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  • Una primera victoria

    » La Política

    Fecha: 02/05/2024 01:22

    Sin grandes sorpresas, confirmando las proyecciones de los últimos días, y tras una maratónica sesión, el gobierno logró finalmente aprobar en la Cámara de Diputados tanto la nueva y acotada versión de la Ley de Bases como el paquete impositivo. Sin grandes sorpresas, confirmando las proyecciones de los últimos días, y tras una maratónica sesión, el gobierno logró finalmente aprobar en la Cámara de Diputados tanto la nueva y acotada versión de la Ley de Bases como el paquete impositivo. Cabe preguntarse, entonces, qué cambió desde el 2 de febrero de este año, cuando en el tórrido verano, y tras un largo y desgastante debate, una ley que por entonces tenía más de 600 artículos fue aprobada en general para luego naufragar en el debate en particular, cuando el oficialismo mocionó el retorno de la iniciativa a comisión ante el riesgo cierto de que la oposición lograra modificar algunos de sus pilares fundamentales. Por un lado, está claro que el oficialismo parece haber aprendido algunas lecciones de aquella tortuosa experiencia. No solo los funcionarios del Ejecutivo que tuvieron la responsabilidad de llevar adelante las negociaciones con los diversos bloques dialoguistas y los gobernadores, sino también los referentes legislativos de LLA que, tras los ajustes internos, mostraron mayor perspicacia en el manejo del reglamento y los tiempos, y un mayor aplomo para conducir el debate en el recinto. En este marco, el oficialismo acotó los alcances de algunas herramientas y resignó muchos temas polémicos que estaban en la ley original. En el primer caso, por ejemplo, se acotó la delegación de facultades -tanto en cuanto al plazo como las materias- y se redujo la lista de empresas públicas habilitadas para privatizar -entre ellas, el Banco Nación-; en el segundo caso, se eliminaron capítulos que poco tenían que ver con el abordaje de la crisis, como el de las Sociedades Anónimas Deportivas o el divorcio exprés, entre otros. Así, la ley pasó de los más de 600 artículos de la versión original a los aproximadamente 250 que contiene el texto de la media sanción. Por otro lado, el oficialismo estuvo mucho más abierto a la negociación con los bloques dialoguistas, incluyendo -por ejemplo- modificaciones en materia de política hidrocarburífera para acercar algunos votos de legisladores patagónicos, o incorporando el capítulo de reforma laboral que reclamaba la UCR. Asimismo, en lo que respecta al paquete impositivo, se incluyó la restitución del impuesto a las ganancias para la cuarta categoría, una medida que, aunque impopular, podría aliviar financieramente a las provincias. Entonces, ¿a qué se debe está suerte un giro pragmático, de una concesión fruto de las necesidades y limites que la realidad impone? En primer lugar, no debe obviarse el impacto que tuvo la contundente y masiva movilización en favor de la universidad pública, que si bien tuvo como disparador el rechazo al brutal recorte presupuestario, trascendió el plano sectorial para cuestionar también los recurrentes ataques verbales, habituales provocaciones y exaltadas diatribas contra los que "no la ven", es decir, los que no piensan como él. En segundo lugar, es evidente que el gobierno necesita pasar con la mayor rapidez posible a una "segunda fase", tras prácticamente cinco meses de gestión dedicados casi exclusivamente al ajuste fiscal. Una política que si bien le permitió al gobierno presentar como logros el buen resultado fiscal del primer trimestre (incluyendo tanto el resultado primario como los intereses de la deuda) y la baja en la inflación, no es sustentable ya ni en el corto ni mediano plazo. No solo porque dicho resultado fiscal se consiguió en base a la combinación de "motosierra" y "licuadora" con un aumento de la presión fiscal vía impuesto PAIS, una metodología que claramente no es sostenible en el tiempo. Sino también porque la contracara de la moderación inflacionaria es una profunda recesión que ya afecta la actividad económica, el consumo y la recaudación. De allí el interrogante de cómo seguirá el gobierno mostrando disciplina fiscal cuando sea ya imposible mantener pisados muchos gastos, transferencias y partidas, a la vez que se vea afectado por una merma significativa en la recaudación, no solo por la fuerte caída en el consumo sino también por efectos de la propia desaceleración de precios. Por último, porque los propios mercados y potenciales inversores esperan que más allá del apoyo popular que tiene hoy el presidente, consiga respaldo político para avanzar en un plan de estabilización que tenga sustento y gobernabilidad. Un respaldo que no es menor, ya que si bien Milei se jacta de su popularidad, se sabe no solo que el desgaste en lo que respecta a la opinión pública es inevitable, sino también que otros indicadores importantes como el Índice de Confianza en el Gobierno, que publica la Universidad Di Tella, da cuentas de que, a marzo, la confianza en el gobierno del libertario es bastante menor de la que gozaban Macri y Alberto Fernández al cumplirse los primeros cuatro meses de sus mandatos. Así las cosas, el oficialismo ha conseguido sortear un paso importante en la Cámara de Diputados, aunque le espera un escenario en el Senado que podría ser menos favorable, no tanto para la Ley de Bases, sino para el paquete impositivo. Pero esa es otra historia que comenzará a escribirse desde la semana próxima.

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