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  • Créditos hipotecarios ajustables por UVA. Sí, pero...

    » La Nacion

    Fecha: 05/05/2024 00:13

    Escuchar Inducidas por el hecho de que el actual gobierno dejó de demandar fondos para financiar el desequilibrio fiscal, las entidades financieras volvieron a ofrecerles créditos a algunos integrantes del sector privado. Créditos comerciales y de inversión a las empresas; créditos hipotecarios a las familias. Estos últimos fueron lanzados inicialmente por el Banco Hipotecario y por el Banco Ciudad, pero es cuestión de tiempo para que la iniciativa sea imitada por otras instituciones. A la luz de la experiencia con este tipo de operaciones, ¿qué consejos cabe darle a los interesados? Al respecto conversé con el inglés Dennis Holme Robertson (1890-1963), quien desarrolló toda su vida académica en Cambridge, Inglaterra, donde estudió bajo John Maynard Keynes y Arthur Cecil Pigou. A los 22 años publicó Un estudio de las fluctuaciones económicas, un logro que, según Paul Anthony Samuelson, lo equipara a Evariste Galois en matemáticas, a Frank Plumpton Ramsey en filosofía y a Abba Ptachya Lerner en economía. –Su relación con Keynes fue muy cambiante. –Así es. En 1920 me encargó que escribiera un libro de texto sobre dinero y comenzó entonces una colaboración muy estrecha, que una década después terminó de manera turbulenta. Según Roy Forbes Harrod, al elaborar sus primeras ideas sobre su Tratado sobre el dinero, Keynes tenía la necesidad de un crítico y encontró uno excelente en mi persona. Tuvimos muchas y muy largas conversaciones, nos influimos mutuamente. Publiqué un crítico comentario bibliográfico de la obra. –¿Cuánto de la enemistad se debió a razones académicas y cuánto a extraacadémicas? –Maynard me envió las primeras pruebas de La teoría general, pero entre ambos mediaba ya un abismo demasiado profundo. Michael Anyadike Danes enfatiza la hipótesis extraacadémica, cuando afirma que el impacto de La teoría general me transformó, de un creador que trabaja en la frontera, a un comentarista y crítico. Después de 1936 no escribí nada nuevo sobre macroeconomía. Por la pelea con Keynes dejé Cambridge en 1938. Volví, luego de trabajar en el gobierno durante la Segunda Guerra Mundial, pero me resultó difícil relacionarme con sus discípulos, lo que me hizo aparecer como una figura aislada. –Al respecto, Samuelson menciona la gaffe cometida por Harvard en 1936. –Indicó que mi fama llegó a un máximo a mediados de la década de 1930, cuando tenía 45 años. Tan es así que cuando en 1936 la universidad cumplió 300 años, en el año en que Keynes publicó La teoría general, le otorgó el doctorado honoris causa a... ¡mí! –Algunas entidades financieras están comenzando a ofrecer créditos hipotecarios. Para evitar futuros disgustos, ¿qué consejos les daría a los interesados? –En un país como la Argentina, un crédito a 20 o 30 años necesariamente tiene que ser dolarizado o indexado. Lo primero implica recibir dólares y cancelar la deuda en la misma moneda; lo segundo, ajustar el valor de la cuota en pesos por algún indicador inflacionario o financiero. Ejemplo de esto último: la inolvidable comunicación 1050, que el Banco Central de su país dictó en marzo de 1980. Neutral desde el punto de vista herramental, quedó como maldita en el recuerdo de los argentinos, porque se inauguró cuando la tasa de interés se ubicó bien por encima de la tasa de inflación y los aumentos salariales. –En los nuevos créditos, la indexación se basaría en la evolución de la unidad de valor adquisitivo (UVA), básicamente la estimación oficial de la tasa de inflación, a nivel precios al consumidor. –Preferible a otorgar créditos hipotecarios en dólares, pagaderos en la misma moneda, porque en algún momento ustedes eliminarán las restricciones que operan en el mercado cambiario, pero nada asegura que no vuelvan a instaurarlas en el futuro, generando controversias sobre si se consiguen los dólares para pagar las cuotas, etcétera, algo sobre lo cual ustedes, argentinos, tienen enorme experiencia. –¿Qué consejos les daría a los interesados? –Básicamente, dos. Uno referido al plazo al cual conviene endeudarse, el otro sobre la relación que debe existir entre el tamaño de la cuota y el ingreso de quienes la van a pagar. Comencemos por el plazo. –Lo escucho. –Tengo entendido que las entidades financieras están otorgando créditos a 20 o 30 años. Recomendaría tomarlos a 10 años, porque la reducción de la cuota, cuando se pasa de 10 a 20-30 años, es muy pequeña, y no vale la pena seguir pagando durante una o dos décadas más. Esto deriva del hecho de que, en préstamos a largo plazo, durante los primeros períodos los intereses constituyen la porción más importante de la cuota, y la amortización, la menor. –¿El otro consejo? –Quienes van a pagar el préstamo tienen que hacer una cuenta muy simple: relacionar el tamaño inicial de la cuota con el ingreso de quienes solicitan el préstamo. Que no supere el 25%. Porque podrán hacer frente a eventualidades, que en un país como la Argentina, en los próximos 10 años, seguro van a aparecer. Comprometer de arranque la mitad de los ingresos equivale a salir en auto desde Buenos Aires rumbo a Bogotá sin siquiera verificar que la rueda de auxilio está inflada. El gerente del banco que le niega un crédito a quien no cumple este requisito le está evitando fuertes angustias y disgustos, más allá de lo que pueda parecer en este momento. –Pero esto quiere decir que algunas familias no podrán acceder a los créditos. –Las viviendas son un bien heterogéneo, y por consiguiente no todas cuestan lo mismo. Quien no puede acceder al crédito que le permitiría adquirir la vivienda preferida debe buscar otra más chica, peor ubicada, etcétera. O seguir alquilando. –Lo cual implica tirar la plata. –Esa afirmación es un insulto a los inquilinos. Antes de que, a partir del primer gobierno de Juan Domingo Perón, el congelamiento primero y el control después de los alquileres destrozara el mercado respectivo, en la Argentina existía un significativo y fluido mercado. Si no se interviene más el mercado de los alquileres, la casa propia comenzará a ser una opción, pero dejará de ser una obsesión. –No es la primera vez que en la Argentina se lanzan créditos hipotecarios ajustados por UVA. –A la luz de las dramáticas descripciones que algunos periodistas hacen de lo que están padeciendo quienes en el pasado obtuvieron créditos ajustables por UVA, ¿cómo es posible que se registre entusiasmo por el nuevo lanzamiento? Porque la realidad es diferente, en un doble sentido. Por una parte, porque en la práctica la incobrabilidad en créditos hipotecarios es mínima; por la otra, porque los créditos indexados contemplan las dificultades de pago en función de la evolución de los salarios, ajustando el valor de cada cuota y elevando el número de ellas. –Don Dennis, muchas gracias.

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