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» Diario Cordoba
Fecha: 04/05/2024 02:29
Desde tiempo inmemorial la villa de Valdepeñas de Jaén ha estado vinculada al milagroso Cristo de Chircales, al que dedican a comienzos de mayo una romería que procesiona hasta su oratorio y, a comienzos de septiembre, una feria en su honor. Desde finales del Quinientos esta imagen ha sido un exponente destacado de la religiosidad popular. Sobre su origen, cuenta la leyenda que dos pastores encontraron el lienzo del Cristo enrollado en el interior de una cueva; según otra tradición, el lienzo les llegó de manos de unos arrieros a algunos de los ermitaños que habitaban en las cuevas próximas a la ermita. Sin embargo, parece que ésta no se levantó hasta mediados del Quinientos. Y es en 1609 cuando se recoge en un inventario la existencia de un cuadro grande de un crucificado junto a dos imágenes más, de autor desconocido y concebido probablemente para ser instalado sobre un altar. El culto a la imagen conoció cierta expansión desde que un prelado de la diócesis acudiera a la villa a pasar largas temporadas de descanso, devoción que sería potenciada durante la centuria ilustrada por otros mitrados. Fueron muchos los devotos que donaron bienes al Cristo de Chircales, llegando el mismo a poseer incluso algunas suertes de tierra, casas y hasta un molino aceitero, propiedades que fueron vendidas en 1822. Con el paso de los años la devoción popular fue en aumento. La devoción no contó con cofradía hasta 1834. La fundaron diez familias de la calle Sisehace; en 1854 otros vecinos se unieron a aquellas familias para estructurar la hermandad en torno a un hermano mayor. Años después gentes del pueblo con un status social y económico más elevado intentaron sustituir la cofradía por otra de nuevo cuño, pero la autoridad eclesiástica dictaminó que ambas se fundieran en una sola. Comenzó entonces una pugna por su control, lo que no impidió que con el paso de los años creciera en número de hermanos. En 1936, en plena Guerra Civil, la imagen se trasladó hasta Valdepeñas para ser destruida, pero la intervención del alcalde la salvó de la hoguera, siendo custodiada por el Ayuntamiento durante la contienda. A su término fue devuelta en procesión a su ermita. Al año siguiente se realizó la primera de las romerías en su honor, concretamente el día 3 de mayo, festividad de la Cruz. El elemento más significativo de la misma, además de la ceremonia religiosa, es la comida campestre que se celebra en su entorno. Desde entonces la cofradía ha evolucionado mediante la firma de diversos acuerdos, arreglos, compras, nombramientos, restauraciones..., actuaciones que han servido para dar un mayor realce a las fiestas. Así mismo, en el año 1975 se fundó otra hermandad compuesta por mujeres, la cual reprodujo en su estructura el esquema organizativo de la primera. Ambas se fusionaron más tarde. La celebración del primer domingo de mayo comienza con el estallido de cohetes. A primera hora se emprende el camino hacia el santuario, con las autoridades, carrozas y caballistas. Allí, tras la misa y la procesión, la comida aglutina a su alrededor a familias y amigos. Antaño, para los menos pudientes, se cocinaban unas habas con arroz. Nos encontramos con una celebración que, junto a la feria de septiembre, constituye un evento festivo singular. En una y otra se mezclan el aspecto lúdico y la religiosidad popular, reforzando ambas la identidad de los lugareños, que ven restablecido así su equilibrio personal. También el de la cofradía o el de la propia sociedad, que todos los años se involucra de modo activo en estas celebraciones. *Catedrático Suscríbete para seguir leyendo
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