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  • ¡20 años no es nada!

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 04/05/2024 02:08

    Hace mucho tiempo que gran parte de la sociedad argentina considera que “estamos como en el 2001”. Entonces, para ver cuan alejados estamos de la que fue una de las mayores crisis que vivió nuestro país, confrontamos algunas cifras para comparar lo que indicaban los números entonces y lo que indican ahora. En materia de pobreza, en el año 2002 llegó a valores cercanos al 60.1 % y la indigencia al 26.1 %, mientras que en el 2023 los valores eran de 41.7 % y 11.9 % respectivamente. A esto, debemos agregarle que a diferencia del 2001, hoy hay programas de transferencia de ingresos y sistemas de protección destinados a evitar posibles estallidos sociales. Si tomamos en cuenta el coeficiente o índice de Gini, que sirve para medir la desigualdad de ingresos (este indicador va del 0 al 1, siendo el 0 el caso de igualdad absoluta de todos los ingresos y el valor 1 el caso extremo de desigualdad), vemos que en el 2002 el coeficiente era de 0.538, y en el 2023 de 0.446. Por lo tanto, se puede afirmar que con respecto al 2001 hoy hay menos desigualdad en los ingresos. En materia de desempleo, la tasa llegó en el 2002 al 19,7 %, mientras que en el 2023 ascendió al 7,35 % (si bien hay una mejora, debe destacarse que ella se debe en parte a los planes sociales de empleo, y a que también hoy existen empleos formales con ingresos por debajo de la línea de la pobreza). Por otra parte, si tomamos un indicador de actividad económica, como sería el PBI per cápita, tenemos para el 2002 un valor de U$S 2.579,49, mientas que en el 2022 ascendía a U$S 13.650, lo que significa una mejora en términos de ingresos, capacidad adquisitiva y calidad de vida con respecto a aquel año. En conclusión, los distintos indicadores actuales han mejorado con respecto al 2001/2002, pero muestran en el 2024 valores muy preocupantes, que mantiene al país en un virtual estancamiento frente a la velocidad de los cambios del mundo. Han pasado más de dos décadas, han pasado cuatro gobiernos; y de los diferentes signos políticos, comenzando con una alianza liderada por el Radicalismo, frentes y alianzas de extracción Peronista, Justicialista o Kirchnerista, el PRO – Cambiemos, y ahora el recientemente formado partido de LLA. Es decir que, en términos de la alternancia de poder, en la Argentina la democracia ha funcionado; pero, en términos de crecimiento y desarrollo económico y social, en general no ha evolucionado o incluso involucionó. Por lo tanto, la vieja promesa del presidente Alfonsín de que: “Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”, parece haber quedado vacía de contenido. En estos últimos 20 años nos gobernaron aquellos que debían irse pero que terminaron quedándose. Los mismos políticos y la misma clase social. El reclamo de que se vayan todos no pudo cumplirse por el simple motivo que la política no tolera el vacío. La sombra de una revuelta popular similar a la del 2001 hoy está presente en toda América Latina, incluido nuestro país, condicionando actualmente a todo el sistema político argentino. En estos últimos 20 años, el mundo ha avanzado tanto en aspectos tecnológicos y económicos, con una curva de cambios que se acelera tan exponencialmente, que es difícil de asimilar. En enero de 2007 Steve Jobs presentó el iPhone de primera generación. En su discurso para mostrar el que fue el primer smartphone de la compañía, su director ejecutivo afirmó que con el iPhone Apple iba a “reinventar el teléfono”. Y no solo se reinventó el teléfono, sino también la forma en que la gente se comunica, consume y trabaja. Hoy, es prácticamente imposible no concebir la videollamada o hablar gratis a larga distancia nacional o internacional. Hoy el mundo desarrollado se encuentra ya plenamente inmerso en la Industria 4.0, también conocida como la “Cuarta Revolución Industrial”, que es una nueva forma de producir basada en tecnologías que se centran en la interconectividad, la automatización y los datos en tiempo real. Estas tecnologías incluyen la Inteligencia Artificial, la robótica, el Internet de las Cosas (IoT), la computación y análisis en la nube, la realidad aumentada y el machine learning. Mientras tanto, en Argentina seguimos discutiendo cosas tales como una Ley de Contrato de Trabajo (20.744) que fue sancionada en 1974, una ley que tiene 60 años, como así también seguimos discutiendo el sistema tributario, el federalismo, el sistema educativo, etc., sin lograr mínimos acuerdos en los denominados problemas estructurales argentinos. Quedar igual, en un mundo que avanza a pasos agigantados implica un gigantesco retroceso. Entonces ¿qué se necesita cambiar en la democracia argentina para que funcione en otros aspectos tan bien como ha funcionado en términos de alternancia de poder? En mi opinión, la verdadera raíz del problema argentino no es la economía, sino su sistema político, cuyo sistema electoral tiene su origen en el año 1912, y que ha sido adaptado en las diferentes provincias y jurisdicciones a las necesidades y conveniencias de los gobernantes de turno. Hace tiempo que la justicia, la sociedad civil, partidos políticos y ONGs alertan sobre la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo electoral. A modo de ejemplo podemos citar el engorroso sistema de boletas múltiples en papel, la falta y o sustracción de boletas y las listas colectoras, que limitan el derecho fundamental al libre sufragio, fomentan prácticas clientelares, y aún el fraude. Argentina es uno de los pocos países del mundo que aun sufraga con boletas de papel y que mantiene un anacrónico sistema de listas sábanas. Ya es hora de que el sistema político de nuestro país (tanto gobierno como oposición) tome real conciencia de que no se puede seguir postergando la reforma política, ya que ni los problemas económicos, ni los sociales, ni la seguridad, ni la educación, etc., se van resolver mientras siga este clima de inestabilidad política (y su consiguiente inseguridad jurídica), que en los últimos 20 años ha tenido al país paralizado, y ha sido la principal causa de la falta de crecimiento y desarrollo en todos los aspectos. Debemos entender, de una vez por todas, que esta agenda no es de derecha ni de izquierda, sino la agenda que se necesita para dejar de involucionar y salir del estancamiento en el que estamos. El 80 % del mundo está de un lado y el 20 %, los países desarrollados, está del otro; hay que cruzar el puente, ya que nuestro país tiene el potencial económico y el capital humano suficiente. No debemos olvidar que hace menos de 100 años (en 1930) la que hoy es la primera potencia mundial (EEUU) atravesaba la peor crisis de su historia. Entonces, si fue posible el “sueño americano”, con una reforma adecuada del sistema político de nuestro país, tal vez la “Argentina potencia” de la que tanto se ha hablado esté mucho más cerca de lo que creemos.

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