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  • La dura historia del jubilado de 80 años que lustra zapatos para llegar a fin de mes

    » Mdzol

    Fecha: 04/05/2024 01:24

    Cada día de sol, los transeúntes de Avenida Santa Fe ven llegar a uno de los lustrabotas más conocidos de la Ciudad de Buenos Aires. A las 8 de la mañana, José se instala en el puesto que elige desde hace veinte años, a metros de la esquina de Suipacha, con todo su equipo de trabajo. Pasan cientos de personas a diario y algunas de ellas se frenan atraídas por la vistosa carpa de don José, quien los invita a sentarse en el banquito mientras él lustra sus zapatos. “Mañana reunión de ejecutivos: Zapatos lustrados ¡POR FAVOR!”; “Eventos, casamientos, aniversarios: Zapados lustrados ¡Cambia su imagen!”; “La elegancia del buen vestir comienza por los zapatos”, se puede leer en algunos de los carteles que el lustrabotas de oficio colgó en su distintiva y espaciosa carpa con bordes verdes, con el deseo de atraer al público local. En su carpa, destacan, sobre todo, las imágenes que representan a la idiosincrasia porteña, sujetadas al techo de la carpa, con el fútbol, el tango y la bandera argentina como protagonistas. Cada persona que se acerca para que José le dé brillo a su calzado, ve, a su alrededor, una postal en la que Maradona le da la mano a Lionel Messi; otra en la que Astor Piazzolla toca su histórico bandoneón y un sinfín de postales de la capital del país. Mirá la entrevista a José, el lustrabotas de la Ciudad “Hice esta carpa en invierno, porque yo empecé un agosto, y había mucho viento y frío. Entonces, los clientes no se animaban mucho a sentarse para estar sin nada”, contó José, en diálogo con MDZ, mientras se encontraba trabajando una mañana soleada de abril. “Entonces tuve que pensar en algo para que no pasaran frío y me imaginé esta carpa. Junté unos pesos y mandé a hacer la carpa. Estos carteles los puse para darle un poquito más de vista y algo para que el cliente se sienta un poco más motivado”, agregó el hombre que este 2 de mayo cumple 80 años. Desde chico, José viajó desde Jujuy a la Ciudad de Buenos Aires con el deseo de progresar. Trabajó por décadas en un negocio y, más tarde, para un reconocido hotel internacional, hasta que, un día, le llegó la jubilación. Sin embargo, según sus propias palabras, el dinero de la jubilación que percibía entonces -al igual que ahora- no le alcanzaba para seguir manteniendo sus gastos y los de su familia. Así fue que empezó a buscar otras alternativas, otros oficios que pudiera aprender a su edad y, así, poder sobrevivir. Por ser jubilado, no conseguía trabajo en relación de dependencia. Entonces, se detuvo un día a observar la labor que llevaban a cabo los lustrabotas en la ciudad, lo cual despertó en él una inmensa curiosidad por aprender el mismo oficio. “Busqué una forma como para sobrevivir. Y me dediqué a esto. Gracias a dios, este trabajo me dio algo como para seguir viviendo”, confesó el jujeño. Decena de carteles decoran la carpa de don José. Foto: Analía Melnik /MDZ Aunque la necesidad económica no es lo único que lo impulsa a seguir levantándose cada día antes de las 7 de la mañana, para viajar desde Saavedra y llegar a las 8 a su puesto fijo de la Avenida Santa Fe. José señaló que, también, disfruta de tener algo de sustento económico para mimar a su nieta cada vez que lo va a visitar. Asimismo, se trata de una forma de distracción, un pasatiempo que lo mantiene activo, gracias al cual sigue conversando a diario con transeúntes y buenos amigos. “El 2 de mayo cumplo 80. Yo ya estoy jubilado, pero eso no me alcanza. A mí me gusta disfrutar y festejar con mi nieta, entonces, cada vez que quiero hacer algo, la jubilación no me alcanza. Por eso vengo acá, trabajo y me distraigo. Y cuando mi nieta me viene a saludar, ese día lo festejo, porque ella es la alegría de la casa”, narró el famoso lustrabotas del barrio de Retiro que vive con su hija en Saavedra, tras el fallecimiento de su esposa durante la pandemia “Yo vengo porque, si no, en mi casa me enfermo. Acá estoy con gente conocida. Me distraigo conversando con amigos. Me siento mejor acá que estando en mi casa”, profundizó. Durante los primeros años como lustrabotas, José tuvo que ganarse su lugar. Primero, se ubicó en las cercanías de una plaza de la Ciudad, pero los que llevaban más años le recomendaron elegir otro puesto que no estuviera ocupado, y que no fuera peligroso. Caminando, por la Avenida, pasando la gran 9 de julio, pensó: “Este es mi lugar”. Y de ahí, no se movió más. Se quedaba hasta las 17 horas siempre que podía, pero, en la actualidad, redujo su presencia a unas 5 horas diarias por cuestiones de salud. “Ya los huesos ya me dicen que no, que tengo que bajarme. Así que ahora me quedo hasta la 14 y, los días viernes, me voy a las 13”, reconoció. El puesto de José se ubica en Avenida Santa Fe y Suipacha del barrio de Retiro. Foto: Analía Melnik /MDZ Sus cepillos, pomadas, trapos, cremas y pinceles lo ayudaron a sacarle brillo a los zapatos de los ciudadanos que van de camino al trabajo cada día, como, así también, de las personalidades del momento. Según cuenta el lustrabotas, además de lustrar el calzado de los embajadores de otros países que transitaban por la zona, tuvo el placer de atender al mismísimo Dr. Hipólito Solari Yrigoyen, sobrino nieto del expresidente de la Nación, y ex senador por la Unión Cívica Radical. “El Dr. Hipólito Solari Yrigoyen era mi cliente y siempre se sentaba acá. Un día lo pregunté por qué le gustaba sentarse acá y me dijo que era porque le traía un recuerdo, porque en la pared del edificio de enfrente, ahí arriba, está grabado el año en que se inauguró el edificio. Entonces, me comentó que venía su abuelo cuando el edificio se estaba por inaugurar y se sacó una foto acá. Al sentarse en el puesto, se acordaba de la imagen de su abuelo”, rememoró la anécdota José, quien confesó que el político que ahora tiene 90 años usaba un calzado especial. El banco en el cual se sientan los clientes de José a diario. Foto: Analía Melnik /MDZ Actualmente, José sigue ejerciendo, únicamente cuando el día está soleado. Aun así, el lustrabotas confirmó que las nuevas generaciones, amantes del uso de zapatillas, ya no se lustran los zapatos, sino que tiene a sus fieles clientes que lo visitan desde hace años. Sus precios rondan entre los $3000 y $6000, dependiendo de la calidad del calzado. El rubro no es lo que era antes, pero José lo sigue eligiendo porque disfruta de ver la vida que transcurre en la calle.

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