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  • La diferencia entre el emprender y el “tener que remarla”

    » La voz

    Fecha: 04/05/2024 02:01

    La atmósfera era la de un show de música urbana. El estadio Movistar Arena de Buenos Aires “explotado” con 12 mil adolescentes que seguían con euforia lo que pasaba sobre el escenario. Allí arriba había varios protagonistas, entre ellos Duki, el exitoso rapero de 27 años con canciones que rozan los 500 millones de reproducciones en Spotify. Sin embargo, no había música. Ni el autor de She Don’t Give a Fo entonaba nota alguna. El gran tema de la jornada era la cultura emprendedora, y los rockstars, escuchados y avivados por la muchedumbre, eran chicos y chicas que habían iniciado con éxito su propio negocio y compartían al público el cómo, el cuándo y el dónde. Incluso el músico estaba allí para inspirar y confirmar que todo es posible con ganas, a partir de su exitosa historia autodidacta. La reciente Experiencia Endeavor Sub 20, el evento joven de la principal organización de impulso a la cultura emprendedora en el país, realizado esta semana, volvió a batir récords de asistencia y de entusiasmo. Una muestra más de la enorme pregnancia que tiene hoy el discurso del emprender en la Argentina y de la expectativa que genera. El auge tiene un costado más que saludable y necesario. El país requiere urgente del fortalecimiento de esa cultura para desarrollarse. Según datos de la Fundación Observatorio Pyme -una ONG fundada por la Unión industrial Argentina, Techint y la Universidad de Bolonia- Argentina tiene 1.195 empresas por cada 100 mil habitantes, un número muy bajo si se lo mide, por ejemplo, con el de Brasil (2.219), el de Chile (6.696) o, más aún, con el de Australia (9.984). Va de suyo que, a la vez, son esas empresas la condición necesaria para generar el otro insumo requerido con igual premura: el empleo. En los últimos años, el estancamiento de la economía viene empujando a millones de argentinos a “inventar” su propio empleo. Pero en ese mar de autogestores, muchas veces el discurso público confunde a quienes, con recursos culturales, sociales y económicos, se lanzan con entusiasmo al camino emprendedor con aquellos a quienes sólo se les abre delante un estrechísimo desfiladero: salir a remarla como puedan día a día. Un análisis del economista Jorge Colina sobre estadísticas oficiales señala que en el último año el mercado de trabajo sumó los 600 mil nuevos empleados. Sin embargo, sólo el 37% de ellos son privados o públicos formales. El resto (seis de cada 10) accedieron a puestos de trabajo no registrados o son cuentapropistas registrados como monotributistas y sin siquiera eso. “La gran mayoría son quienes ‘la tienen que remar’ y por esto puede ser que haya calado hondo el concepto de la motosierra. Para que todos ‘la tengan que remar’ como ellos”, analiza. Allí es donde a veces en la esfera pública el “discurso emprendedor” se usa desde un lugar tramposo; como modo de reducir la posibilidad de progreso sólo a una decisión personal. “El chico de 16 años al que le cortaste el Progresar no puede comprarse zapatillas y deja el secundario. ¿Pensás que va a poner un emprendimiento, que va a vender budines de banana con canela o que va a ir de caño?”, reflexiona con lucidez el politólogo, sacerdote jesuita e investigador social Rodrigo Zarazaga, entrevistado por Carlos Pagni para La Nación. Y sigue: “A veces noto en los medios una exaltación del emprendedorismo. (...) La idea de que corto los planes y van a trabajar no es real. La otra vez una mujer tenía una entrevista de trabajo para limpiar baños y me pidió zapatos para poder ir. Mirá la distancia”. Así de hondo es el abismo que separa a esos alumnos de secundario de clase media y más que se inspiraban con Duki en el Movistar Arena, de millones de pares etarios o incluso mayores que no cuentan ni con ese tramo de la escuela completo para abrirse paso. “No va a ser fácil cambiar esta dinámica en el mercado laboral –advierte Colina–. Los macroeconomistas piensan que con una buena política fiscal, cambiaria y monetaria retomás el crecimiento y multiplicás los good jobs. No. Eso es en Estados Unidos. Aquí se necesitan, además de buena macro, buenas políticas educativas, laborales y de asistencia social”.

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