando al Martín Fierro, “los Caputo sean unidos”: esa debiera ser la “ley primera”, y debería convertirse en el leit motiv del management político de Milei. Su mejor negocio sería que los Caputo salten juntos por encima del laberinto en el que está el gobierno atrapado en el dilema de shock o gradualismo. Es lo que no logró Macri, que también empezó subiendo tarifas y postergando las reformas estructurales por sentir que no tenía las mayorías suficientes en el Congreso. Cuando mejoró su situación legislativa, en las elecciones de medio término de octubre de 2017, el peronismo le hizo saber cinco semanas más tarde que sus bancas en el Congreso pesaban menos que las 14 toneladas de piedras que tiraron en la Plaza de los dos Congresos. Cuando Milei se enoja y pierde la paciencia, como mostró en los últimos días en diversas entrevistas periodísticas, dice arrebatadamente: “Por mí, tiren a la basura la Ley Bases, que yo me arreglo con mi superávit para acabar con la inflación”. Caputo (Santiago) le diría que las encuestas y focus groups no anticipan eso. Los dos Caputo tendrían que ponerse de acuerdo en cambiar el eje del dilema de “shock versus gradualismo”: el shock debería ser el de las reformas estructurales, que en parte están en la ley Bases. El problema es que el peronismo apuesta a que el tiempo y los efectos adversos del ajuste fiscal vayan haciendo su trabajo de esmerilar la aprobación de gestión de Milei para que las reformas corran la misma -mala- suerte que con Macri. Una mala idea Por eso fue una mala idea intentar en diciembre conseguir las reformas mediante un DNU que nunca fue explicado debidamente a la opinión pública. Perdió valiosísimo tiempo. El gobierno de Milei intentó equivocadamente hacer las reformas no solo de espaldas al Congreso, sino también ignorando a los votantes: el mismo error de Macri. Así como el ingeniero en su momento no tuvo voceros para explicar por qué su ínfima reforma jubilatoria era indispensable, tampoco Milei explica lo suficiente. Parte de la base de que ganó con el 56 por ciento, y que ese electorado le dio un cheque en blanco y que entiende todo. El último sondeo de la encuestadora Circuitos lo desmiente: Milei tiene casi 50 por ciento de imagen positiva sobre 40 de negativa. Pero cuando se le pregunta a la gente si está de acuerdo con su paquete de medidas, se da un empate en 42 por ciento: ¿está desaprovechando Milei ese “cuarto de hora” que le queda de luna de miel para acelerar con las reformas? La semana próxima la CGT apuesta a un paro para protestar contra la reforma laboral de la ley Bases, “porque quieren quitarles derechos a los trabajadores”. Hoy la reforma laboral tiene más aprobación de la que quisieran los sindicalistas. La opinión pública es volátil. Leé también: Con los aumentos de las prepagas, Milei descubrió que los fallos de mercado también existen ¿Alguien en el gobierno sale a explicar que la reforma laboral no le quita derechos a ninguno de los -cada vez menos- que gozan del empleo en blanco y que apunta a generar condiciones para que haya más empleo registrado? Explicar, convencer, persuadir, educar y así generarle costo político al peronismo para que no bloquee las reformas estructurales que el país precisa urgente debería ser una tarea conjunta de los dos Caputo, que tendrían que habilitar a muchos más “apóstoles” a que salgan a evangelizar por todos los canales de comunicación. Hay un mundo más allá de Twitter. Milei tendría que aprender de los errores de Macri. El ya estuvo ahí.

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