Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La poesía de Paul Auster: los cimientos secretos de su obra

    » Los Andes

    Fecha: 04/05/2024 01:42

    Contemplar la degradación de una vida que se trastoca, admitir el pasmo que esto provoca y retratarlo en palabras. Sobre eso, entre otras cosas, habla la poesía del estadounidense Paul Auster (1947-2024), un autor que puede considerarse uno de los novelistas más exitosos, respetados y populares de los últimos 40 años y que falleció este martes. Merced a magistrales novelas como El Palacio de la Luna, Leviatán o El libro de las ilusiones, el autor ha sabido hechizar a los lectores con historias en las que los hechos narrados parecen parte de una comedia absurda de Beckett, pero que poseen una consistencia tan palpable que resultan, si se quiere, aún más contundentes. Antes de convertirse en ese gran narrador que indiscutiblemente fue, Auster trajinó el ensayo y la poesía, a los que consideraba claramente como “cimientos” de su obra posterior, anclajes a los que (al menos no públicamente) parece no haber regresado, especialmente si de la lírica hablamos. A diferencia de otros autores, cuyas incursiones poéticas son ocasionales y hasta caprichosas, Auster en cambio escribió una poesía de enorme fuerza, en la que se muestra un constante escarbar por la ontología de las palabras y del silencio, pero también en la que el sujeto que habla (el famoso “yo lírico”) se muestra siempre resignado a algo que ha sucedido y ante lo que no tiene otra opción más que pronunciarse. “Pronunciar”, en suma, quizás sea el verbo clave en su poesía, que incluye los títulos Unearth (1974), Wall Writing (1976), Fragments from the Cold (1977) y Facing the Music (1980), además de algunas ediciones que recolectan o antologan su obra. En español, entre las primeras traducciones están las del académico Américo Cristófalo para la revista Diario de Poesía (invierno de 1992) y luego las muy difundidas del español Jordi Doce, que primero aparecieron en un volumen antológico bajo el título Desapariciones (Pre-Textos, 1996), y que luego se reprodujeron también en la reunión selecta de poemas y ensayos Pista de despegue (Anagrama, 1998). En 2012, finalmente, aparecería por Seix Barral la Poesía completa, de Auster, también traducida por Doce. Mi encuentro con Auster se dio, justamente, durante los años 90, y –a diferencia de la mayoría de sus lectores– fue a través de sus poemas. El salto a su narrativa consolidó mi admiración por este autor estadounidense (a quien pude apreciar con sus dotes de orador en vivo, en la Feria del Libro de Buenos Aires de 2014) y ese conjunto de lecturas me animó a acometer mis propias traducciones, que están entre las primeras que hice de poesía. Así fue que entre julio y agosto de 1998 traduje poco más de 30 poemas de Auster, todo lo que pude conseguir en su idioma original en tiempos en los que no era tan sencillo como ahora. De esa treintena de poemas, aquí hay una brevísima selección. "Esa noche se dice a sí mismo que mañana será otro día. Palabras nuevas comienzan a cobrar forma en su cabeza, pero no las escribe. Decide referirse a sí mismo como A", El Libro de la memoria, Paul Auster. Dos poemas de Paul Auster Traducción: Fernando G. Toledo Noches blancas Nadie aquí, y el cuerpo dice: lo que sea dicho no es para ser dicho. Pero nadie es además un cuerpo, y lo que el cuerpo dice nadie lo oye excepto tú. Nevada y noche. La repetición de un asesinato entre los árboles. La pluma se mueve a través de la tierra: ya no sabe qué ocurrirá, y la mano que la sostiene ha desaparecido. No obstante, escribe. Escribe: en el principio, entre los árboles, un cuerpo vino caminando desde la noche. Escribe: la blancura del cuerpo es el color de la tierra. Es tierra, y la tierra escribe: cada cosa es el color del silencio. Ya no estoy más aquí. Nunca he dicho lo que dices que he dicho. Y cada noche, desde el silencio de los árboles, sabes que mi voz viene caminando hacia ti. Autobiografía del ojo Cosas invisibles, arraigadas en el frío, y creciendo hacia esta luz que desaparece en cada cosa que ilumina. Nada acaba. La hora vuelve al comienzo de la hora en que respiramos: como si allí nada fuéramos. Como si yo no pudiera ver nada que no sea lo que es. En el límite del verano y su calor: cielo azul, colina púrpura. La distancia que sobrevive. Una casa, construida de aire, y el flujo del aire en el aire. Como esas piedras que se deshacen y mezclan con la tierra. Como el sonido de mi voz en tu boca. De La escritura del muro (1976)

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por