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  • El voto de un oscuro régimen tributario y el temible fantasma de Yabrán

    » Clarin

    Fecha: 04/05/2024 21:06

    ¿La votación en Diputados representó el pacto fundacional de Javier Milei con “la casta” que aborrece? ¿O respondió sólo a la necesidad circunstancial de darle envión a un par de leyes vitales para su gestión y la gobernabilidad que se demanda aquí y en el exterior? ¿Mantendrá el líder libertario su nuevo perfil si el progreso de la Ley Bases y el paquete fiscal se enreda más de lo previsto en el Senado? Se trata de interrogantes sin respuestas terminantes para un presidente que llegó hasta donde llegó planteando una pelea pública contra el sistema político. La buena novedad que recibió en la Cámara baja no podría neutralizar nunca, según su lógica, al dirigente rebelde, ofensivo y provocador. De hecho, supo de inmediato encontrar resquicios para instalar otras polémicas. El fragor diplomático con España a raíz de un arrebato de un ministro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, contra Milei. Su incursión en la “batalla cultural” tras denunciar un sabotaje de la Feria del Libro donde tenía previsto exponer su nuevo volumen sobre economía. Allí donde estará, en cambio, Sergio Massa. Trasladó el acto al Luna Park para mutarlo en hecho político antes que cultural. Aquella Feria de prestigio internacional debería plantearse la conveniencia de no seguir mostrando hilachas como sucede desde hace tiempo. Basta recordar, entre otras, las peripecias que debió padecer Mario Vargas Llosa las veces que decidió participar. El éxito de Milei en Diputados arroja otras conclusiones para ser consideradas en los tiempos que vendrán. La crisis de representación política afloró mucho más profunda de lo que pareció luego del arribo libertario a la Casa Rosada. El contexto también llamó la atención. Por el simple cambio del cálculo de haberes jubilatorios, Mauricio Macri sufrió en 2017 una andanada callejera que colocó definitivamente a su administración en un declive. La semana pasada se aprobaron emergencias, delegación de facultades, privatizaciones, cambios en el sistema previsional y una reforma laboral sin escándalos en las afueras del Congreso. La marcha de protesta del Día del Trabajo de la Confederación General del Trabajo (CGT) y organizaciones sociales resultó módica. Copada en esencia por segmentos de dirigentes. Ese paisaje genera dudas en los sindicalistas sobre la efectividad de la segunda huelga general programada para el jueves. La fragmentación parlamentaria tuvo dos registros notables. Sólo los bloques de La Libertad Avanza (apenas 38 diputados) y el PRO votaron homogéneamente. Lo contrario ocurrió en el kirchnerismo, Hacemos Coalición Federal y el radicalismo. Aunque los primeros se esmeren en definirse como intransigentes que persiguen el hundimiento de Milei y los segundos como colaboracionistas que privilegian, al menos en este inicio, el principio de gobernabilidad. Esa dispersión no reflejaría únicamente el enjuiciamiento a viejos liderazgos, como el de Cristina Fernández. Además, la pérdida de influencia de algunos gobernadores que no siempre lograron alinear su tropa. El mandatario de Catamarca, Raúl Jalil y los peronistas de San Juan, donde manda ahora la UCR, apoyaron el artículo que apunta a incentivar las inversiones en minería. Tres legisladores de Osvaldo Jaldo, mandatario de Tucumán, respaldaron la ley entera. Aquel comportamiento adquiere otra relevancia, sobre todo, si se ausculta al kirchnerismo peronista. El sábado anterior había reaparecido Cristina en Quilmes, junto a la intendenta camporista Mayra Mendoza. Bajó una línea muy crítica sobre la realidad social y el Gobierno apuntando a las sesiones del lunes y martes en Diputados. No tuvo los resultados esperados. En las últimas horas apareció Axel Kicillof, el gobernador de Buenos Aires, instando a que el Senado rechace la Ley Bases y el paquete fiscal. Sólo una sordera aguda impediría escuchar el ruido que sucede dentro del núcleo rancio kirchnerista. Existió, en ese aspecto, un capítulo que plasmó la crisis en la oposición intransigente y el resto del conjunto legislativo. Fue la sorpresiva inclusión en la votación, a instancias del bloque que conduce Miguel Angel Pichetto, de un nuevo régimen tributario para la industria tabacalera. Alteraría el beneficio multimillonario que, mediante medidas cautelares en la Justicia, obtiene desde hace años el empresario Pablo Otero, dueño de Tabacalera Sarandí. Iniciativa que, en primera instancia, había incluido el Gobierno y que luego retiró, según sus excusas, por falta de acuerdo. Cuando el diputado Nicolás Massot, de Hacemos Coalición Federal, logró introducir el tema estaba en clara minoría. Repentinamente se produjeron deslizamientos transversales en casi todos los bloques que terminaron consagrando la norma con 82 votos favorables, 69 abstenciones y 77 negativos. Jugó un papel clave la