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  • Los contrarios juegan para Milei

    » La Nacion

    Fecha: 04/05/2024 00:42

    Escuchar Más allá del logro que representó para el Gobierno haber dado su primer paso en minoría en el Congreso, la media sanción de la Ley Bases tiene un valor que excede la cuestión parlamentaria: expresa el fenomenal giro ideológico que, si el proyecto prospera en el Senado, estará dando la sociedad. En 2015, durante su campaña electoral, Macri se sintió obligado a prometer que no privatizaría ni YPF ni Aerolíneas Argentinas y que mantendría la asignación por hijo. Hoy, en cambio, en medio de un ajuste sin precedente, los legisladores están a punto de tocar parte de esas vacas sagradas: el paquete incluye privatizaciones, prohibición de controles de precios para petroleras y empresas de electricidad, el fin de la moratoria para jubilados sin aportes y una reforma laboral. Cambios drásticos que Milei no solo no disimula, sino de los que incluso se jacta. “Algunos prometen ajustes: yo los hago”, le dijo a Luis Majul esta semana en radio El Observador. Esta nueva atmósfera frustra por ahora a opositores que venían soñando desde diciembre con un marzo explosivo. No habrá por el momento ni gobierno débil ni calles en llamas ni pochoclo. ¿A qué se debe esta luna de miel más larga de lo previsto? El consultor Juan Germano lo atribuye a desilusiones provocadas por administraciones anteriores. “Es la demanda del ‘sacame de acá’: todo lo que sea statu quo es negativo. Los políticos se pasaron de conservadores”, dice. Una atmósfera que desconcierta en primer lugar al peronismo, todavía en plena crisis de liderazgo. Basta con observar las reacciones que cada gesto o declaración de Cristina Kirchner provoca internamente. El acto del sábado pasado en Quilmes, por ejemplo. “A esa foto de familia le faltaron diez intendentes”, se quejó un referente del conurbano. Le objetan, además de lo insuficiente de la convocatoria, el timing: que ella haya reaparecido cuatro días después de una marcha universitaria histórica que había mostrado al peronismo unido y con dos de sus presidenciables en la plaza, Massa y Kicillof. “Fue la primera piña que le entró en serio al Gobierno y se la dejamos servida: como decía Néstor, nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio”, evaluó un legislador. El malestar con la expresidenta había empezado en realidad dos días antes. Ese jueves, Germán Martínez, Máximo Kirchner, Paula Penacca y Cecilia Moreau, cuatro de los diputados más afines al Instituto Patria, habían convocado a una sesión especial para debatir el Fondo de Incentivo Docente y el financiamiento universitario, y no alcanzaron a reunir el quorum. ¿Había necesidad de mostrar ese fracaso cuando todo el peronismo celebraba todavía los efectos del éxito de la marcha? “No nos dieron tiempo de gritar el gol, algo que siempre forma parte del triunfo porque motiva a los propios y desmoraliza al adversario”, se oyó en el PJ. Pero no es la primera vez que Cristina Kirchner irrumpe luego de un traspié del Gobierno. Ya lo había hecho en febrero, ocho días después de que se cayó la ley ómnibus en la Cámara de Diputados, cuando regresó a escena publicando en las redes un documento de treinta y tres páginas. ¿La necesidad de mantener la iniciativa le impide advertir que le hace un favor al Gobierno? ¿No le importa? Los peronistas no consiguen explicárselo sin caer en elucubraciones incomprobables. No han podido aún reponerse de la derrota de octubre, algo que en realidad afecta a toda la oposición. Hoy, según algunos sondeos, Lousteau y Rodríguez Larreta tienen mejor imagen dentro de Unión por la Patria que en el espacio más cercano a Macri. Y nadie parece tener una estrategia ganadora. Las circunstancias empujaron el miércoles, por ejemplo, a Kicillof a la protesta de la CGT; es exactamente la foto que quería el Gobierno y que espera que se repita el jueves en el paro. Para Milei es el escenario ideal. Estas debilidades coinciden con la desaceleración de la inflación, principal demanda del 57% que lo votó en la segunda vuelta, justo en los meses que él había proyectado más difíciles. Como Albistur. Pero el respaldo en las encuestas se mantiene. La última de Jorge Giacobbe, que le da 52% de imagen positiva, incluye una pregunta: “Respecto del esfuerzo económico que el Presidente les pide a los argentinos, ¿qué opinas?”. El 50,5% contesta: “Creo que tiene mucho sentido, porque dentro de poco vamos a estar mejor”; otro 13,6% dice: “Me gustaría que tenga sentido, pero tengo dudas de que vaya a funcionar bien”, y apenas un 33,5% rechaza todo de plano: “Creo que no tiene ningún sentido, porque este no es el camino correcto”. Que la paciencia no se haya agotado no la vuelve eterna. El Gobierno necesita resultados rápidos y visibles. Se juega una final todos los meses en cada IPC. Es acaso lo que llevó a Luis Caputo a postergar esta semana los aumentos en las tarifas y a insistir en la presión para que las prepagas reviertan los precios. Aun sabiendo que consolida desequilibrios. En el sector de la salud, incluso agrega un problema: clínicas, sanatorios y hospitales privados contaban con los aumentos de las prepagas para encarar la paritaria que acaba de abrirse. Oroño, un grupo prestador de Rosario, anunció esta semana que suspendía por ese motivo la atención de afiliados de OSDE, y es probable que otras empresas imiten la medida. Hasta ahora, el Gobierno no se inmuta. “Es un problema entre privados”, contestó Caputo cuando se lo plantearon en el Ministerio de Salud. Pero nada es gratis. Detrás de estas restricciones están los honorarios de los médicos, el salario del personal y la atención de los pacientes. Lo sabe Héctor Daer, líder del Sindicato de la Sanidad, que volvió a endurecerse anteayer en un Zoom con las compañías. Todos vienen de meses complicados: los ingresos de los trabajadores caen y los prestadores dicen no estar en condiciones de ofrecer ningún aumento. Las fundaciones Favaloro y Fleni pagaron el último aguinaldo en cuotas. La política no debería entrometerse, pero es inevitable. Hay funcionarios que siguen asociando las prepagas al universo de Massa. Desconfían de Claudio Belocopitt pese a que el dueño de Swiss Medica desapareció de esas reuniones. Y algunos hasta malinterpretan conversaciones de WhatsApp. Una en particular, del chat de la industria: el miércoles, en medio de la discusión por la paritaria, y al enterarse de que ninguna empresa estaba dispuesta a otorgar subas para abril, el representante de Recursos Humanos de Swiss Medical se mostró sorprendido. Alguien le insistió en que era obvio, que cualquier aumento era de cumplimiento imposible, y el ejecutivo se refirió a Belocopitt: “Claudio no está al tanto de esto”. ¿Qué estaba pasando? ¿Quería una empresa diferenciarse del resto? ¿No dificultaba todavía más el panorama? ¿Era una decisión política? El Gobierno parece sentirse cómodo con algunas teorías conspirativas. Corre el riesgo de demorarse en ese pantano. Las soluciones dolorosas tienen un plazo de aplicación: no abundan los momentos en que una sociedad está dispuesta a asimilar malas noticias.

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