Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Elogio del spoiler

    » Clarin

    Fecha: 04/05/2024 19:53

    "El hombre es el animal que promete”, afirmaba Nietzsche con su lucidez habitual. Cuando el incomparable genio de Kant precisó que toda filosofía debía dar cuenta de cuatro preguntas, eligió las siguientes: qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me cabe esperar y qué es el hombre. A su juicio, a cada una de esas cuestiones habría de dar respuesta una disciplina filosófica. A la de qué podemos conocer, la gnoseología o teoría del conocimiento; la que indaga acerca de qué debemos hacer, la ética; aquella que cuestiona qué nos queda esperar, la religión y, por último, a la pregunta sobre qué es el hombre tendría que dar cumplida respuesta la antropología, y si bien todas las preguntas son relevantes, solo la última de ellas parece la decisiva pues, en efecto, dependiendo de qué respuesta otorguemos a la pregunta que investiga sobre la persona, así serán en consecuencia las respuestas a las demás preguntas. Décadas más tarde, también Nietzsche daría respuesta a esa pregunta en uno de sus más célebres aforismos: “el hombre es el animal que promete”, y esto en un doble sentido. Por una parte, el ser que es promisorio con respecto a sí mismo, el ser capaz de tener y tener-se en el porvenir y, por otra parte, un quien capaz de hacer y mantener promesas. Con muchas menos pretensiones filosóficas, pero con más agudeza literaria, el poeta griego Píndaro realizaba aquella exhortación casi profética: “llega a ser el que eres”, es decir, alcanza la mejor versión de ti mismo, habita tu mejor mundo posible, cumple tu índole más propia, que de algún modo ya se encuentra en un interior al que solo cabe dar plenitud y fecundidad. Así, el yo, en su mejor versión, es también su mejor promesa, el capaz -diría Arendt- de construir “islas de seguridad en el futuro”, algunas certezas, incluso modestas y humildes, desde las que avizorar los tiempos que habrán de venir. Pero no avizorarlos tan solo como un futuro que podría ser o no ser, una apuesta temeraria al azar de la fortuna, sino un pre-verlos para hacerlos propios en la forma del pro-yecto, el estado de iecto heideggeriano pero volcado hacia lo mejor, que será porque ya viene siendo. De este modo, ser tendencial y tensionalmente "nuestro mejor yo" implica no tanto que ese yo habrá de invocarnos desde el futuro, en algún momento más o menos lejano, sino más bien que ese yo nos espera “ya” desde ese entonces del mañana, nos convoca hacia el nombre más cierto que somos, fuimos y seremos, esa “voz a ti debida” cantada por Pedro Salinas, uno de los autores más sobresalientes de la generación poética española de 1927. Podría responderse a Kant que ser es ser futurizos, cautivados por la ilusión, pero no por la ilusión como engaño, tal cual opera el ilusionismo, sino por la ilusión como entusiasmo, investidos por los dioses que nos cuidan y aguardan y también ilusionados ellos en que esa expectativa florezca. Ser persona es ser un quién que siempre da más de sí, que siempre es demasía, el que se cumple, cumpliendo, regala y entrega lo que es y no tanto lo que tiene, quien brilla aún en las sombras del dolor, el que se da, el dueño de los días, el “spoiler” de sí mismo.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por