diputada K, Victoria Tolosa Paz, que arrastró a 20 voluntades de Unión por la Patria. Varios nombres llamativos: Santiago Cafiero, Agustina Propato, la esposa de Sergio Berni, ex ministro de Seguridad, Carlos Castagneto, el ex titular de la AFIP que, pese a pedidos recurrentes, jamás se ocupó de indagar en Tabacalera Sarandí. La impresión que se instaló fue que aquella audacia de Tolosa Paz habría sido el primer puntapié para un próximo reacomodamiento del bloque kirchnerista. Otro hito fue señalizado por la unanimidad de los libertarios y el PRO, con excepción del rionegrino Anibal Tortoriello, para oponerse a la modificación del régimen tributario en la industria tabacalera. La mayoría de las abstenciones correspondieron al resto de Unión por la Patria y a la Izquierda. En cualquier caso, funcionales a las necesidades del empresario Otero. La votación que consagraría el cambio -hay que aguardar lo que ocurra en el Senado- no pareció representar el tramo económico más saliente del paquete fiscal. Constituyó, sin embargo, el de mayor densidad política. Por aquellos alineamientos apuntados. Trajo desde el pasado (se mencionó en corrillos parlamentarios) el desgraciado recuerdo de un fantasma que supo asolar a la Argentina en la década de los 90. El financiamiento extra institucional de la política que nunca logró ser transparentado en estos 40 años. Aquel fantasma remite, soslayando las diferentes coyunturas, al poderoso empresario Alfredo Yabrán. Se suicidó en 1998 cuando iba a ser detenido por su responsabilidad en el asesinato del periodista José Luis Cabezas. El hombre que lo retrató por primera vez. Yabrán construyó un emporio de fuertes negocios opacos, aquí y en el exterior, que se mantuvo vigente y casi siempre en la clandestinidad gracias a su anclaje en el sistema político. Lograba la sanción de leyes parlamentarias que lo favorecían. Financiaba a diputados, senadores, sindicalistas y hasta a algún sector de fuerzas de seguridad. Fue desenmascarado por Domingo Cavallo, murió, pero su fábula pervive aún en la mansión intacta a orillas del Lago Meliquina, en Neuquén. Aquel panorama de diáspora y oscuridades ilustra las dificultades que encontrará Milei para darle estabilidad y progreso a su gobierno. Falta la batalla en el Senado que mucho dependerá de la destreza política de Victoria Villarruel. Y del soporte con paciencia de budista que viene brindando Guillermo Francos. Después de cinco meses en los cuales no la pasó nada bien, el ministro del Interior quedó reivindicado por la aprobación de dos leyes en Diputados. La importancia podría resultar mucho mayor que esa si, finalmente, logró persuadir al Presidente y al entorno de halcones que el único camino posible para una administración que nació desprotegida de resortes institucionales consiste en la negociación. En la esencia de la política que acostumbra a ser escasísima en la estructuración de pensamiento que posee Milei. Por esa razón no debe llamar la atención, aunque dibuje una sonrisa, su capacidad para decir una cosa por otra. O pasar del negro al blanco, sin medir proporciones. En febrero, cuando la Ley Bases naufragó, más por impericia oficial que maldad opositora, bramó contra el Congreso al que bautizó un “nido de ratas”. El martes emitió un comunicado ensalzando el patriotismo de los diputados que “entendieron este momento histórico y decidieron acompañar nuestro proyecto”. Mencionó a los tres jefes de bloque: Pichetto, Cristian Ritondo y el radical Rodrigo De Loredo. Nada dijo sobre el titular libertario, Gabriel Bornoroni, a quien no conoce. Invocó en nombre de la libertad a José de San Martín y escondió, por un rato, a su inspirador austriaco, el economista Murray Rothbard. De allí que convendría tomar con pinzas sus palabras cuando atraviesan las fronteras. Descalificó con frecuencia a Lula da Silva, el mandatario de Brasil, por ser de izquierda. La canciller Diana Mondino llevó hace días una carta reservada al líder del PT con la propuesta de una cumbre presidencial. Todavía no hubo respuesta. En el afán por la incondicionalidad con Washington manifestó que no comerciaría con naciones comunistas. China es el segundo principal socio de la Argentina. Cuando EE.UU. interpeló sobre la base científica que el gigante de Asia montó en Quintuco, Neuquén, el Gobierno respondió que se haría una inspección rigurosa. A partir de allí corrió el tema de la agenda visible: la visita se realizó sin ningún problema y ninguna novedad. Varias semanas después lo terminó blanqueando la canciller. De la misma forma se recorrió la estación de la Unión Europea en Malargüe. Mondino estuvo en Beijing tratando de renegociar el swap chino que integra las reservas del Banco Central. Le preguntaron qué se hizo con ese dinero y cómo se empezará a devolver. La canciller salió del paso exaltando el deseo de nuestro país por el intercambio comercial con China y también por sus inversiones.

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