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  • La economía doméstica, en modo subsistencia para la mayoría

    » La voz

    Fecha: 04/05/2024 02:01

    Aunque la inflación viene en baja (habría cerrado en un dígito en abril, por primera vez desde octubre del año pasado), los salarios siguen sin poder recuperar lo mucho que perdieron en los últimos meses. Y lo cierto es que para miles de familias su economía ha pasado a ser casi de subsistencia. Vale decir: lo que ganan se va casi en su totalidad a la compra de alimentos. Y poco más. No es para menos: según el Indec, en marzo una familia tipo de cuatro integrantes necesitó $ 773.385 para superar el umbral de la pobreza, un nivel de ingresos al que sólo llega menos del 35% de la población. Y para no caer en la indigencia, requieren unos $ 360 mil al mes. Un reciente informe de la consultora de personal Adecco Argentina reveló que casi un 66% de los trabajadores del país (dos de cada tres) destinan la mayor parte de su salario a compras en el supermercado. De lo que les queda, un 25% se va en alquiler y un 5% a gastos en remedios y en temas relacionados con su salud y la de su familia. El mismo estudio señala que el 65% de los empleados aseguran que consume menos que el año pasado; un 25% dice que compra lo mismo, mientras que apenas un 10% afirma que ha podido incrementar su nivel de gastos. El achique, como se ve, es generalizado y atraviesa todas las clases sociales. Unos más, otros menos, todos se ajustan. Un panorama incluso más crudo vienen mostrando los últimos informes del Centro de Almaceneros de Córdoba. Con base en una encuesta de marzo, apenas el 42,2% de los hogares cordobeses reconocieron haber podido acceder plenamente a la canasta básica alimentaria. Y de ellos, apenas uno de cada cuatro lo hicieron con recursos propios: el resto necesitó algún tipo de auxilio estatal. Con la mayoría de las familias teniendo que, obligatoriamente, destinar la mayor parte de sus ingresos para comer, no es de extrañar que se observe una drástica caída en los niveles de demanda en el resto del universo económico, particularmente en los rubros comerciales dedicados a la venta de bienes durables y semidurables. Electrodomésticos, muebles, autos, motos, electrónica, corralones. Incluso prendas de vestir y calzado. Todo lo que no sea “comestible” puede esperar. Tiene que esperar. No hay plata, como repite el propio Javier Milei. Según datos de las distintas cámaras mercantiles, la caída en las ventas supera el 40%, el 50% y hasta el 60% respecto del año pasado. Todas están muy preocupadas. Las ventas de electrodomésticos han caído un 50% este año. (La Voz) Lo mismo sucede con varios servicios. Los cines venden muchas menos entradas, los restaurantes perdieron la mitad de los clientes, los servicios de TV por cable y de streaming se suspenden hasta nuevo aviso. Hasta las peluquerías están de “tijeras caídas”. Por ahora, todos aguantan como pueden, ajustando los costos fijos, achicando el consumo de servicios, acordando con sus empleados. La esperanza es que en el segundo semestre (siempre el bendito “segundo semestre”) la cosa cambie y comience a mejorar, baja de la inflación mediante. El tema es que si los salarios no se recuperan, difícilmente la actividad se reactive. El mercado interno explica la mayor parte del producto bruto en nuestro país, y si el Gobierno nacional lo sigue castigando con tarifazos y licuación de ingresos y de ahorros, lo más probable es que la pretendida recuperación se demore mucho más tiempo que el esperado. O que no llegue nunca y la mayoría de la población quede empobrecida. Tal como está ahora.

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